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Norberto Oyarbide, que el 1 de enero cumplirá 65 años, es uno de los jueces más polémicos en el edificio de Comodoro Py 2002: devoto de la Virgen del Milagro, amigo de la farándula y una vida plagada de ostentosidad y barroquismo.
Con el apoyo de la Policía Federal, se convirtió en juez federal durante el gobierno de Carlos Menem en 1992, y en 1998, protagonizó un escándalo en el local “Spartacus” que ocupó durante días las páginas de diferentes medios, tras un video que se dio a conocer (en ese hecho participaron agentes de la SIDE y uno de los dueños del local, Luciano Garbellano).
El juez, sin embargo, sobrevivió a un juicio político y en el año 2001, la mayoría menemista del Senado lo confirmó en el cargo. De regreso al tercer piso del Juzgado Federal 5 volvió a protagonizar causas resonantes, siendo uno de los magistrados con más denuncias en el Consejo de la Magistratura. Por ejemplo, en el 2002, de regreso de un viaje a Suiza, Oyarbide dictó la falta de mérito a Menem por ocultar cuentas bancarias.
Ya en la era kirchnerista, sobreseyó en un trámite exprés a los ex presidentes Néstor y Cristina Kirchner, en una causa por enriquecimiento ilícito, luego que el patrimonio presidencial se incrementara, sólo en 2008, un 158%.
Fue cuestionado en la causa por medicamentos truchos –que terminó con la detención del Secretario General del Sindicato Bancario, Juan José Zanola.
Posteriormente fue apartado de la causa “Sueños compartidos” en donde metió presos a Pablo Schoklender, otorgándole la falta de mérito a la hija de Hebe Bonafini, por el desvío de fondos entregados millonarios a la Fundación de Madres de Plaza de Mayo para la construcción de viviendas sociales.
Otro hecho escandaloso que rodeó al funcionario fue la exhibición de un anillo de diamantes valuado en 250 mil dólares, que generó numerosas denuncias y hasta un peritaje para saber como lo había obtenido.
El año pasado, Oyarbide terminó imputado junto al entonces subsecretario legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Liuzzi por haber frenado el allanamiento a una financiera luego de haber recibido un llamado, del segundo de Zannini. | 
