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2 de abril de 2016 Twitter Faceboock

Cultura
Game of Thrones: una serie donde los parias son protagonistas
Lucía Furia | Letras | FFyL

En tiempos de relatos y contrarrelatos, no sería osado arriesgar una lectura en clave un tanto diferente de lo que suele decirse respecto de ésta épica taquillera.

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Muertes, guerras, sangre, sexo, traición, amores, amantes, codicia, celos, pasión, dinero, en pos del poder. Todo eso, con las figuras de los parias en el centro.

Games of Thrones (GoT), o en español, Juego de Tronos, la serie estadounidense creada por David Benioff y D. B. Weiss para HBO, basada en la saga Canción de hielo y fuego de George R. R. Martin, ha sido un éxito en la pantalla mundial, atrapando tanto a adolescentes como a adultos. Ya lleva cinco intensísimas temporadas de diez capítulos cada una, y próximamente se estrena la sexta, la cual ha sido esperada con muchísima ansiedad por los fanáticos.

Que, como es ya común en este tipo de series, la prolongada espera y la imaginación poderosa que despierta, atrae la fantasía de muchos y ha generado infinitos intercambios y videos de youtube en los que cada fan hipotetiza en torno de lo que cree, sospecha o conjetura que podrá pasar con cada uno de los personajes. Muchas de estas historias, secuelas o precuelas, inventadas por los fanáticos se sustentan en base a lo leído en los libros, no sin una cuota potente de imaginación e intencionalidad marcada en inclinar el eje narrativo para determinado bando. Este tipo de historietas creadas por los seguidores, han desembocado en lo comúnmente conocido como “fan fiction” (sin ir más lejos, los best sellers de Fifty shades of Grey, son un fan fiction de la saga Crepúsculo). Hace un par de años el soporte de las mismas eran los blogs, hoy día el canal pasó a ser el video. Conjunción sin igual de cultura de masas, mercado editorial y reproductibilidad técnica.

La sexta temporada que se estrenará el próximo 24 de abril y es reclamada por una inmensa legión de seguidores a nivel mundial, será la primera en anticipar la trama a los libros, ya que la última entrega que R. R. Martin comenzó a escribir en 2010, Vientos de invierno, aún no ha sido finalizada. La serie narra una épica fantástica, ambientada en la baja Edad Media, donde en el reino de Poniente existe una disputa feroz por cuál dinastía de las cinco que históricamente reinaron en esas tierras, será la legítima heredera del Trono de Hierro. Todos ellos acechados permanentemente por la inminente llegada del invierno (“Winter is coming”, una de las frases por excelencia que la serie ha institucionalizado entre el arco extensísimo de fans y que funciona, las veces, de código), criaturas legendarias y los pueblos salvajes que habitan al Norte del Muro.

Ahora bien, es innegable que, de mínima, los protagonistas de esta serie que ya ha facturado miles de millones de dólares, no son comunes y corrientes. No solo son fantásticos, sino que son más bien, marginales, periféricos, con historias y bagajes diferentes de lo que es esperable encontrar en una serie importada desde Norteamérica. En esta nota, he decidido a modo de giro crítico, denominarlos “parias”. Los y las parias de Game of Thrones. Los y las parias, protagonistas. Entonces cabe preguntarse, ¿serán los parias colocados en el centro de la trama el fundamento del exitazo de esta serie? ¿Será el extrañamiento que generan en el común de los televidentes aquellos osados hombres y aquellas valerosas y corajudas mujeres en tiempos de guerra, arriesgando a cada momento la vida como las circunstancias lo exigen, lo que produce semejante atractivo? Seguramente es lo exTraordinario de las aventuras que cada protagonista vive, aquello que seduce de inmediato al espectador, pero es preciso marcar que esas historias de fantasía, que a la vez tienen tanto de terrenales (pasiones, instintos, miserias), no son encarnadas en esta serie por protagonistas “esperables” u obvios.

¿Será el morbo?

Aquello que pone en el centro de la escena -y alrededor de los cuales se tejen las relaciones de poder y dominación-, a protagonistas como una mujer huérfana, bella y carismática, que encara con total decisión y valentía la dificilísima tarea de recuperar el Trono que se le arrebató, vengar a los asesinos de toda su estirpe, conquistar y dirigir un ejército y, por sobre todas las cosas, ser la madre de los dragones, todo esto y más en un mundo profundamente machista y patriarcal, donde las vejaciones y abusos son moneda corriente, y donde además, conocerá el amor, la pérdida y la traición, es decir, Daenerys de la Tormenta Targaryen o Khaleese (Emilia Clarke) -como más le guste a los fans-.

O bien, un enano, Tyrion Lannister (Peter Dinklage), el indeseable de su dinastía, del que todos se avergüenzan, al que de hecho quisieron matar por su condición, aquel que vio a su padre acostarse con su mujer, pero que acaba ganando batallas y salvandole el Trono a su sobrino en reiteradas ocasiones, demostrando así que la tenacidad de su temperamento, su perspicacia y osadía son la contracara de todo lo que su padre y sus hermanos le hicieron sufrir.

Sin olvidar al valiente, el héroe, el hermoso y bastardo Jon Snow (Kit Harington) -aquel por el que, en el próximo estreno, se espera con más ansias que por cualquier otro (not spoiler)-, pero que supo ganarse su lugar en El Muro a costa de padecimientos, desaires, pero sobre todo lealtad y coraje, allí en la Guardia de la Noche.

Y sin ir más lejos, otra mujer, Cersei Lannister (Lena Headey), perversa pero no menos hermosa, sola e inescrupulosa en un mundo de hombres con poder, a quienes sabe inteligentemente doblegar, y quienes no pueden resistirse a sus encantos, madre que pelea cual loba por sus hijos fruto de su amor incestuoso.
Y cómo olvidarse, de aquel que en las sombras del poder ha sabido prestidigitar la corona, Lord Varys (Conleth Hill), un eunuco que con admirable perseverancia y fortaleza mental se ha encargado gris y cotidianamente no solo de efectivizar lo mejor posible la utilización de su poder, para que vuelva en forma de favores a su morada, sino en llevar adelante una silenciosa y eterna venganza contra su agresor.
Pero si de parias y marginales de trata, cómo obviar a Brienne de Tarth (Gwendoline Christie), aquella hija de la realeza que se convierte en soldado con total lealtad y devoción por sus amos, una mujer que peleando a la par de los hombres en las guerras y combates a las cuales solo ellos están destinados, ha sabido hacer padecer a más de uno siempre vengando y siendo fiel a las causas que considera justas.

Y por no nombrar a Lord Petyr Baelish –Little finger- (Aidan Gillen), el regenteador de un prostíbulo; o a Sir Jorah Mormont (Iain Glen), aquel que traicionó a la corona y se volvió devoto de su víctima; o la grandiosa, bella y valiente niña, Arya Stark (Maisie Willams) que haciéndose pasar por niño sobrevive a su estirpe y emprende la venganza; o su hermana, Sansa Stark (Sophie Turner), que aunque sufriendo los peores de los abusos, sola en la Corte rodeada durante años de enemigos y habiendo visto morir a su padre, no se desesperanza y confía en su porvenir; o el maléfico y caprichoso Joffrey Baratheon (Jack Gleeson), que como niño-rey supo no retroceder ni un ápice su avaricia; o los amputados Jammie Lannister (Nicolaj Coster-Waldau) y Theon Greyjoy (Alfie Allen), que cual jóvenes bellos y hasta el momento de su desgracia, inescrupulosos, hubieron de encontrar fuerzas internas para reponerse donde habrían creído no tenerlas; o el lisiado Bran Stark (Isaac Hempstead-Wright) y lo crucial de sus poderes.

Como sea, y cada uno con sus particularidades y caracteres específicos, se trata de todos personajes que de una u otra forma detentan, detentaron o detentarán el poder dentro de esa sangrienta sociedad donde evidentemente no hay escrúpulos, ni siquiera para aquellos que, en cualquier otra serie del mercado, hubieran sido parias. Mujeres, niños y deformes ostentando controlar y ser artífices de las múltiples redes de dominación y sumisión que recorren la trama. Aquellos que habrían sido antihéroes, los aborrecibles, en GoT son adorados.

 
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