Con esas exultantes exclamaciones, David Reitze, director ejecutivo del laboratorio LIGO (Laser Interferometer Gravitational-Wave Observatory) anunciaba ayer en conferencia de prensa al mediodía en Washington DC la detección -y por ende la existencia- de ondas gravitacionales.
La alegría no era para menos. Quienes escuchábamos las sucesivas exposiciones de los investigadores en la teleconferencia estábamos conscientes de la trascendencia histórica para la ciencia y para las concepciones humanas sobre el espacio, el tiempo y la naturaleza misma de la estructura del universo.
La investigadora Gabriela González, nacida en Argentina y vocera de la colaboración LIGO, que involucra a un millar de científicos y a dieciséis países, detalló que el evento fue observado fuerte y claro, el 14 de septiembre de 2015, por dos detectores muy similares, ubicados a cientos de kilómetros entre sí, uno en Livingston, Louisiana, y el otro en Hanford, Washington, EE. UU.
El análisis de los datos arrojó que las ondas gravitacionales detectadas provienen de la colisión de dos agujeros negros –campos gravitacionales extremadamente intensos creados por estrellas gigantes que colapsaron a un punto infinitesimal-. Este acontecimiento astrofísico extremo se originó hace unos mil trescientos millones de años atrás, en momentos en que en la Tierra había comenzado a desarrollarse la diferenciación celular.
Se estima que esos agujeros negros tenían unas 29 y 36 veces la masa del Sol, describiendo movimientos en espiral uno respecto del otro, que los llevó a acercarse y fundirse en un único agujero negro de unas 62 masas solares. Las tres masas solares restantes fueron el combustible, la energía, que en una fracción de segundo, con una potencia equivalente a 50 veces la de todo el universo visible, disparó el tren de ondas gravitacional que finalmente alcanzó el instrumental terrestre el año pasado.
Una simulación numérica puede verse en:
La señales detectadas comenzaron como oscilaciones de 35 ciclos por segundo (Hz), que rápidamente se incrementaron a 250 Hz. Todo el proceso ocurrió en un cuarto de segundo. Fue crucial en el experimento que ambos detectores LIGO exhibieran el mismo tipo de señal ocurriendo casi al mismo tiempo. La diferencia temporal de 7 milisegundos entre ellos, es una muestra de como las ondas atravesaron la Tierra.
Una representación en audio de las ondas gravitatorias puede escucharse aquí:
El histórico descubrimiento, además de ser una reafirmación de la teoría de la relatividad general, abre una nueva perspectiva para una astronomía “telescópica” de ondas gravitacionales que permitan ampliar los conocimientos de varios ámbitos de la física, incluyendo los agujeros negros, estrellas de neutrones, supernovas, el universo en su etapa más temprana de formación y cómo se comporta la materia a densidades extremadamente altas.