Religiosidad y conservadurismo social
Un reciente artículo del Diario San Rafael, expresa que según el Registro Nacional de Cultos, en el sur mendocino existen 175 cultos por fuera del católico. San Rafael cuenta con 103, Gral. Alvear con 45 y Malargüe con 27. Prevalece el culto Evangélico, junto con otros como los Testigos de Jehová, los Adventistas del Séptimo Día, Pentecostales, Bautistas, Metodistas, etc. Según el artículo, en el último año San Rafael pasó de tener 92 centros de culto no católicos a sumar 103, lo que significa 11 nuevos en poco tiempo.
Según la “Primera Encuesta de Creencias y Actitudes Religiosas en la Argentina” del 2008 realizada por el CONICET, sobre un total relevado aproximadamente de 2400 casos, el 91,1% dice creer en Dios, mientras un 4,0% lo duda, y un 4,9% dice no creer. De los primeros, el 76,5% profesa el catolicismo, el 9% evangelismo, un 1,2% son Testigos de Jehová, los Mormones representan un 0,9%, y otras religiones un 1,2%. La Iglesia Católica reconoce la caída en la cantidad de sus fieles, aunque la minimiza. Esta misma encuesta, reveló una caída del 14% en 48 años en la cantidad de argentinos que dice ser católico.
Se combina así, la propagación de nuevos cultos con una merma en la cantidad de fieles católicos. Sin embargo, esto no afecta de manera directa la disminución de la hegemonía institucional de la Iglesia Católica en el sur mendocino. De conjunto tanto el culto católico como el resto, más allá de sus particularidades, aportan a cimentar una superestructura ideológica que matriza culturalmente un sentido común conservador en las capas del pueblo trabajador de estas localidades.
Crítica religiosa y lucha política
La encuesta a la que hacíamos mención más arriba, afirma que se recurre a Dios en momentos de dolor. En momentos de sufrimiento lo hace un 45,0%, cuando necesitan ayuda específica un 14,3% y para reflexionar acerca del sentido de la vida un 12,8%. Es evidente que grandes capas del pueblo trabajador encuentran en las diversas expresiones religiosas una contención que le otorga sentido a sus pesares, sufrimientos, necesidades, etc.
Desde la teoría científica del materialismo histórico formulada por Marx y Engels a mediados del s.XIX, podría interpretarse lo anterior como la proyección idealizada en una deidad supra-real de las necesidades humanas originadas en las condiciones reales materiales y concretas de existencia en el marco de un determinado contexto socio-histórico particular, resignificando el dolor o padecer que de ellas se genera como “naturalmente” intrínsecos a la condición humana, a ser saldados espiritualmente en el beneplácito de tal o cual deidad y en la promesa de tal o cual paraíso terrenal o celestial sin necesidad, ni dolor, ni sufrimiento, etc.
La religión, más allá de tal o cual expresión de fe en particular, en el marco de la sociedad capitalista actual, justifica socialmente la desigualdad imperante y fundamental de clase, entre explotadores y explotados, entre opresores y oprimidos. Legitimando de esta manera, como “naturales” las necesidades que de ella surgen como es el hambre, la falta de vivienda, de salud, de educación, de trasporte, etc.; es decir, de la pobreza y la marginalidad en general.
En este sentido, Marx argumentaba que: “La religión es la interpretación general de este mundo, su resumen enciclopédico, su lógica en forma popular, su point d’honneur espiritualista, su exaltación, su sanción moral, su solemne complemento, su consuelo y justificación universal. Es la realización fantástica del ser humano, porque el ser humano no tiene una verdadera realidad.” Mientras que Lenin, uno de entre sus más consecuentes seguidores y principal dirigente de la Revolución Rusa, expresaba que: “La raíz más profunda de la religión en nuestros tiempos es la opresión social de las masas trabajadoras, su aparente impotencia total frente a las fuerzas ciegas del capitalismo [...]. El miedo a la fuerza ciega del capital –ciega porque no puede ser prevista por las masas del pueblo-, que a cada paso amenaza con aportar y aporta al proletario o al pequeño propietario la perdición, la ruina inesperada, repentina, casual, convirtiéndolo en mendigo, en indigente, arrojándole a la prostitución, acarreándole la muerte por hambre: he ahí la raíz de la religión contemporánea”.
La problemática que se le presenta de conjunto a laicos, agnósticos, ateos, progresistas, izquierdistas, o críticos en general, etc., preocupados por el marcado conservadurismo social religiosamente apuntalado de la región, pero principalmente a los marxistas revolucionarios que pretenden hacer de esta preocupación una crítica política social militante, es ¿cómo poder subvertir dicha adversidad cultural para allanar el camino a un diálogo más fraternal con el pueblo trabajador en su mayoría creyente? No hay recetas para esto.
Pero en base a la experiencia histórica acumulada por el movimiento obrero, podríamos urgir en términos generales que se trata de una tarea doble: por un lado, es necesario apostar a la construcción de un partido revolucionario consiente y consecuente tanto en su pensar y hacer, en base como mencionábamos a la teoría científica del materialismo histórico formulada por Marx y Engels, como concepción científica del mundo y de la historia; y en segundo lugar, complementariamente a lo anterior, no lanzarse a las aventuras de una guerra contra la religión, sino que desde el ceno de este partido consiente, trabajar paciente y pedagógicamente en la educación y organización de los trabajadores al calor de sus luchas por sus reivindicaciones económicas y sociales mínimas e inmediatas, como mejores salarios o mejores condiciones de trabajo, etc., en post claramente de su emancipación política definitiva.
Durante el marcado año electoral pasado, el Frente de Izquierda para la categoría de gobernador provincial en la cuarta sección electoral que incluye a los tres departamentos sureños obtuvo un promedio de 4,94%, alrededor de 8 mil votos. En línea con la pregunta que hacíamos en el párrafo anterior, se puede interpretar este resultado como la expresión política relativa de un sector del pueblo trabajador de la región creyente que sin embargo votó a la izquierda cuyo programa sostiene algunas consignas como la laicidad del Estado, la separación de la Iglesia y el Estado, o puntos más controversiales como la legalización del aborto, entre otras de otra índole. Por ende, no caemos en una interpretación mecanicista del voto al FIT en el sur provincial como de izquierda en sí, o mucho menos clasista, más en lo que respecta a una faceta tan sensible de su idiosincrasia cultural.
Sin embargo, dicho resultado electoral y su incidencia política, social y cultural, no debe interpretarse como un hecho aislado en sí mismo, sino como la expresión electoral conjugada de distintas luchas concretas aisladas junto a sus protagonistas más allá de las creencias religiosas que ellos profesen o no: Contra la mega-minería contaminante y en defensa de la Ley 7722 junto a organizaciones socio-ambientales independientes; en contra de la violencia de género y por el #NiUnaMenos; contra la violencia policial y el gatillo fácil; entre otras.
Aunque aisladas junto a una expresión electoral relativa, de conjunto ambos fenómenos se constituyen en un gran punto de apoyo para las luchas venideras en el actual periodo abierto de ajuste macrista. Para las cuales, junto con otras organizaciones políticas y sociales, el PTS en el Frente de Izquierda se predispone como ese partido conscientemente consecuente.
Siendo capaces a su vez de tender a significarlas en su desarrollo como experiencias educativas y pedagógicas para quienes de ellas formen parte, en la necesidad de ahondar en la elaboración colectiva de críticas a la religiosidad y el conservadurismo social culturalmente predominantes, ya que en general estos factores culturales se presentan como: por un lado, trabas para la consecución de las mismas luchas; y por otro, como obstáculos en la toma de consciencia real de lo que ellas significan políticamente.
En palabras de Engels, se trata en síntesis de que: “Sólo la lucha de clase de las masas obreras, al atraer ampliamente a las vastas capas proletarias a una práctica social consciente y revolucionaria, será capaz de librar de verdad a las masas oprimidas del yugo de la religión”.
Se trataría al menos entonces de un intento más de romper desde abajo y desde el sur con el mito de la Mendoza conservadora. |