Foto: Diario Castellanos
En el TC-2000 los cambios iban ligero. Los 80´s comenzaron con un primer reinado, el de los Dodge-1500. El profesor Del Río y el Loco Di Palma, con su siempre recordado “43/70” serían los monarcas. Pero después de ellos, y con un interregno de la cupé Taunus de Gayraud y del Sierra de Daray, aparecieron las cupé Fuego, que ganaron 8 títulos seguidos, hasta 1993. A pesar de tantos títulos, los campeonatos no eran un monólogo de la marca del rombo. Ya te contamos la historia del “Milqui” del Yoyo Maldonado y la del Regatta del bussinesman “Cocho” López. Ellos pusieron en vilo al Flaco Traverso y sus secuaces. Estos autos, con muchas desventajas mecánicas y aerodinámicas, eran una verdadera creación artística de fierros y modelajes.
Entre aquellos vólidos, quizás un poco más atrás en el pelotón, rodaba una joya de la ingeniería: el Peugeot 505 de José “Coco” Fortunato. Hubo algunos otros Peugeot 505 en el TC-2000, como el que pilotó Olmi y luego Pisandelli, o el de Raymundo Patat, otro de los estoicos; pero el del “Coco” fue el que más perduró, al menos en el recuerdo de los fierreros.
Verlo rodar en las pistas, entre aquellas Fuego y XR4, era como ver un Turismo Carretera infiltrado, en menores proporciones, aunque no “tan” menores. Mucho más pesado que el mínimo reglamentario, la imaginación para alivianarlo voló entre la Peña que sostenía económicamente al auto en el taller de Lobos, junto al Coco y el Ingeniero Pronello. Todo lo que se podía ahuecar y agujerear, se hacía.
SEVEL, la autopartista con la que los Macri amasaron fortunas estatizando sus deudas en la dictadura, fabricaban el 505 en El Palomar. La empresa, que unía a la Fiat con Peugeot, nunca estuvo interesada en el TC-2000. Quizás algo de apoyo habría recibido el Fiat Regatta del “Cocho”, al menos a través de la red de concesionarios, pero esta empresa nunca apoyó al emblema de la marca del León. Todos en la peña sabían que SEVEL no bancaba al 505. Quizás eso les llenaría más el orgullo, pero más a fondo no se podía ir en la preparación del auto, comprando metales de aleación mucho más costosos. Ser particular, con todas las letras, eso era parte del rugir del León de Lobos.
Y si el auto era pesado, entonces el problema no sólo era que agarre velocidad. Tenía con qué, porque motor le sobraba. La cuestión estaba en que frenara! Fue necesario, para las exigencias del frenado, hacerle unas tomas de aire laterales para refrigerarlos. Algo que le dio una facha muy particular al auto. El freno trasero era a disco, pero tenía doble cáliper, cosa que permitía dos puntos de amordazamiento. La suspensión trasera original fue removida, consiguiendo una de mecanismo independiente traída de Francia. Era la del Peugeot 604. El propio “Yoyo” Maldonado, un verdadero creador con el Dodge 1500 gustaba decir que el 505 tenía muchas posibilidades de desarrollo. Se ve que le gustaba las maquinarias complejas y los grandes desafíos.
El 505 no obtuvo ningún triunfo en el TC-2000. Raymundo Patat fue el último en correr uno, allá por 1994. El “Coco” peleó algunos puestos de privilegio, pero la leyenda cuenta que ese auto nació para ganar. Fue el destino el que le jugó una mala pasada: en su año debut en la categoría, el 505 amarillo del Coco había hecho una gran clasificación en Mendoza, allá por 1988. Largando desde la cuarta fila, rápidamente se puso tercero. ¡El exquisito 505 del batallador Fortunato peleándole de igual a igual al Flaco Traverso y al Yoyo Maldonado! Pero en esa pelea entre grandes, el Coco fue un convidado de piedra. Tras un toque del Yoyo al Flaco, la Fuego queda pasada por afuera en la curva, por lo que ni lerdo ni perezoso Fortunato coloca al 505 en la segunda colocación. Pero a maniobra seguida Traverso entra pasado a la próxima curva. Metiendo por adentro el auto no pudo evitar el toque con el Coco, quien termina dando fuertemente el auto de cola contra el guarda-rail. Era el final de la carrera para el Peugeot, y no sólo eso, una rotura importante de la máquina, teniendo que construirla casi por entero nuevamente.
El 505 hizo otras hazañas, a la altura de sus circunstancias, pero como ésta no hubo otra. Queda en el recuerdo de los fierreros esta máquina extraña, soñadora. Hoy, el “Coco”, conserva intacto este 505. De vez en cuando lo saca en la alguna exhibición, entre alguna carrera zonal. El León, aunque viejo, sigue rugiendo... |