Foto: Detective salvaje. Juan Yanes
Al descrédito de las instituciones se suma el de los medios de comunicación masivos. El poder político y sus instituciones son partícipes necesarios de los crímenes, y las más de las veces, los medios de comunicación, monopólicos y mercantilizados, tienen más compromisos que disposición a investigar esa complicidad.
Esto funciona exactamente al revés en la novela negra, y es un rasgo distintivo, uno de los más interesantes. La capacidad para desnudar a los poderosos, para dejar en evidencia a los verdaderos criminales, permite hablar de la realidad, de la sociedad en la que vivimos.
Los autores escriben además cuando existe un vacío dejado por cronistas como John Reed o, en nuestro país, periodistas como Rodolfo Walsh, que no ha sido ocupado por nadie en su profesión. Cada uno en su época, con sus ideologías y contradicciones, fue vocero de críticas sociales profundas. John Reed hizo vibrar a una generación entera con sus crónicas apasionadas de la Revolución rusa y la Revolución mexicana.
En nuestro país, uno de los mejores exponentes del periodismo de investigación fue sin duda Rodolfo Walsh, cuyas denuncias periodísticas y literarias siguen vigentes por su contenido y por el rol que le asignaba a la crítica periodística, a la relación íntima que establecía entre sus obras y la política (de manifiesto en obras como ¿Quién mató a Rosendo?).
Es quizás una comparación injusta: hoy existe un “espíritu de época” muy diferente. Reed y Walsh, separados por varias décadas, vieron revoluciones enormes, fueron parte de generaciones que quisieron asaltar los cielos. Pero, nobleza obliga, hay un guante que por ahora no ha sido levantado...
Marcas de origen
En Argentina el policial siempre ha cosechado éxitos, y lo sigue haciendo. Así como en Europa las novelas se empapan de racismo, extrema derecha y crisis, en América Latina aparecen como constante la complicidad entre policías, funcionarios y narcotraficantes, tratantes y proxenetas, la desigualdad social y también los sindicatos, los movimientos sociales y políticos.
En Argentina, además de la creciente presencia de la violencia y la trata de mujeres, existe una huella local por excelencia. Uno de los temas significativos, y problema a resolver por todo autor argentino, es el del protagonista.
Al no existir la figura del detective privado, los autores se enfrentan a la disyuntiva del protagonista policía. Pero ante la incapacidad y poca credibilidad de la policía, surgen diferentes recursos. Por ejemplo, ante la necesidad de meterse con autopsias e investigaciones, la empleada doméstica de la archivista jubilada Ruth Epelbaum, de María Alicia Krimer, está casada con un cabo y así consigue información.
Y están los periodistas. Uno de los protagonistas no detective que primero vienen a la mente es el Emilio Renzi de Ricardo Piglia, un periodista (igual que su amigo y compañero Junior), que desde su profesión investiga asesinatos y misterios.
En esa senda, Sergio Olguín afilió al gremio a su Verónica Rosenthal, que trabaja en una revista de actualidad, y de esa forma entra en el mundo del crimen para perseguir y desmantelar redes de impunidad.
Uno de los pocos autores que se animó al protagonista policía es Ernesto Mallo, que creó al Perro Lascano, no solo miembro de la fuerza sino activo durante los años de la dictadura militar. Junto a estos protagonistas, rara vez policías o detectives, entran en escena el conurbano bonaerense, las whiskerías, los militares con pasado genocida y otras marcas de origen. |