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La Izquierda Diario
2 de marzo de 2016 Twitter Faceboock

Teatro
Teatro para los oprimidos
Carolina Lucero

Augusto Boal, dramaturgo y director brasileño, fue quien desarrolló la poética del Teatro del Oprimido. Elaboró un método y formulación teórica que tiene concepción de un teatro como transformador social.

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Boal parte de la premisa de que todo teatro es necesariamente político. Porque políticas son todas las actividades del hombre y el teatro es una de ellas.
Además el teatro debe entenderse como un arma, un arma muy eficiente, por eso hay que pelear por él. Por esto que las clases dominantes intentan en forma permanente, adueñarse del teatro y utilizarlo como herramienta de dominación. Pero éste igualmente puede ser un arma de liberación, por eso es necesario crear formas teatrales correspondientes.

De esta manera propone que hay que cambiar. “Teatro era el pueblo cantando al aire libre”, un pueblo creador y destinatario del espectáculo teatral. Era una fiesta en la que todos podían participar libremente.

Con la llegada de la aristocracia se establecieron divisiones: algunas personas irán al escenario y sólo ellas podrán actuar, las demás quedarán sentadas, pasivas y receptivas: éstos serán los espectadores, la masa, el pueblo. Y para que el espectáculo pueda reflejar eficientemente la ideología dominante, la aristocracia establece otra división: algunos actores serán los protagonistas-aristócratas- y los demás serán el coro, una forma de simbolizar a la masa.

Después vino la burguesía y transformó a estos protagonistas: dejaron de ser objetos de valores morales, superestructurales y pasaron a ser sujetos multidimensionales, individuos excepcionales, igualmente apartados del pueblo.

Boal busca destruir la barrera entre actores y espectadores, todos deben actuar, todos deben protagonizar las necesarias transformaciones de la sociedad. Un teatro al servicio de los oprimidos para que éstos se expresen y para que al utilizar este nuevo lenguaje descubran nuevos contenidos. El principal objetivo de la poética del oprimido es transformar al pueblo “espectador”, de ser pasivo en el fenómeno teatral, a sujeto, actor y transformador de la acción dramática.

Esta técnica se diferencia con la que propone el dramaturgo alemán Bertolt Brecht que apuesta a una poética en la que el espectador delega poderes en el personaje para que actúe en su lugar, pero se reserva el derecho de pensar por sí mismo, mucha veces en oposición al personaje. Su fin es producir una concientización.

Lo que propone la poética de oprimido es la acción misma: el actor no delega poderes en el personaje, ni para que piense ni para que actúe en su lugar. Al contrario, él mismo asume su papel protagónico, cambia la acción dramática, ensaya soluciones, debate proyectos de cambio, en resumen se entrena para la acción real. Puede ser que el teatro no sea revolucionario en sí mismo, pero sí que sea un “ensayo” de la revolución.

Para Boal todos los grupos teatrales verdaderamente revolucionarios deben transferir al pueblo los medios de producción del teatro para que el pueblo mismo los utilice. De esta forma se entiende al teatro como un arma y es el pueblo el que lo tiene que manejar.

Técnicas para convertir una situación opresiva en acción dramática

Boal propone diferentes ejercicios o métodos para abordar una acción de la vida cotidiana. Para ello deben abordarse tácticas y estrategias para enfrentarla. Además se deben ensayar soluciones, debatir y proyectar un cambio. Entre ellas se destacan el teatro invisible, teatro foro, teatro imagen, teatro periodístico que consiste en transformar noticias de diarios o de cualquier otro material no dramático en escenas teatrales.

Teatro invisible y Teatro foro

El Teatro invisible consiste en la representación de una escena en un ambiente que no sea el teatro, delante de personas que no sean espectadoras. En restaurante, una cola, una calle, un tren. Las personas que asisten en la escena son aquellas que se encuentran allí accidentalmente. Durante todo el espectáculo estas personas no deben tener la más mínima conciencia de que se trata de un “espectáculo” puesto que esto los transformaría en espectadores. En este teatro los rituales teatrales son abolidos.

En el Teatro foro el participante tiene que intervenir decididamente en la acción dramática y modificarla. Se solicita que se cuente una historia con un problema político o social de difícil solución. Luego se improvisa o se ensaya, se presenta un espectáculo en el que se represente ese problema y la solución propuesta que se quiere discutir. Cuando termina la presentación se pregunta a los participantes si están de acuerdo con la solución presentada. Evidentemente dirán que no. Se explica que la escena se representara una vez más exactamente de la manera que la primera vez. Pero esta segunda vez, cualquier participante de la platea tiene derecho a sustituir a cualquier actor y conducir la acción en la dirección que a él le parezca adecuada. De esta manera, oprimidos y opresores entran en conflicto.

En el teatro del oprimido el espectador-actor practica un acto real, aunque lo haga en ficción. Mientras ensaya tirar una bomba en el escenario, está concretamente ensayando como se tira una bomba; mientras intenta organizar una huelga, está concretamente organizando una huelga. Dentro de sus términos ficticios, la experiencia es concreta. Aquí no se produce el efecto catártico: el ensayo estimula la práctica del acto de la realidad.

 
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