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10 de marzo de 2016 Twitter Faceboock

ESPACIO ABIERTO // HOMENAJE
Pappo’s blues: nace el héroe de la guitarra
Daniel Lencina | @dani.lenci

Un 10 de marzo de 1950, nacía en el seno de una familia italiana radicada en La Paternal: Norberto “Pappo” Napolitano. El “Carpo” marcaría un antes y un después definitivo en la historia del rock y el blues local.

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¿Cuánta música ha sonado desde el nacimiento de la primera versión de Pappo´s Blues allá por 1971?
Mucha (y de la buena!), sería la respuesta. Y más si uno se remonta a la historia de aquel primer LP acompañado por Black Amaya en batería y David Lebon en el bajo (luego ambos integrantes formarían junto al flaco Spinetta la poderosa banda Pescado Rabioso).
Ya desde pibe tocaba los solos de Hendrix y Clapton con una criollita. Y el “secreto” Carpo (al fin develado) fue siempre el mismo, estaba allí en la práctica. A la vuelta de su primer viaje a Europa adoptó como rutina de entrenamiento tocar 4hs por día, el resto –como recuerdan sus compinches de época-, era rajar de la cana que los perseguía por el pelo largo y la barba.

Todo especialista asegura (y más quienes lo vieron en aquellos años y compartieron escenarios) que ya la rompía muy profesionalmente en su paso por Los Gatos y ni que hablar en el solo como invitado de Billy Bond y La Pesada del Rock & Roll en el tema La maldita maquina de matar. Fue el propio Billy el que le propuso que grabe un disco solista (Volumen 1) que no tardó mucho en convertirse en un éxito y arrojó a Pappo a las grandes presentaciones en vivo. Luego vinieron la saga de los “Volúmenes” y los distintos músicos que pasaron por sus formaciones e hicieron otros proyectos ramificando el árbol genealógico del rock local.

Por su parte Alejandro Medina -el ex Manal- que se encontraba exiliado en Brasil, le propuso algo más que los tres tonos del blues tradicional, algo más trabajado, y quedó sellada la experiencia de “Aeroblues” (1977) que encontraba a Junior Castello, batero brasileño que se cargó –exitosamente- al hombro la responsabilidad de completar el trío con dos monstruos de la talla de Medina y Pappo.

Mientras la dictadura militar en Argentina, de la que pronto se cumplirán 40 años, escribía la página más negra de la historia del país, como tantas otras personas Pappo volvió a Europa (tal vez tarareando ¿A dónde está la libertad? tema del que se había inspirado en un calabozo porteño). En aquellos viajes, se topó con lo más moderno, pesado y creativo del rock en largas zapadas londinenses de rock y blues de una Inglaterra que le permitió tocar con lo que todavía era un proyecto: Motorhead.

A su retorno Pappo volvió con la idea fija de formar una banda pesada, algo que suene entre Judas Piest y AC/DC, pero en español y sin que se pierda la esencia del mentor y su guitarra, pero más alejado de la improvisación interminable, insaciable y apasionada del blues. Así nacerá Riff. Tal reinvención quedó sellada con el memorable concierto en Noviembre de 1980 llamado “Chau Pappo´s Blues, Hola Riff” (quien escribe acababa de nacer, si es que de natalicios se habla aquí).
Increíblemente entre el público habría grandes figuras que en el futuro harían su propio camino como Ciro de Attaque 77, Juanse de Los Ratones, los V8, el mismo Claudio O´connor y quien sería el mejor periodista del rock: el Ruso Verea.
Como se sabe, a lo largo de su carrera, Riff tuvo idas y vueltas pero sobre el escenario nunca detuvieron su motor, a pesar de lo quilombero del público que parecía violentarse y liberarse cada vez más, mientras más se derrumbaba la dictadura militar.

Sucede que como mi viejo fue seguidor del Carpo en su juventud y me contaba estas historias una y otra vez recordando o sumando algún que otro detalle, siempre lograba pedirle “el uñero” o “púa” como diríamos hoy. Tanto es así que cuando conocí a Pappo, me resulto alguien “familiar”. A dos cuadras de puente Saavedra por el año 1994 tocaba muy seguido como invitado de lujo de bandas de metal, como Horcas. Aquel día llegue tan temprano con mi primo -que no superábamos los 14 años- que ni bien lo veo le digo “vení, vamos a saludarlo a Pappo”. El tipo se acercaba en medio de la pista vacía que horas más tarde reventaría en pogo, él y yo, caminando al encuentro (recuerdo que tenía el corte de pelo de mi tía Pirula pero a la vez tenía la baranda a vino de mi tío Tiki cosa que comprobé cuando le dije “Hey Pappo! todo bien?” y respondió con el bozarrón característico: “Hola todo bien chicos!?” y con un fugaz y amable apretón de manos se perdía nuevamente en la oscuridad, para volver a salir en escena en esos conciertos donde había bandas de Trash-metal toda la noche y Horcas salía al frente con Osvaldo Civile a tocar a eso de las 6 Am (casi para desayunar!). Luego volví a verlo en el homenaje a V8 tocando en Obras. Siempre predispuesto a tocar aquí y allí, adaptándose con la Les Paul a cualquier sonido. Lo que le gustaba a Pappo (y más en vivo) era la secuencia de “guitarra-cable-equipo”, nada de pedales, nada de efectos locos. Directo, como era él. Decía que lo que hace una máquina no lo puede hacer una persona.

El 10 de agosto de 1993 tuvo lo que merecía, el homenaje en vida, el reconocimiento del rey del blues: el encuentro con BB King en el concierto del Madison Square Garden, que vuelve a marcar ese momento tan especial de su vida, un antes y un después desde que salio su primer LP. Sobre el tema la mejor entrevista se la hace el mismo en la Autoentrevista. Pero no viene mal recordar lo que dijo BB King, ante la pregunta de un periodista argentino acerca de que significaba Pappo para el, a lo que BB respondió sin dudas: “Aparte de ser un gran amigo mío, es el mejor guitarrista que encontré en 68 países que yo recorrí, en todo el mundo”.

Si se me permite la asociación, la humildad musical de BB King va “a tono” con la de Pappo. El viejo solía decir “muchos me llaman el rey del blues, pero todos saben que yo no creo eso” para rematarla con un celebre “dame seis cuerdas y seré feliz”. En eso Pappo era igual, y tal vez de afinidades por el estilo nació la amistad, no le importaba llenarse de plata, como el mismo explica: “no me interesa entrar a trabajar en una compañía como director musical, por ejemplo. Por más plata que me paguen, no me interesa; prefiero seguir tocando la guitarra e ir a pueblos inhóspitos donde no llega nadie. Ahí estoy yo, tocando”. (Revista Rolling Stones especial Pappo). Porque eso es el blues, tocar y zapar con amigos, invitados, compartir fraseos, historias y yeites y por eso mismo su música sigue vigente, nuevas bandas, nuevos pibes y pibas cantan y tocan sus canciones, las redescubren y las reversionan, cual si fuere un eterno “turnaround” para volver a comenzar. Como dice mi vieja “Pappo no murio, se fue de gira hijo”, por tal razón no hablaremos aquí de su trágico final. Pero cerca del final de su vida, vale destacar la reunión con Charly Garcia en 2005 el “eterno rival” del rock blando, hipón, del que siempre habría querido diferenciarse, marcar la cancha y acentuar esa diferencia. Cuando lo presenta para que suba al escenario a tocar “Desconfio de la vida” habla de “un amigo muy famoso”. El mentor de la reunión fue Miguel Botafogo y los testigos de aquella noche, dicen que cuando Pappo y Charly se fundieron en un abrazo, el publico explotó como un volcán. A propósito, casi adelantándose al encuentro con Charly reflexionaba en los 90 que “Aquí lo que no nos ayuda es el fanatismo de la gente; el argentino esta criado en el fanatismo, soy de Ford o de Chevrolet, de River o de Boca, soy de Pappo o de Rata Blanca. No hay un término medio, donde digas me gusta escuchar a Rata Blanca y después me gusta escuchar a Pappo. No, son bandas, y yo pienso que eso esta mal” (Revista Rolling Stones especial Pappo).

Aquí el único final es de esta nota porque el calendario nos marca que hoy es la fecha de su nacimiento (ponele), pero creo que los que amamos su música, sabemos que vuelve a nacer cada vez que le das “play” a un disco suyo que suena y sonará esa guitarra hablando a todo volumen de su propio ser: Sucio y desprolijo.

 
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