En el simple gesto de emitir un voto para una persona, de delegar soberanía y hacerse representar por otro se expresan un conjunto abigarrado de consideraciones que se resuelven en forma de síntesis racional de múltiples determinaciones o por medio de una inclinación emocional que corta de tajo los enredos y los dilemas. La democracia representativa, si no es acompañada de otras formas de participación y de expresión de posturas y opiniones, reduce, simplifica y mutila la capacidad y la posibilidad de manifestación política, limita en los hechos los derechos políticos. No obstante, en tiempos conservadores y de relativa desmovilización que limitan los márgenes de maniobra, votar puede ser una oportunidad para manifestarse, aún sea puntualmente, y eventualmente incidir, aun sea mínimamente pero de forma significativa, en una coyuntura.
Como escribí el 8 de febrero en Desinformémonos la Constituyente de la Cdmx surge viciada en sentido antidemocrático por varias razones, en particular porque solo se elegirá al 60% de su integrantes y porque el proyecto de texto que se discutirá será elaborado por un grupo de notables nombrados por el Jefe de Gobierno. Al mismo tiempo, no deja de ser relevante que, en esta ocasión, habrá la posibilidad de ver representadas minorías a través de un sistema proporcional, a diferencia de las elecciones federales donde se impone la sobre-representación de las mayorías relativas.
La elección de una parte de los constituyentes abre una coyuntura política en la cual aparecen por lo menos tres opciones de manifestar una posición de izquierda.
La primera es anular el voto negándose a participar de un proceso que aparece a todas luces amañado, construido a la medida de los acuerdos cupulares entre PRI, PAN, PRD y Mancera, aspirante padre de la patria chilanga en vista de una candidatura presidencial en 2018.
La segunda es votar por Morena porque se opone explícitamente a este formato y al bloque de poder que lo impulsa, apostando a sus rasgos (de proyecto y de personal político) más progresistas (varios de los candidatos de su lista merecen mi respeto y aprecio) y tapándose la nariz frente a sus aspectos más conservadores, oportunistas, clientelares y caudillistas.
La tercera es votar por algún independiente de izquierda, ligado a movimientos y luchas sociales, por afinidad o para emitir un voto antipartidocrático, de rechazo hacia los partidos con registro actualmente existentes. Personalmente me inclino por esta última opción y emitiré mi voto a favor de la candidatura anticapitalista (Sergio Moissen-Sulem Estrada) impulsada por el Movimiento de los Trabajadores Socialistas (MTS) -y si por algún artilugio jurídico se rechazara su registro escribiré igualmente sus nombres en la boleta como forma de protesta.
Tengo muchas razones para hacerlo, pero la principal y más general es que me identifico y quiero verme representado por (y ver representada) la perspectiva anticapitalista, marxista y socialista que abanderan y que es también la mía (al margen de algunas diferencias ideológicas y políticas que resultan secundarias de cara a las circunstancias actuales). Valoro sus propuestas concretas que, lejos de ser extremistas, colocan cuestiones de elemental valor democrático y de justicia social que aparecen subversivas solo el contexto del deslizamiento hacia la derecha que hemos vividos en las últimas décadas. Los portavoces son un profesor precario-estudiante de doctorado de la UNAM y una maestra de secundaria de la SEP, defensores de espacios de educación pública, de nuestra “mejor juventud”, aquella generación militante y combativa que se forjó al calor del ciclo 2011-2014, en medio de una secuencia de experiencias de luchas y de antagonismo: desde los indignados, el acompañamiento al movimiento de víctimas, el 132 y finalmente Ayotzinapa.
Una parte de estos jóvenes orientó su politización en sentido francamente anticapitalista y la candidatura de Moissen-Estrada trata de darles voz y proyección política. Por ello le daré mi voto. Su voz radicalmente antisistémica sería una bocanada de oxígeno en medio de la asfixia de un debate constituyente en el cual a la izquierda del bloque PRI-PAN-PRD solo se eleva la apuesta nacional-popular de Morena, seguramente más viable de cara a la situación del país y en la actual correlación de fuerza, pero mucho menos acertada en términos de diagnóstico, de prácticas y de horizontes emancipatorios más amplios y más profundos. |