Los más de 200 trabajadores de la planta de Honda ubicada en Florencio Varela se encontraban suspendidos desde hace una semana. Esta situación empeoró aun más el día de ayer, ante el anuncio del cierre de dicha planta. Las únicas opciones que les dio la empresa fue las de trasladarse a más de 100 kilómetros para trabajar en la planta ubicada en Campana por 6 meses “a prueba”, o la de aceptar un retiro voluntario y quedarse en la calle. En Campana comenzarían a producir un nuevo modelo de motos, según fue anunciado hace dos semanas, hecho que demuestra que va a seguir produciendo y el cierre de la otra planta es una decisión arbitraria que deja en la calle a cientos de familias. Mientras tanto, la gobernadora Vidal y el intendente Pereyra siguen apareciendo en los medios y asistiendo a actividades, pintando un panorama que dista de ser el que viven muchos de los habitantes del distrito, donde los despidos y el malestar van creciendo día a día.
El día de ayer el presidente Mauricio Macri visitaba otra planta relacionada con la industria automotriz en la zona sur del Gran Buenos Aires, la de Bridgestone en Lavallol. El mandatario brindó allí un panorama sumamente optimista que se contradecía con el clima que se vivía en ese mismo momento en Varela a raíz de las novedades en Honda. Cabe recordar que esta multinacional había sido puesta como un ejemplo por el gobierno anterior: hace exactamente un año la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner visitaba la planta de Campana para el lanzamiento de un nuevo modelo.
La industria automotriz fue una de las mimadas durante la última década, recibiendo importantes beneficios que les permitieron obtener cuantiosas ganancias. Las grandes jugadoras del sector, multinacionales con sede en numerosos países, aprovecharon esta situación maximizando sus ganancias al convertir gran parte de sus plantas locales prácticamente en ensambladoras, sometiendo a sus trabajadores a condiciones de explotación laboral con el beneplácito del sindicato que los nuclea, el SMATA que dirige Roberto Pignanelli. Éste posibilitó además que las nuevas camadas de trabajadores que ingresen a la actividad lo hagan en condiciones aun peores, con un convenio con un salario un 30% inferior al resto, posibilidad de ser cambiados compulsivamente de puesto y sin categoría. En diferentes fábricas hubo resistencia ante los ataques empresariales, siendo la lucha de los combativos obreros de Lear una de las más emblemáticas de los últimos años.
Honda tomó nota de la resistencia que se empezaba a forjar y quiso desembarazarse en 2014 de los activistas que peleaban por mejores condiciones de trabajo, aunque sufrió un revés cuando a fines del año pasado fue obligada a reinstalar en su puesto a uno de los despedidos. Éste, junto a sus compañeros, había sido parte de un reagrupamiento de sectores combativos con los trabajadores de Shell y Calsa como algunas de sus caras más visibles, nucleamiento que impulsó cortes del puente Pueyrredón y otras acciones para revertir los despidos persecutorios de esas multinacionales. Hoy los sectores obreros combativos de la zona sur se encuentran en estado de alerta y plantean la necesidad de volcar toda la solidaridad a los trabajadores de Honda ante este nuevo ataque, exigiendo la reapertura de la fábrica, el fin de las suspensiones y el freno de los traslados de trabajadores a la planta de Campana. |