De padres diplomáticos, nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914, tiempo después de iniciada la Primera Guerra Mundial. A sus cuatro años se estableció junto con sus padres en Argentina, específicamente en la localidad bonaerense de Banfield. Vivió en diferentes lugares de Buenos Aires hasta que en 1951 se radica definitivamente en París donde trabajó como traductor de la UNESCO. Allí muere a los 69 años, consecuencia de la leucemia que padecía.
Cortazar logró imponer un antes y un después en la literatura argentina y latinoamericana. Sus novelas y sus cuentos marcaron otra forma de hacer literatura que rompió moldes jugando con la temporalidad, trazando esa delgada línea entre lo real y lo fantástico. Rayuela (1963) es para el autor “una fuente continua de sorpresas”. Una novela que entremezcla narrativa y poesía rompiendo con todos los estándares del momento. Modifica radicalmente el rol del lector ubicándolo en un papel central y activo ofreciendo que sea él mismo quien decida el orden en que quiere leer la novela.
“La noche boca arriba” es un cuento incluido en Final de Juego (1956) donde se narra la historia de un joven que se accidenta paseando en moto o un sacrificio humano a manos de aztecas. Historias que se cruzan, van y vuelven a través de la frontera entre fantasía y realidad.
La literatura de Cortazar se volcó, casi sin intención, hacia un público juvenil porque cuestiona de manera implacable las formas, las relaciones, el sistema. Enseña a desnaturalizar el mundo para imprimir una óptica diferente a la que ofrecen los valores occidentales. En Historias de Cronopios y de Famas (1962) a través de sensibles Cronopios, ingenuas Esperanzas y ambiciosas Famas, expone de manera lúdica en una serie de relatos cortos su mirada de la sociedad.
No se puede omitir su desencanto con el peronismo que lo llevó a migrar hacia Francia, cómo tampoco su apoyo a procesos revolucionarios y de liberación nacional latinoamericanos como la Revolución cubana y la Revolución Sandinista.
En Bestiario (1951) se publica “Casa tomada”, la historia de dos hermanos que van siendo expulsados de su casa por alguna cosa que desconocen pero los atemoriza. Muchos interpretan que es una metáfora de su condición en la Argentina peronista que lo va llevando a irse del País. Cortazar consultado en entrevista en Radio Televisión Española (1977) explica que el cuento es simplemente un sueño, aunque no descarta haber impreso ese contenido al sueño inconscientemente.
Su interés político comienza a aparecer tras su visita a Cuba en 1962, tal como lo relata en la entrevista en “El Juglar” de México (1983), y va aumentando paulatinamente su compromiso y participación. Entre otras iniciativas en 1970 se solidariza con Salvador Allende; dona premios y derechos de autor a diferentes causas como a presos políticos argentinos o el premio Médicis (1974) a la resistencia chilena; en 1975 participa en la Comisión Internacional de Investigación de los Crímenes de la Junta Militar de Chile, en 1979 participa de la iniciativa Habeas contra las dictaduras latinoamericanas impulsada por Gabriel García Marquez y Ernesto Cardenal, entre otros, motivo por el cual es investigado por la dictadura argentina.
Resultó inevitable que dicha experiencia política se vaya colando en su producción literaria, el ejemplo más claro es El Libro de Manuel (1973), novela que incluye en la narración recortes de diarios y artículos periodísticos de la actualidad política y social del momento que le sirven de apoyo para armar el relato.
En diciembre 1983, coincidiendo con el fin de la dictadura militar argentina, visitó por última vez su país luego de 32 años que él mismo calificó como exilio. Aunque el gobierno de Raúl Alfonsín lo trató con la mayor de las indiferencias, tal vez anticipando lo que sería su política conciliadora con los responsables del peor genocidio de la historia argentina, recibió la calidez y el cariño de la gente en numerosas ovaciones espontáneas.
La obra de Julio Cortazar mantendrá por siempre vivo el fantasma de un Cronopio que recorre jóvenes, y no tanto. Habrá quien lo lea y quien no, quien lo ignore o sea indiferente, pero siempre habrá de esas “revelaciones inesperadas” que un cuento o una novela “pueden provocar en un adolescente o en un adulto, y cambiar acaso completamente su vida”. |