El abandono de las calles a fines de la década de 1970 tuvo como consecuencia la progresiva institucionalización del feminismo, su “oenegización” e integración a las agendas oficiales. Vía esta integración, las feministas emprenderán lo que Nancy Fraser denominó un “giro enorme en el imaginario feminista: mientras la generación previa había buscado rehacer la economía política, esta se centró en transformar la cultura”. Hoy podemos decir que el alcance de esa batalla cultural es, como mínimo, contradictorio.
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