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La dimisión de la lideresa del PP madrileño llega después de los registros realizados por la Guardia Civil el pasado jueves en la sede de la calle Génova, que investigan una posible financiación ilegal del Partido dentro de la Operación Púnica.
Las razones, según ella, radican en “la gravedad de esas informaciones, aunque no estén demostradas” que señalan a la financiación ilegal en su partido. “Ni los de Podemos dicen que sea la culpable, pero sí soy la responsable política”, afirma.
Es decir, dimite de su cargo por no haberse enterado de las triquiñuelas de sus principales colaboradores. Aunque ella sigue siendo casta y pura, impoluta frente a las investigaciones de la Púnica que apuntan a una financiación ilegal del PP madrileño de dos millones de euros, la trama Gürtel y los escándalos de Caja Madrid, que han tocado nada mensos a sus principales personas de confianza en el Gobierno regional. Por eso estas explicaciones no las cree nadie, ni ella misma.
Puestos a buscar motivos, más sensato resulta pensar que Aguirre está preocupada por las derivaciones que pueda tener en el futuro la investigación de la financiación ilegal del PP. Su dimisión llega un mes después de la renuncia, mantenida en secreto hasta ahora, de su secretario general del PP madrileño, Ignacio González. Aunque afirman que la salida de escena de González nada tiene que ver con las investigaciones, las sospechas flotan en el aire.
Su retirada de la presidencia del PP en la capital, por otro lado, aunque atornillándose aún más a su sillón en el Ayuntamiento, es un intento de propiciar una suerte de “regeneración tutelada” del PP madrileño, donde su figura ha perdido cada ha perdido mucho poder orgánico. Aunque aún queda por verse si las “nuevas generaciones” del PP, como Andrea Levy, Javier Maroto o Borja Sémper, que andan pidiendo una purga en el PP “caiga quien caiga”, la dejan seguir jugando el papel de hada madrina.
Pero sobre todo hay un elemento de política interna: el PP es un barco que se hunde por el peso de la corrupción. Aguirre, que sigue siendo una “oficial de cubierta” -aunque cada vez más venida a menos- con su “sacrificio” le ha enviado un brulote –para seguir con la metáfora náutica- a su “capitán”, Rajoy, como diciéndole: dimito para regenerar el PP en Madrid, ¿no habría que hacer lo mismo a nivel nacional, Mariano? “He hablado con Rajoy y lo entiende”, ha dicho Aguire. Y claro que la entiende.
El gesto de Aguirre, porque no es más que un gesto, deja a Rajoy en una peor situación política de la que ya estaba. Cada vez más aislado y atalonado en una posición de liderazgo insostenible, la dimisión de Aguirre deja en evidencia la complacencia de Rajoy con la corrupción. Rajoy no dio ninguna respuesta ni asumió ninguna responsabilidad por escándalos mayúsculos como la trama Gürtel y los papeles de Bárcenas, y cuando estalló el último escándalo de corrupción en el PP valenciano que puso en la picota a Rita Barberá, resolvió blindar a la exalcaldesa de Valencia en el Senado, a espaldas de la dirección de su partido.
La Espe siempre ha sido una de las principales enemigas internas de Rajoy. Formada en las filas de los neocon y muy cercana durante muchos años a Aznar (hasta que las ultimas elecciones sellaron la ruptura del tándem Aguirre-Botella), hace años que impulsa una dura oposición interna a Rajoy. Desde las filas de la dirección del PP aseguran que Aguirre es “es capaz de dimitir para que se vaya Mariano”, según informó eldiario.es. Y no se equivocan.
En un clima de profunda descomposición interna, el nuevo “renunciamiento” de Aguirre (y van), deja a Rajoy en el peor de los mundos ante una eventual nueva convocatoria a elecciones. Un escenario todavía incierto, pero en el que cada vez más Rajoy parece estar fuera de carrera.
Aguirre, al frente de la política del PP madrileño por más de una década, llegó a la Asamblea de Madrid de la mano del tristemente famoso “tamayazo”, el turbio episodio de transfuguismo político de dos diputados autonómicos del PSOE que en 2013 se negaron a votar a su candidato y provocaron una repetición electoral que encumbró a la lideresa al frente del gobierno de la Comunidad de Madrid.
Así, con votos comprados y una campaña electoral financiada por Fundescam, la no menos turbia fundación encabezada por Francisco Correa que facturó los gastos de la campaña de Aguirre en 2003 y fue la recaudadora entre importantes empresas, Aguirre ascendió a la “alta política” de los conservadores en Madrid.
Rodeada de escándalos de corrupción que la acompañaron –como a todo el PP- desde su misma llegada al poder, hoy su estrella se está apagando. Pero queda claro que la lideresa está dispuesta a morir matando. Cosas de la política burguesa. |