El Instituto Universitario Nacional del Arte (IUNA) es la universidad de arte más importante en toda Latinoamérica y pionera su especificidad. Es el primer instituto universitario que se crea luego de la promulgación de la Ley de Educación Superior, respetando todas sus normativas mediante un decreto de necesidad y urgencia de Menem. La formación consistió en el traspaso de los terciarios artísticos de la Ciudad de Buenos Aires en calidad de departamentos de este nuevo instituto, que fue aprobado por una resolución de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (CONEAU).
A finales del 2012 asumió como rectora de la Universidad, la kichnerista Sandra Torlucci, quien no hizo más que continuar “el relato K en la universidad”. Edificó su discurso a imagen y semejanza. Fue quién presentó el proyecto para convertir al IUNA en UNA. Dice: “La consolidación del IUNA como institución universitario en el marco de las políticas de jerarquización y reconstrucción de la educación pública en general y en particular que se llevó a cabo en la última década” (...) “la lucha por la justicia social y la igualdad de oportunidades a través de la definición de políticas..” . Esto es, con el fin de “legitimar jurídica y simbólicamente como universidad nacional” (Ley para transformar al IUNA en UNA)
Sin embargo, quienes transitamos los pasillos del IUNA, sabemos que hace falta más que un cambio de nombre para que cambien realmente las condiciones de nuestra universidad.
Hoy el IUNA cuenta con nueve sedes: cinco departamentos y cuatro áreas transdepartamentales. Más de 16 mil estudiantes, 15 carreras de pregrado, 70 carreras de grado y 18 carreras de posgrados arancelados que fueron puestos en pie en los últimos años. Pero, al igual que la mayoría de las universidades, arrastra problemáticas estructurales desde su formación: un déficit presupuestario, emergencia edilicia y una profunda crisis académica.
De los 9 departamentos del IUNA sólo 4 tienen edificios propios que corresponden a edificios que eran de los terciarios. El edificio de Artes Dramáticas, que al ser pequeño, deja todos los años a cientos de estudiantes afuera por no tener cupo con un restrictivo curso de ingreso. El edificio de Artes Visuales “Prilidiano Pueyrredón” que está declarado como edificio histórico por la Cuidad de Buenos Aires, y está cerrado hace más de 4 años con peligro de derrumbe. El “Museo de Calcos y Escultura de La Carcova”, también pertenece a la universidad, y está en la Costanera Sur, que hoy en día funciona sólo como Museo y para sostener algunos negocios (en su momento funcionaba un restaurante-parilla, con precios para nada populares!). Y por último, el edificio de Artes Musicales, que es una mansión ubicada en la calle Córdoba, donde también hay un restrictivo curso de ingreso, no sólo por la capacidad del lugar, sino por la orientación elitista que tiene el plan de estudios. El resto de los departamentos y las sedes donde se cursa, son alquilados y no cumplen con las condiciones necesarias para la cursada. Se gastan cientos de miles de pesos en contratos de alquiler, que no se pueden refaccionar, ni hacer grandes cambios en la infraestructura, ya que no son propios. Todos son edificios que no están aptos para la cursada de artes.
Por otro lado, la deserción estudiantil es común en todos los departamentos. Hay pocos egresados, ya que la excesiva carga horaria de las carreras, la falta de oferta y franjas horarias, hace que sea casi imposible cursar a quienes trabajan, que somos la mayoría de los estudiantes.
El kichnerismo, sigue sosteniendo un modelo de universidad, que lo presentan discursivamente como "dejar atrás la herencia menemista de desarticulación y desfinanciamiento", pero; tanto las leyes nacionales como la situación concreta de la mayoría de la población no cambió estructuralmente. Se mantuvo la descentralización presupuestaria y el financiamiento estatal a las escuelas privadas, (donde tienen mucho peso las escuelas y universidades religiosas); se mantuvieron los salarios docentes por debajo de la canasta salarial y de la inflación; se mantuvo la infraestructura edilicia en emergencia en gran parte del país. Y lo más relevante, el kichnerismo junto a los intelectuales que “bancan el proyecto” conviven pacíficamente con el antidemocrático régimen universitario. Es decir, la herencia menemista sigue vigente.
El IUNA no es la excepción, y esta ley tampoco. Mientras, se pretende con un cambio de denominación demostrar que hay un quiebre con el decreto del menemismo y que se avanzó en convertir al IUNA en una Universidad nacional, incrementando su “status” y en reconocer la diversidad de disciplinas que componen el campo del conocimiento de las artes; nuestra realidad no cambia.
No es más que cambiar algo para que nada cambie, solamente para acompañar el proyecto “nacional y popular”, una simple reforma cosmética. |