La huelga había estallado contra el cierre de la planta coquizadora –que implicaría 250 despidos– y contra violaciones al contrato colectivo de trabajo, como explicamos acá.
Se dio ante el descontento de los trabajadores de la segunda siderúrgica del país, tras 16 aplazamientos realizados por la dirección de la sección 271 del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos, Siderúrgicos y Similares de la República Mexicana Sindicato Nacional de Mineros (SNTMMSSRM).
Luego de una semana en la cual la línea del gobierno se había endurecido, declarando ilegal la huelga, el pasado sábado 12 de marzo los mineros de ArcelorMittal marcharon codo con codo junto a trabajadores de Telmex, transportistas y maestros de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación.
Una impresionante demostración de fuerza de la clase trabajadora unida en las calles de Lázaro Cárdenas, un importante puerto industrial de la costa del Pacífico mexicano, y escenario de grandes luchas como la de la sección minera 271 en el 2006.
Mientras la base trabajadora marchaba en las calles, tenían lugar las negociaciones con los directivos de la empresa ArcelorMittal. Todavía no estaba nada dicho.
El resultado de las negociaciones
La dirección del sindicato dio a conocer en un comunicado del domingo 13 los acuerdos a los que llegó con la empresa. Entre éstos se cuentan:
Renovar el convenio de los trabajadores contratistas en los términos y condiciones planteados por el Sindicato Minero.
Resolución del conflicto en la planta coquizadora: se acordó que se quedan a trabajar 125 trabajadores al interior de la planta y 81 obreros quedan a retiro voluntario, con el pago conforme a la cláusula 145 del contrato colectivo de trabajo, además de 100,000 pesos adicionales por bonificación a cada trabajador, libres de impuestos.
El pago de salarios caídos al 100% desde el comienzo de la huelga.
Reunión en 15 días para resolver pendientes en las violaciones al contrato colectivo de trabajo.
La empresa y la Secretaría del Trabajo y Previsión Social declararon que no habrá represalias.
Según informó el sindicato, los trabajadores aprobaron estas negociaciones por unanimidad, y declararon que la huelga fue un triunfo.
¿Fue un triunfo?
Veamos los hechos: esta huelga demostró que existe disposición a luchar por parte de la base trabajadora, cansada ya de los atropellos de la empresa y de la Secretaría de Trabajo y Previsión Social. Tenía apoyo de otros sectores obreros. ¿Por qué aceptar un acuerdo que no resolvía el conjunto de las demandas?
El fin de la huelga se dio a cambio del retiro voluntario de 81 trabajadores de la coquizadora sienta un precedente para que la empresa intente nuevos despidos en el futuro, y para que otras empresas hagan lo mismo. Esto, a pesar del pago que recibirán los trabajadores que se liquiden. Por eso la clave era conservar los puestos de trabajo para luchar con más fuerza en la defensa del contrato colectivo. La empresa no comparte en partes iguales las ganancias que tiene en los buenos tiempos. ¿Por qué los trabajadores tienen que pagar los costos de la crisis del sector acerero?
Por otra parte, la negociación en torno a las violaciones al contrato colectivo de trabajo en realidad se aplazó para más adelante. Quedó sin resolución.
La lucha se dio en el contexto del ataque del gobierno y del patronal y paralelo Sindicato Democrático de Trabajadores Minero-Metalúrgicos, Siderúrgicos y conexos –que dirige Sergio Medina Ibarra, un burócrata que aboga por la defensa de los intereses de los empresarios y el gobierno, y al que la Secretaría de Trabajo le dio la toma de nota sin ningún problema en abril del 2015 para que le dispute la titularidad al SNTMMSSRM que protagonizó "La Batalla de Sicartsa".
Había que considerar el desprestigio del gobierno –por los escándalos de corrupción y por las desapariciones forzadas, en particular el caso de los 43 normalistas de Ayotzinapa– y la resistencia de la CNTE a la reforma educativa de Peña Nieto, como elemento a favor para la lucha de la clase obrera para sostenerse.
Resistir y mantener la lucha hasta conquistar el conjunto de las reivindicaciones por las cuales estalló la huelga ayudaba a avanzar en la recomposición del sindicato minero. Por eso había que luchar en forma consecuente contra el gobierno la patronal y la dirección minera afín al gobierno.
Más aún: si el sindicato minero mantenía la huelga, demostrando la fuerza de los trabajadores –sobre quienes recae la fuerza de mantener en funcionamiento la siderúrgica– se podía lograr el regreso de Napoleón Gómez Urrutia de su exilio político, una sentida demanda de la base obrera, y llamar a formar un gran movimiento contra la intervención estatal en los sindicatos.
Como planteamos acá, el ataque a los derechos del Sindicato Nacional Minero es parte de los ataques a los contratos colectivos de trabajo de todo el movimiento obrero. Para frenar la ofensiva de Enrique Peña Nieto y las trasnacionales es indispensable conjuntar las fuerzas de todas las organizaciones que resisten los ataques. La marcha del sábado 12 demostró que existe disposición a la unidad de los trabajadores. Pero con el levantamiento de la huelga, se cortó la posibilidad del desarrollo de un frente único obrero en las calles.
De continuar resistiendo esta lucha basado en la disposición combativa de la base trabajadora la huelga hubiera sido un referente de la defensa de los derechos laborales y de la defensa de las fuentes de trabajo no sólo en Lázaro Cárdenas, sino en todo el país. Y así se podía fortalecer la idea de que sí se puede torcer la mano a la patronal y al gobierno.
Esta oportunidad se perdió por ahora. Pero surgirán otras más. La clave es que la clase trabajadora saque las conclusiones de cada acción que emprenda. Y este caso en particular, debatir en sus asambleas cómo potenciar la disposición a luchar mostrada en esta ocasión para enfrentar los nuevos golpes que, probablemente tratará de imponer la patronal trasnacional, y hasta dónde la dirección sindical debió enfrentar los despidos con los elementos progresivos mostrados por la base trabajadora. |