Actor, docente, director, productor. Con 35 años, Emanuel “Tete” Muñoz se mueve dentro del mundo del teatro con un entusiasmo singular. “Todo tiene que ver con el deseo y el amor”, explica al preparar el mate. “En el origen está el encuentro. Uno hace teatro, da clases, lleva adelante una sala, pero primero se junta con las personas. Lo otro sucede después”.
Para Tete, el 2016 comienza con varios proyectos en marcha. Retomó las clases de entrenamiento actoral en Medida x Medida y se sumó al equipo estable de la sala que cumple 20 años. A su vez, prepara la reposición de Woyzeck, un drama social, en el Teatro Real, para los días 1, 2 y 3 de abril. Paralelamente, dirige la puesta en escena de Con las manos atadas, la pieza teatral de Claudia Piñeiro, y trabaja con la dramaturga Soledad González en la continuación de la historia de Woyzeck.
¿Algo más? “Sí, siempre hay proyectos y desafíos”, dice.
Primer acto. En el escenario está el El Alemán, un tipo que se mueve sin parar: barre, recoge la basura, repasa lo que ya está limpio una vez más. El comisario para el que trabaja lo sigue de cerca y lo acosa con la palabra, los gestos, el arma. El Alemán tiene miedo, miedo de pensar, miedo de decir. Cuando termina su jornada vuelve a Empalme. Entonces pelea con su mujer y fuma paco, o quizás algo peor: su proveedor es un médico que estudia los efectos de la droga y la modifica hasta que haga del consumidor un despojo de humanidad.
El Alemán es el protagonista de Woyzeck, un drama social, la adaptación de Tete Muñoz de la pieza homónima del dramaturgo Georg Büchner. La obra comenzó a idearse cuando cursaba el tramo final de la licenciatura en Teatro, en la UNC. Por entonces, tenía 28 años y la mirada puesta en la violencia sistemática que acosa los márgenes de la realidad. Cinco años tardó en hacer la dramaturgia, la selección de actores, la dirección y puesta en escena.
“Fue una gran producción, una verdadera locura. Además de haber quedado endeudado y haber vendido hasta el televisor, invertí mucho tiempo”, cuenta. “Es muy poca gente la que hace esto en Córdoba. Mi asesora, Ana Yukelson, me dijo que hay ser cuidadoso al meterse con ciertas obras”, dice Tete y se ríe. “Tenía razón. Ahora estoy más viejo, incluso físicamente. Hay gente que me pregunta ‘Tete, ¿qué te pasó? Bueno, me pasó Woyzeck”.
Woyzeck, un drama social ancla en la Córdoba actual para dar cuenta de las miserias que genera el sistema. Habla de la periferia, de los abusos de poder. Tete Muñoz hace un gesto con su cuerpo y su rostro, como dando a entender que no podría hablar de otra cosa. “Mi propuesta era llevar el barrio a la escena”, comenta. “En esa época, con cierta maduración artística, necesitaba saber con qué identificarme, cuáles eran mis temas, y me di cuenta de que quería mostrar todo eso de lo que no se habla.”
A Woyzeck, la corrupción institucional lo inhibe, destruye su subjetividad. Tete amplía la idea. “El personaje clama sin ser visto. Es el desclasado que no tiene lugar. Eso me lleva a pensar el presente, en la pérdida de la ilusión, de la alegría, que te destruye la voluntad. ¿Cuántos ‘No’ estamos capacitados para recibir? Woyzeck teme que haya más ‘No’ que ‘Sí’ en el mundo”.
La obra se estrenó en 2014 en Ciudad de las Artes y se mantuvo en cartel, en distintas salas, hasta finales del año pasado. Ahora se repone en el Teatro Real, con la participación de Ají Rivarola en vivo. “El teatro es la unificación de todos los signos en la puesta en escena, así que fui buscando los lenguajes que sentía que me acompañaban. Y así como Ivan Savorgnan respondía a lo plástico y el diseño gráfico, el Ají respondía a lo sonoro”.
Tete recuerda que, cuando escuchó el disco El cemento de Dios, de Armando Flores, se dijo que Ají Rivarola había ido más allá, musicalmente, de lo que él estaba llegando. “Así que le planteé usar sus temas para la obra. Incluso en 2 las escenas filmadas en el barrio los pibes cantan Don Eufrasio, una canción de otro disco. Ahora está él en escena”.
En esta idea de mostrar lo que nadie quiere ver, Muñoz se mete en Woyzeck con el narcotráfico, “que en los barrios periféricos muele cabezas”. La obra tiene proyecciones que mezclan el lenguaje plástico con escenas filmadas en barrios de Córdoba, donde intervienen los mismos vecinos. “Fue algo muy fuerte”, reconoce. “Todo se filmó ahí, en Deán Funes, en mi barrio, como una especie de cierre de una parte de mi vida”.
La obra critica distintas instituciones, desde la familia hasta la policía, la institución médica, la religiosa. “Ahora tengo más confianza en la humanidad que cuando construí Woyzeck. Pero creo que hay un gran caretaje de parte nuestra y que las instituciones están totalmente corrompidas. ¿Cómo salvarse de ser corrupto, entonces?”.
Exhibir las fallas del sistema
Tete Muñoz recuerda haber descubierto el teatro en la secundaria. Desde entonces, no paró de actuar ni de formarse. En aquellos primeros años era el que agitaba para ensayar, el que interpelaba a los compañeros para que tomaran las cosas en serio. En el afán por profesionalizar su trabajo, comenzó a cursar materias en la facultad y el Tamac (Taller Actoral Municipal de Alta Córdoba).
Como actor hizo obras de javier Daulte, Griselda Gambaro y Alejandro Zingman, entre otros. Trabajó con Luis Quinteros, Guillermo Ianni y en la Televisión Pública. En 2002 comenzó a ejercer la docencia y formó el grupo La Pecera. “Las clases se daban en un aula del centro de estudiantes de la Facultad de Abogacía. Era un cubículo transparente, todo vidriado, así que la gente pasaba y se quedaba mirando la clase. De ahí sale el nombre”.
Al repasar su trayectoria, Tete piensa en la responsabilidad de todo hacedor. “Veo a los artistas tan prendiditos, tan correctos… Y digo no, no… Si no critican una bosta, pónganse un quiosco. Uno tiene el compromiso de exponer algo. Yo veo las fallas del sistema, mi ojo va directamente a eso, y en mis obras trato de exponerlas. No tengo respuestas; si las tuviese, proclamaría la palabra”.
Tete trata de profundizar en la idea: “A mí me aburre mucho ir a ver una obra donde dos bobos discuten sobre mamá y papá, o la exploración del cuerpo del actor. Ahí no nos podemos quedar. Porque si laburamos el cuerpo del actor, por ejemplo, la verdad es que hoy el actor se caga de hambre. Tengo colegas que van caminando a hacer la función y no ganan ni siquiera para el sándwich. Hablar del cuerpo del actor es hablar que ese cuerpo no se puede alimentar, esa es la relación con el contexto. Hablemos de eso, no seamos tan burgueses”.
Esta premisa se percibe tanto en Woyzeck como en sus otras obras. En Nunca dije sí, por ejemplo, decidió abordar la situación de la mujer y las redes de trata. “Es una obra sobre abuso, donde los espectadores se descomponían o sentían pánico. Tenía problemas de dramaturgia y maduración, sí, pero fue algo laburado visceralmente, desde lo expresivo hasta el lenguaje. Ahí pude hablar sobre lo que se ve pero no se habla”.
En este sentido se orientan sus proyectos futuros. De allí que, con Soledad González, estén diagramando la continuación de Woyzeck. “Apareció en los ensayos la idea de hablar de los despedidos, de los hijos de Woyzeck. Pensar en los despedidos hoy es pensar la realidad en crudo”, explica. “Además, me parece importante hablar de que la pobreza también afecta al lenguaje, de que el marginado nunca tiene la última palabra y está totalmente condicionado por estructuras que lo limitan”.
Para Tete Muñoz, vienen tiempos complicados. Ahora bien, en lugar buscar un subterfugio cómodo, decide mirar el mundo y exponerse, de jugársela por lo que ve. Pero también se hace cargo de su responsabilidad como miembro de una sala, como docente. “A veces los artistas nos sentimos lastimados por la corrupción de las instituciones. Esa realidad nos hace mal. Pero también podemos también nosotros lastimar. Negar un espacio, rechazar actores. He escuchado a profesores decirle a alguien que con ‘esa voz de mierda’ no iba a llegar a ningún lado. Ahí, la institución teatral, al no darle entrada a muchas personas, al premiar siempre a los mismos, lo peor que hace es lastimar la ilusión. Eso también es jodido, condenable, corrupto”.
Perfil: Emanuel “Tete” Muñoz nació en Córdoba en 1981. Es licenciado en Teatro por la UNC, actor, docente, director, iluminador y productor. Integra el staff de Medida x Medida y es fundador del grupo La Pecera, con el cual desarrolla sus talleres y produce espectáculos. Desde 2009 hasta 2013 formó parte del Festival Internacional de Varillas-Córdoba. Actuó y produjo puestas en escena como Nunca dije sí, Frágiles espaldas, Litósfera, La inapetencia y Woyzeck, un drama social, entre otras obras. Participó en la serie La Purga, emitida por Canal 10 durante 2012.
La obra: La Pecera Teatro presenta Woyzeck, un drama social, versión libre de Emanuel “Tete” Muñoz. En el teatro Real (San Jerónimo 66). Viernes y sábado a las 21 h. Domingo a las 20 h. Entradas, a $100 por Autoentrada y boletería del teatro.
* reproducción de la nota publicada en el Suplemento de Cultura de La Voz del Interior, Ciudad Equis. |