La empobrecida isla caribeña pasa por una profunda crisis política desde que, en octubre de 2015, el candidato de la oposición, Jude Celestin, del partido LAPEH (Liga Alternativa para el Progreso y Emancipación de Haití) rechazó disputar el segundo turno con Jovenel Moise, un empresario exportdor de bananas y candidato oficialista apoyado por Estados Unidos, alegando que hubo fraude electoral en el primer turno, lo que provocó intensas protestas populares contra el candidato del gobierno.
Debido a las fuertes manifestaciones contra el gobierno y la ocupación imperialista de la Minustah (Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití), las elecciones presidenciales fueron pospuestas para enero de este año por el Consejo Electoral Provisorio (CEP). Sin embargo, el candidato opositor mantuvo su boicot al segundo turno y una vez más los haitianos salieron a las calles, esta vez exigiendo la realización de nuevas elecciones sin Michel Martelly en la presidencia.
Los manifestantes destruyeron secciones electorales, denunciaban la corrupción generalizada del régimen y de las instituciones del Estado, mientras la Policía Nacional de Haití (PNH), bajo las órdenes de las marionetas oficialistas del imperialismo, reprimían brutalmente a la población haitiana, intentado dispesar y suprimir por la fuerza las protestas.
Martelly gobernó Haití bajo decretos, su gobierno estuvo marcado por fraudes electorales y constantes casos de corrupción que buscaban favorecer los intereses de la elites agroexportadoras y facilitar el saqueo de recursos naturales del país por el imperialismo, principalmente de Estados Unidos.
En 2010, la isla caribeña sufrió un terremoto que mató a 200.000 personas y dejó a miles de haitianos sin techo dispersos por el país. Hasta hoy, miles de haitianos siguen sin un techo para vivir y los campamentos que fueron construidos como una medida emergenciasl para abrigar a los sin techo son insuficientes.
En las areas más marginalizadas y pobres del país hay una preocupante epidemia de cólera, ausencia de saneamiento público, falta de agua y de servicios públicos, que son hechos en gran parte por ONG e instituciones privadas, que evidentemente no proveen o sirven en forma eficiente a la población.
Con todos estos problemas, está el agregado del Estado policiaco impuesto por el imperialismo, enmascarado como si fuese una "misión de paz" para ayudar y estabilizar el país. Esa misma misión de estabilización imperialista tiene la función de asegurar las elecciones en el país, siendo cómplice de los fraudes electorales para, de hecho, asegurar la victoria de las marionetas oficialistas del imperialismo.
Por otro lado, la Minustah sirve también como fuerza de represión a las manifestaciones populares contra su intervención en el país, y en el caso brasilero el problema es más grave ya que las tropas brasileras comandan la coalición militar extranjera y muchos soldados brasileros fueron entrenados en Haití para reprimir a la población pobre de las favelas, a través de las intervenciones militares apoyadas y patrocinadas por el gobierno del PT para instalar las Unidades de Policía Pacificadora (PPP) en las favelas de los Complejos de Maré y Alemão, en Rio de Janeiro.
Las sucesivas protestas violentas contra el gobierno tuvieron la participación increible de la juventud haitiana, que estaba en la primera línea de los enfrentamientos con la Policía Nacional de Haití. Durante las manifestaciones, diversas organizaciones estudiantiles y de jóvenes de barrios pobres se articularon para exigir la reuncia de Martelly y el retiro inmediato de tropas de ocupación. Consignas de fuerte carácter antiimperialista como "No al saqueo de recursos naturales" y "Fuera Minustah" hacen eco entre la juventud haitiana.
A pesar de esta importante victoria de la población haitiana con la renuncia de Michel Martelly, el imperialismo y la burguesía haitianas siguen intentando controlar y sofocar las aspiraciones democráticas de las masas. Según el expresidente Martelly, "a pesar del acuerdo, necesitamos seguir vigilantes porque hay personas que no estarán de acuerdo", refiriéndose a las violentas manifestaciones contra el gobierno, mostrando también temor. Ya el imperialismo desea estabilidad para seguir el saqueo y la explotación del pueblo haitiano, independiente del partido que gane las elecciones venideras, ya que la jefa de la Minustah, Sandra Honoré, pidió a los partidos que rechacen la violencia.
La población pobre y la juventud haitianas no desean solo un coambio político, lo que se evidencia en este proceso es un profundo cuestionamiento y repudio a la podredumbre del corrupto régimen político del país, dominado por las élites agroexportadoras y el imperialismo. El pueblo haitiano necesita servicios públicos de calidad, infraestructura urbana adecuada y viviendas dignas para los miles de sin techo que viven en el país, y ningún representante politico del gobierno y sus posibles sucesores pueden y quieren resolver esos problemas sociales. En este sentido, queda claro el por qué del rechazo popular contra todas las instituciones públicas del EStado, contra el fraudulento CEP y contra los políticos oficialistas.
Como si fuese ironía de la historia, la lucha que se desarrolla en Haití es por la emancipación de su pueblo contra los parásitos imperialistas. | 
