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La Izquierda Diario
26 de enero de 2016 Twitter Faceboock

NOVELA TV // TELEFE
Las Marías y los gusanos de seda
Carina A. Brzozowski | Agrupación Bordó Leo Norniella en Alimentación

Se crearon bandos en la trama, los obreros comenzaron a darse cuenta de que el abogado Uribe, personaje que interpreta Pablo Echarri, no vino a cambiar las cosas para bien en la empresa, sino que se trae algo más turbio. Hubo un despido, boicotearon una máquina, retrasaron el día de pago, pero a pesar de eso, ningún trabajador protestó, ningún delegado investigó el boicot ni organizó un plan de lucha para exigir el pago del aguinaldo.

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Ya sé, es una ficción. No me lo repitan porque lo tengo bien claro. Como también es bien claro el mensaje que nos quieren dar ahora mediante una ficción, una telenovela: no hay que luchar, “al portero lo echaron porque era un borracho y porque se robó la pieza de la máquina”. Estas cosas no son casuales, el guión no es inventado de la nada, estas cosas pasan y a los trabajadores conscientes, de clase, nos cuesta sentarnos a mirar una telenovela sin ponernos a buscar similitudes con situaciones bien actuales, bien reales.

Terminó el festejo de carnaval para los protagonistas, ya no hay mascaritas, ni murga, ni disfraces. La noche de las lentejuelas, donde las obreras se besan con desconocidos, terminó. A la mañana siguiente hubo que encender las máquinas de nuevo, las bobinas comenzaron a girar y las obreras, mate en mano, comenzaron su rutina.

Con el nuevo día también llega la conciencia de clase. Apenas esbozada pero asoma al fin, en el personaje de Nancy Dupláa, cuando comienza a sospechar del abogado, cuando lo sorprende merodeando la fábrica, se encuentran en la terraza y ella le dice: “esta es mi terraza, yo nací en esta fábrica, esta es mi terraza, Uribe” y le dice que desde ahí arriba todo se ve distinto. Le muestra la ubicación de su casa, el hospital donde nacieron sus hijos. Le abre el corazón y también le dice: “te cogería acá mismo, pero te desconfío” . La hubiese abrazado en ese momento, a María, por decirle eso, por desconfiar, por abrir el alma y el deseo que siente, pero a la vez, por desconfiar, porque está en juego su laburo, el de su familia y el de todo su barrio, sus amigos.

A su vez, el personaje de Esther Goris, Diana Liberman, controvertido, perverso, incestuoso, da rienda suelta a sus sueños. Un personaje místico, que raya en la locura, una mujer que cría gusanos de seda en su jardín. Una mujer que supo ser la niña rica, nieta del fundador de la téxtil Liberman, tiene en su cabeza la imagen de esplendor que vivió la fábrica en tiempos de su abuelo. La ricachona entre los gusanos de seda. Tan sutil y poética, como tremendamente burguesa y recalcitrante.

Diana Liberman: “La fábrica es mía y vos también”

Ella, Diana, también nos muestra su mundo, claro, totalmente opuesto al de María, que le muestra a Uribe el suyo, desde una terraza que no es de ella, pero sí lo es el esfuerzo que hace cada día por esos dos hijos que nacieron en ese barrio, donde la fábrica reina. Sí lo es el sueldo que Uribe y su gente le retienen un día más en el banco y ella se lo reprocha. Entonces claro que aplaudo a ese personaje cuando le dice: “te cojería acá mismo pero te desconfío”. “Hace mucho que no me gusta tanto un tipo” le dice, ella, que tiene a su marido en la casa, que no busca laburo, que es mal hablado, que la complace pero hasta ahí. Ella rechaza al abogado y lo pone en su lugar.

En el capítulo de ayer, Uribe la suspende, porque es grande su impotencia ante un reclamo de María, delante de todos sus compañeros. “¡quedás suspendida, por tres días, te vas ya! ¡Vamos! –Esta gente se va a revelar, pensé-. Si pasa eso, se termina la novela ya, a una semana de haber comenzado, dije. Pero no pasó. Todos sus compañeros miraban con la boca abierta. Ya sé que es una ficción, ¿pero nos gusta ver actores interpretando delegados que no luchan, que no defienden a su base?

La leona vive un momento de mucha tensión en la fábrica

En un adelanto del siguiente capítulo, Echarri le dice al dueño que esto es para asustarlos, para que vean que puede haber despidos, que por ahí se empieza, amedrentando a uno para que los otros se calmen. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

Por eso insisto, quien quiera ver ficción en esta telenovela, que lo haga, pero nunca una ficción es tal, ni las más livianas comedias lo son. Siempre encontramos dejos de realidad en ellas.

Todas las Marías tenemos un imperio por mostrar cuando abrimos nuestro corazón. A todas nos gusta decir: “ahí nací yo, ahí fui a la escuela, ahí nacieron mis hijos, ahí enterré a mis padres, ahí, en esa fábrica, trabajo yo”. Mientras a otras Marías, o en este caso Dianas, les gusta criar gusanos de seda.

 
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