Fotografía:EFE/Sebastiao Moreira
Las manifestaciones impulsadas por la derecha, que se realizaron en varias ciudades de Brasil el domingo pasado, están siendo mostradas como “las mayores de la historia” por los grandes medios, como Globo, Folha o Estadão. Esto es algo discutible, como ya lo mostramos aquí. Pero además de mostrar esto, los medios se están encargando de instalar la discusión sobre qué es lo que quieren los sectores que fueron a las marchas.
La prensa que ya se ha dedicado a elevar al juez Sergio Moro (quién llevó a Lula a declarar a la fuerza hace dos semanas) a la condición de héroe nacional, ahora muestra en artículos y videos qué es lo que quiere el sector “más consciente” de las movilizaciones contra el gobierno.
La TV UOL publicó un video de entrevistas a participantes del acto de Brasilia, en el que se les preguntaba a quién quisieran ver en el lugar de la presidenta Dilma Rousseff. Algunos no supieron contestar, otros defendieron la vuelta de la dictadura militar, pero la mayoría de los entrevistados dio nombres de políticos.
Uno de los más citados es Jair Bolsonaro, Diputado federal de Río de Janeiro, un homofóbico y racista confeso, e inspirador de grupos fascistas de skinheads que piden la vuelta de los militares al poder.
Otro nombre que se escucha, aún teniendo en cuenta que fue repudiado por un sector de manifestantes en la marcha de San Pablo, es Aécio Neves, ex candidato a la presidencia por el neoliberal PSDB y que está envuelto en más de una decena de denuncias de corrupción, incluyendo desvío de fondos del área de Salud y la construcción de aeropuertos para beneficiar a su familia, entre otras.
Pero la novedad vino de uno de los participantes, un abogado, que declaró que “quería al mismísimo Mauricio Macri” para presidente. Sí, se estaba refiriendo al recientemente electo presidente argentino, y representante de una derecha que tiene ascendencia en la superestructura política de varios países de América Latina, tras la decadencia de los gobiernos posneoliberales, sobre todo entre la derecha de Venezuela y Brasil, como explicamos aquí. Empresario, y declarado defensor de los intereses de los empresarios más ricos de Argentina, Macri es parte de una familia cuyo patrimonio aumentó explosivamente durante la dictadura militar, pasando de 7 a 47 empresas en 1983 con la vuelta de la democracia.
La política que Macri está imponiendo en Argentina es de sumisión y entrega completa frente a los intereses del imperialismo, y al mismo tiempo de duro ataque sobre los trabajadores. Su gabinete está compuesto por ministros provenientes de grandes empresas.
En tres meses al frente de la presidencia los despidos aumentaron sin parar. Ha venido legislando por decreto a favor de los empresarios y de los sectores capitalistas más concentrados, como los sojeros en el campo o dándole beneficios a las megamineras. Al mismo tiempo lanzó un plan de despidos masivos de empleados públicos y aplicó un tarifazo que aumentó servicios como la luz en un 900%. En los últimos días, y no contento con el ajuste que ya viene llevando adelante, dijo públicamente que si no se vota en el congreso una ley para pagarle a los fondos buitre (holdouts) una multimillonaria deuda fraudulenta, entonces el ajuste será aún peor. Y para garantizar que no haya protestas, atacó el derecho a la movilización impulsando una ley para reprimir los cortes de calles o rutas por parte de manifestantes.
Quien reivindica a Macri como salida a la crisis de Brasil está buscando entregar el país a los monopolios imperialistas, acelerar los ajustes y los ataques directos a los trabajadores, e impedir que se movilicen. Es decir, una política claramente ajustadora, opuesta por el vértice al grito de “Que se vayan todos” que se escuchaba en las calles de Argentina en diciembre de 2001, y que terminó con la caída del presidente Fernando De la Rúa y su neoliberal ministro de economía, y abrió una profunda crisis en el régimen y en sus instituciones.
En aquella ocasión las manifestaciones nada tenían que ver con la reivindicación de una investigación como la del Lava Jato (corrupción en Petrobras), ni en el elogio a un juez como Sergio Moro, ni a Ministerios u otras instancias del Estado capitalista, y tampoco a figuras como la que representa el actual presidente Mauricio Macri. Por eso, los actos que ocurrieron el domingo en Brasil están más cerca de “Que venga Macri” (y definitivamente Sergio Moro), y no de “que se vayan todos”, como llegó a defender de manera absurda un sector de la propia izquierda, como Luciana Genro del PSOL.
Pero la reflexión sobre Argentina no solo sugiere salidas nefastas como la de Macri, sino que nos muestra una experiencia avanzada de organización de la resistencia a los ajustes, y en ese sentido de utilización de las bancas parlamentarias como puestos de lucha. El Frente de Izquierda y de los Trabajadores, integrado, entre otras organizaciones por el PTS, y sus parlamentarios como el diputado Nicolás del Caño y la diputada Myriam Bregman, están luchando en el congreso para acabar con los privilegios de los políticos de la burguesía, levantando la consigna de que todos ganen como una maestra (como ellos mismos lo hacen, donando el resto de su sueldo a luchas obreras y populares). Ponen sus bancas al servicio de la lucha de clases, organizando junto a los trabajadores y los sindicatos la movilización contra el ataque al derecho a protestar.
Este ejemplo está en las antípodas de impulsar la confianza en figuras como Sergio Moro o instituciones como las fiscalías u operaciones interesadas como Lava Jato. También de caer en la defensa del gobierno de Dilma, que está atacando con duros ajustes a los trabajadores y al pueblo.
Está planteado poner de pie un movimiento nacional contra los ajustes y la impunidad, que avance en imponer con la fuerza de la movilización una Asamblea Constituyente libre y soberana, que resuelva la crisis política y económica de acuerdo con los intereses de los trabajadores, del pueblo y de la juventud. |