En un recorrido sobre lo acontecido en las semanas de diciembre del 2001, podemos ver desconcierto en el ejecutivo nacional, disputas políticas, desaciertos económicos, malestar y reclamos de todos los sectores, cada día más pobres en las calles y más fuerzas policiales y de la gendarmería patrullando. Todo eso es lo que intentaremos reflejar en estas líneas, para recordar y darle una verdadera dimensión a lo acontecido.
El miércoles 19, fue una jornada de lucha y la maldita costumbre de matar se paseó en un ritual de asesinatos, que se fue repitiendo por las calles y plazas.
En la ciudad de Casilda, los vecinos decidían que “si no hay respuestas, el próximo paso es la rebelión fiscal”. Más de mil personas participaron de una manifestación convocada por obreros de la metalúrgica Gherardi. Anunciaron un paro regional para el jueves próximo.
Desbordado por la crisis, las protestas y la represión, De la Rúa decretó el estado de sitio por 30 días.
Lo decidió con la situación social ya fuera de control. El presidente se dirigió públicamente al país en un mensaje televisivo. En su discurso convocó infructuosamente a las fuerzas opositoras a colaborar en el sostenimiento de la gestión de gobierno. Casi simultáneamente en todo el país, y especialmente en la ciudad de Buenos Aires, muchísimas personas salieron de sus casas y confluyeron en una masiva protesta popular expresada en el golpe de las cacerolas, ocuparon la calle y espontáneamente se dirigieron en grandes columnas hacia a la Plaza de Mayo.
Todos los ministros le presentaron la dimisión al presidente. La rebelión contra el estado de sitio apuró la caída de Cavallo. Tras una frenética jornada colmada de saqueos y violencia el jefe de Hacienda presentó la renuncia y partió tras nueve meses de desaciertos.
Movilizaciones, balas y muertos
Durante todo ese día, Rosario se había movilizado para repudiar al gobierno y se vivió un día de inusitada violencia. En la prensa escrita de la ciudad se podía leer “117 detenidos, cuatro muertos y casi 200 heridos en una jornada de saqueos y represión. A lo largo del día, se multiplicaron los enfrentamientos en distintas zonas de la ciudad. La lluvia de piedras y las balas policiales tiñeron la tarde de negro. Villa Banana embistió contra los súper. Grupos de vecinos se llevaron alimentos de dos comercios. En estos episodios se produjo una de las muertes. Máxima tensión y una intensa pedrada en Lamadrid y Grandoli. Fuertes enfrentamientos y múltiples saqueos en la zona sur de la ciudad. Desocupados ingresaron a comercios y se llevaron lo que pudieron. Corridas y disparos en las calles piquetes, piedras y balas. En torno a la circunvalación hubo varios intentos de saqueos a camiones con comida. El desborde no dejó nada en pie. El temor a los saqueos se trasladó desde los barrios a la peatonal. La psicosis paralizó el comercio en el microcentro. De un comerciante a los manifestantes “¿Por qué no van a saquear al Congreso?”. Villa Gobernador Gálvez sacudida por saqueos a varios supermercados. Una mujer murió y decenas de personas resultaron heridas”.
El titular de gobierno provincial, Carlos Reutemannn, dijo que era un momento terriblemente difícil. Mientras, la policía provincial, bajo su mando, asesinaba y reprimía a los que reclamaban comida. El ministro Domínguez pidió paz y no descartó nuevos episodios de violencia. La tensión social repercutió en Binner y en el Concejo. Algunos comerciantes se enfrentaron a los manifestantes.
La CTA convocó a un paro nacional. El senado votó la prórroga de las sesiones ordinarias. Diputados votó para liberar las cuentas de empleados y pasivos, también dio media sanción a un proyecto para eliminar los superpoderes que tenía Cavallo.
Hasta ese momento, eran varios los muertos en distintos puntos del país. Era máxima la tensión en el país de la furia. Los saqueos y choques con la policía y comerciantes provocaron centenares de heridos y detenidos. La bronca hizo sentir su peso en las provincias. El clima caótico se multiplicó de la mano de numerosas manifestaciones populares frente a los supermercados. El justicialismo machacó sobre la debilidad del jefe del Estado. Menem exigió al gobierno superar el estado de anarquía. El Consejo Nacional Justicialista pareció dar el aval al estado de sitio. Reacciones dispares de los políticos tras los disturbios.
Trágicos hechos de violencia en las calles de la ciudad de Santa Fe. Mataron a un joven y había varios heridos. Dos periodistas fueron internados tras los saqueos a supermercados y hubo numerosas detenciones. Accidentada reunión multisectorial de diálogo político. Un grupo de manifestantes insultó a De la Rúa y apedreó su auto. El incidente tuvo lugar cuando el presidente se retiraba de la sede de Caritas, a 200 metros de la casa rosada. Siete millones de pesos contra el hambre: el gobierno distribuirá ese importe en alimentos en los puntos más críticos del país y destrabará planes trabajar.
Dos años de ajustes sin ninguna red de contención. El peronismo tenía una prohibición: compartir la función de gobierno. Los editoriales afirmaban: “La clase política frente al desafío de ponerse los pantalones largos” y, para muchos, la única solución era la renuncia del presidente. El mundo hizo foco en los disturbios. El gobierno buscaba impedir el drenaje de fondos del sistema financiero. El Banco Central pondría límites a la apertura de nuevas cuentas. La autoridad monetaria solicitó a los bancos un informe para poder identificar la repetición de titulares. Los bancos ampliarán el horario de atención.
El gobierno nacional, pedía apoyo internacional para que venga un auxilio financiero. El tesoro de EEUU solicitaba al FMI que ayude. Los saqueos movilizaron a Paul O’neill, pero fuentes del Departamento de Estado avalan la renuncia de Cavallo. El mercado salió inmune de la ola de saqueos que sacudía al país. Se declaró en cesación de pagos la siderúrgica Acindar. La empresa de Villa Constitución comunicó a la bolsa que no podrá afrontar vencimientos de capital e intereses. Una jueza laboral ordenó el arresto de un banquero que no liberó depósitos. Postergaron las cifras del déficit. El Banco Mundial confirmó que los créditos fueron al freezer. Una calificadora pronosticó un default para el mes de enero.
El estallido continuó el 20. La mayoría de los comercios optaron por permanecer cerrados. Saqueos, pedradas y tiroteos volvieron a adueñarse de la zona sur. La tensión ganó las calles nuevamente y hubo violentos choques entre policías y manifestantes. En Rosario, balearon a un periodista de La Capital: Claudio Berón fue alcanzado por una bala en la espalda mientras cubría un piquete en reclamo de alimentos. Duelo en la ciudad por las víctimas de los incidentes del miércoles 19. El asesinato de Pocho Lepratti marcaba el nacimiento de un mártir en Ludueña. Una multitud de jóvenes, mujeres y niños desconsolados se convocó en el barrio para despedir sus restos. Cuatro historias y un mismo final trágico: Juan Alberto Delgado, Graciela Acosta, Yanina García y Rubén Pereyra: todos fallecieron baleados. Una marcha reunió a gente sin banderas políticas y a militantes. Cinco mil rosarinos expresaron su bronca contra los políticos. Muchos se enteraron en el Monumento a la Bandera sobre la renuncia del presidente Fernando De la Rúa.
Reutemann, además de desatar una represión brutal, anunciaban que “ya se repartieron 42 mil unidades de ayuda alimentaria. La entrega de cajas con alimentos a carenciados se duplicó en sólo tres días”. El problema era cómo se organizaba la distribución, y debían poner custodia policial para evitar desbordes. En Rosario, la actividad comercial quedó resentida por los vaivenes del clima social. El centro se despobló hacia las 14. En el noroeste hubo persianas bajas y el sur no tuvo movimiento. Ocho civiles y cuatro policías fueron heridos en los disturbios.
A la una de la madrugada del jueves 20 de diciembre, al mismo tiempo en que se difundía por televisión la renuncia de Domingo Cavallo, la Policía Federal destacada en la Plaza de Mayo comenzó a lanzar gases lacrimógenos sobre los manifestantes que se habían congregado allí, pacífica y ruidosamente. No fueron respetados ancianos, mujeres o chicos.
La reacción policial fue brutal. Frente a ello, muchos manifestantes volvieron a sus casas o se alejaron considerablemente de la zona de la Plaza de Mayo y de la Plaza de los Dos Congresos. Sin embargo, grupos numerosos, más activos, permanecieron en el lugar y resistieron la intervención policial. A partir de entonces se produjeron incendios, pedradas en distintos lugares de la zona céntrica. Todos los participantes de la virtual pueblada permanecían en la periferia y parte de ellos continuaban avanzando sobre la Plaza de Mayo. La situación se prolongó hasta bien entrada la madrugada. Con el correr de las horas, entrada ya la mañana y a plena luz, muchos manifestantes volvieron a congregarse en la Plaza de Mayo y el Congreso Nacional.
Hacia las dos de la tarde, grupos heterogéneos convergían sobre la plaza: partidos de izquierda y la Corriente Clasista Combativa (CCC) de La Matanza, marchaban hacia allí junto a oficinistas, con sus trajes y maletines. Media hora más tarde y aunque la situación era tranquila, la Policía Federal intervino nuevamente. Primero se escucharon sirenas. Luego llegaron carros de asalto y se armó la primera fila de la Guardia de Infantería con cuya intervención comenzó la represión.
Se trató de una reacción de violencia extrema frente a un conjunto de personas que, al tiempo de la intervención policial, manifestaban pacíficamente. Frente a ello, algunos grupos reaccionaron arrojando piedras, palos y adoquines contra los agentes policiales y contra algunos edificios públicos o bancos. Los tachos de basura y los bancos de la plaza fueron incendiados y con ellos se montaron barricadas. Todos corrían, hacia un lado y otro. Una hora más tarde, la policía había logrado montar su centro de operaciones en Rivadavia y Entre Ríos. Los manifestantes habían quedado repartidos en varias esquinas. Mientras la policía reprimía a los manifestantes frente al Congreso Nacional, a sólo dos cuadras de allí eran devastados varios comercios. Estos enfrentamientos urbanos se sucedieron hasta la noche.
La jueza federal María Romilda Servini de Cubría se hizo presente en la Plaza de Mayo durante el momento más álgido de la represión y ordenó a los jefes policiales a cargo, el cese inmediato de la represión. Su orden, sin embargo, no fue acatada. Los jefes policiales respondieron que el Ministro del Interior había dispuesto desalojar la totalidad de la Plaza de Mayo. En este contexto fueron heridos de bala y perdieron la vida al menos cinco personas: Diego Lamagna (26), Alberto Márquez (57), Marcelo Gastón Riva (30), Carlos Almirón (24), Gustavo Benedetto (23). Al menos cinco personas más recibieron heridas de bala de plomo. Otros muchos, incontables, sufrieron golpes, empellones de caballo y padecieron el efecto de los gases.
Dos días donde todo fue tierra de nadie. Otra jornada cargada de incertidumbre y violencia en las calles. Las fuerzas de la federal y las policías provinciales estaban y actuaban como cebadas por la muerte. El episcopado exhortó a cuidar la democracia y la ética política. Los peronistas y sus internas debían enfrentar varias amenazas. La TV fue el espejo de una realidad atravesada por la tragedia. Algunos argentinos vieron pasar su propia historia por las pantallas de televisión, mientras otros protestaban y luchaban por las calles y avenidas. Los saqueos, la represión y el helicóptero llevando al presidente, imágenes de un “flashback” indeseado. En el momento de la renuncia del presidente la televisora estatal pasaba dibujos animados. Se adujo un paro de trabajadores en la emisora.
Tras 740 días de mandato, el presidente abandonó el poder envuelto en fuertes críticas. Los diarios con títulos de catástrofe decían “Cayó De la Rúa, vuelve el PJ”. El incontenible estallido social precipitó la renuncia. Negativa peronista a compartir el gobierno. La asamblea legislativa aceptaría la renuncia. El Congreso Nacional sería el centro de todas las miradas. Diputados y senadores se reunirían para designar al sucesor del renunciante jefe del estado. Los gobernadores analizaron en San Luis la sucesión presidencial. El debate era si se completaba el mandato o llamaban a elecciones. Los mandatarios del PJ buscaban encontrar puntos comunes para enfrentar la crisis nacional. De la Rúa y Mestre fueron acusados por homicidio y desobediencia judicial. La magistrada Servini de Cubría los responsabilizaba por la feroz represión. La CGT oficial y la CTA ratificaron las medidas de fuerza y paro. Moyano definía el levantamiento de la huelga que comenzó a la medianoche. UTA no adhería. El camionero sintió pena por la partida de De la Rúa. Se ponía en marcha por vez primera la ley de acefalía. La norma, que regía desde 1975, fue sancionada durante el mandato de la entonces presidente Isabel Perón.
Tras una década, la convertibilidad ingresaba en la cuenta regresiva. El BCRA dispuso feriado cambiario, los bancos pagarían jubilaciones y se podría extraer dinero de las cuentas de salarios, con límites. Devaluación, la alternativa que pisaba más fuerte. El Congreso eliminó las medidas más cuestionadas de Cavallo. Derogaron los superpoderes y se liberaron los depósitos salariales. El senado votó por unanimidad un proyecto que había sido aprobado en diputados. Washington no dio señales de que saldría al rescate. Estados Unidos veía difícil que se pudiera afrontar el pago de la deuda. El FMI dijo estar listo para asistir al nuevo equipo económico en la búsqueda de un programa sostenible. Los analistas de Wall Street se mostraban pesimistas con la Argentina. El país estaba al borde de su mayor cesación de pagos.
Danza de presidentes y lucha por el poder
Renuncia de De la Rúa, ley de acefalía, asunción de uno, renuncia, asunción de otro, nueva renuncia, otro presidente, otra renuncia, disputas y otro presidente.
El país empezó a ver la danza de presidentes cuando los diarios anunciaban que “El presidente del Senado, Federico Ramón Puerta asumió la presidencia. El misionero fijó como su primer objetivo ayudar a las provincias para aplacar los ánimos. Rodríguez Saá será designado como el sucesor de De la Rúa. A las urnas el 3 de marzo. El presidente que completará el mandato hasta el 2003 se elegirá a través de la polémica ley de lemas. El PJ gambeteó los riesgos de su feroz interna. La justicia le prohibió salir del país a De la Rúa, que fue denunciado por homicidios reiterados. “Yo no estaba al frente de eso”, se excusó el ex presidente sobre la represión en el centro porteño. El jefe de la Federal pidió disculpas. Buenos Aires sigue en estado de sitio. El gobierno provisorio decidió restablecer la medida por expreso pedido del gobernador Ruckauf. Muchas personas se armaron para repeler supuestos ataques. Se aplaca la ola de saqueos en el país. Persiste una fuerte psicosis por el temor que generó la explosión de violencia en las principales ciudades. Empresarios piden créditos de tasa cero. De la Sota, Ruckauf y Kirchner pidieron que Reutemannn sea candidato. El mandatario santafesino se mostró satisfecho por la rapidez con la que el PJ definió la salida institucional (pero no se acordó de los asesinados por la represión en su provincia). El justicialismo se adueñó del vertiginoso día después. Los diarios del mundo creían que la crisis agitaba el fantasma del golpe.
Rodríguez Saá, De la Sota, Reutemann
La designación como presidente de Rodríguez Saá fue una decisión consensuada entre cinco gobernadores: el bonaerense Carlos Ruckauf, el cordobés José Manuel de la Sota, el santafesino Carlos Alberto Reutemannn, el santacruceño Néstor Kirchner y el pampeano Rubén Marín, así como, en menor medida, Duhalde, senador por Buenos Aires. La presidencia del puntano duró sólo siete días. Intrigas y conspiraciones en las filas del justicialismo, hicieron que desde San Luis anunciara su dimisión “indeclinable”, de la que responsabilizó a las “actitudes de mezquindad y retaceo” exhibidas por los dirigentes provinciales, arremetiendo particularmente contra De la Sota por “priorizar la interna partidaria a los intereses de la patria”.
Ante las renuncias de Adolfo Rodríguez Saá y la del presidente del Senado, Ramón Puerta, asumió el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Camaño, como presidente interino hasta tanto la Asamblea Legislativa designara un nuevo mandatario.
El vasto poderío del PJ bonaerense coronó en la Asamblea Legislativa, luego de una “refinada” operación política que depositó en la Presidencia, a su jefe máximo: Eduardo Duhalde. Homogéneo como pocos, en la movida tuvieron decisiva participación los máximos operadores duhaldistas en el Parlamento: Eduardo Camaño, José María Díaz Bancalari y José Pampuro, tres históricos, aunque el iniciador fue el gobernador bonaerense, Carlos Ruckauf, en la propia residencia de Chapadmalal, apenas comprobó que Adolfo Rodríguez Saá ya era historia.
Hubo un solitario intento de romper esa homogeneidad a cargo del cordobés José Manuel de la Sota, uno de los derrotados de esos días. Fue cuando, junto con Néstor Kirchner, ofrecieron a Carlos Reutemannn erigirlo como candidato presidencial para enfrentarlo a Duhalde en el recinto. Una fuente inobjetable dijo al diario La Capital que el gobernador santafesino rechazó la oferta por considerarla “aventurera”, especialmente porque la invitación le llegó media hora antes de que comenzara la Asamblea. Eduardo Duhalde entró en pánico, fue personalmente al Congreso y recorrió las oficinas en busca del apoyo necesario para llegar a la presidencia.
Reutemannn participaba de esas maniobras, reuniones y disputas palaciegas, despreocupado de lo acontecido en su provincia, con siete asesinatos, cientos de heridos, y muchos más brutalmente reprimidos.
Los bonaerenses, no bien advirtieron que la definición se daría de nuevo en la Asamblea, pensaron en alcanzar un acuerdo con la UCR y parte del Frepaso, lo cual de inmediato generó el resentimiento de por lo menos nueve gobernadores del PJ. Pero sabían que no tenían posibilidades. Precisamente, la tarea de Ruckauf fue acompañar en sus horas finales a Rodríguez Saá, quien, no se sabe si con ayuda o sin ella, antes de caer le dio un golpe tal vez definitivo a De la Sota, al acusarlo directamente de su renuncia. Entre los peronistas renació el clima de la campaña electoral de 1999, que separó a los bonaerenses de santafesinos y cordobeses.
La danza de los presidentes, de los postulantes, las renuncias, los que negociaban en nombre de otros, los apetitos de poder, las conspiraciones, las intrigas, los aprietes, todo hecho sobre los cuerpos de los asesinados, demostraron en esos días porque en las calles el pueblo gritaba “QUE SE VAYAN TODOS”.
Maldita esa maldita costumbre de matar
Como hemos visto, en este recorrido actuaron desde autoridades nacionales, provinciales, políticos, hasta empresarios, banqueros, gremialistas, economistas, fuerzas de la represión, desocupados, ocupados, y jubilados. A todos ellos los vimos en acción en esas jornadas de crisis. Y lo que pretendemos es realzar lo acontecido.
De esos días de diciembre del 2001, lo primero a destacar es la voluntad del pueblo de salir a las calles, las plazas, en defensa de sus reclamos, y enfrentar la represión. Dio nacimiento a numerosas manifestaciones de democracia directa, en las asambleas barriales.
Se continuó con las luchas con las que se enfrentó las políticas antipopulares del menemismo, y dejaron las bases para futuros conflictos, como las que se fueron dando hasta estos días. Un puente unió nuevas formas de lucha, donde la participación de cientos de miles de jóvenes fue lo destacable.
Se disputó el espacio público. Se fue desde los cortes de ruta de los 90 a las manifestaciones y asambleas del 2001. Los trabajadores dieron forma a las fábricas recuperadas. Tomas y producción bajo control obrero.
Lo segundo a subrayar fue la represión desatada por el gobierno nacional y las gobernaciones que fue brutal y salvaje. Con furia, sin piedad, se descargó contra niños, jóvenes, ancianos: gases, bastonazos, balas de goma, balas de plomo.
La bronca, la desesperación y la desocupación dio fuerza a mujeres y hombres para protestar y luchar cuerpo a cuerpo con los represores, y no hubo retroceso.
Lo tercero a enfatizar es que Ellos, los políticos, los grandes empresarios, los banqueros, se acomodaron, y salieron adelante. Los pasillos se llenaron de intrigas, pases de facturas. Pero negociaron para seguir explotando y reprimiendo. No se fue ninguno: ni los que llevaron al país a esa catástrofe, ni los que dieron las órdenes de matar, ni los que conspiraron, ni los que trenzaron. Todos en busca de más poder, sin importarles los asesinados, los heridos, y las tragedias de cientos de familias.
Y fueron muchos los heridos, los presos, los asesinados. En ellos nos debemos referenciar para seguir la lucha. Nuestro homenaje a losque cayeron en esas jornadas, pero siguen con nosotros en cada huelga, protesta y manifestación: Marcelo A. Pacini (15), Claudio Lepratti (35), Graciela Acosta (35), Juan Alberto Delgado (24), Rubén Pereyra (20), Walter Campos (17), Yanina García (18), Ricardo Villalba (16), Graciela Machado (35), Diego Ávila (24), Julio H. Flores (15), Damián Ramírez (14), Ariel M. Salas (30), Pablo Marcelo Guías (23), Víctor Ariel Enrique (21), Roberto A. Gramajo (19), Eduardo Legembre (20), Mariela Rosales (28), Diego Lamagna (26), Alberto Márquez (57), Gastón Riva (31), Carlos Almirón (23), Gustavo Benedetto (23), Rubén Aredes (30), Daniel Mataza (23), Cristian Gómez (25), Maximiliano Tasca (25), Sergio Pedernera (16), Jorge Cárdenas (52), José Vega (19), Carlos Manuel Spinelli (25), David Ernesto Moreno (13), Ramón Alberto Arapi (22), Romina Iturain (15), Eloísa Paniagua (13), José Daniel Rodríguez (25), Elvira Avaca (46), Luis Alberto Fernández (27).
Y también debemos recordar a los responsables de esos asesinatos, en la provincia de Santa Fe: al gobernador Carlos Reutemann, su ministro Lorenzo Domínguez, y el subsecretario de Seguridad Pública, Enrique Álvarez; al presidente De la Rúa, al secretario de Seguridad Interior, Enrique Mathov, y los gobernadores Ruckauf, De la Sota, entre otros.