Cuando comenzó la campaña denunciando la agresión que sufrió la docente Eugenia Evrett, muchas mujeres dijeron: “no nos callamos más”.
Cuando los gerentes y el gremio las apretaron, intentaron frenar esta lucha y buscaron desmoralizarlas, dijeron: “tenemos que organizarnos, juntas somos más fuertes”.
Cuando fueron encontrando solidaridad en decenas de compañeros y compañeras en la fábrica -que contaban cómo ellas también habían sufrido violencia de género-, pensaron: “hay que seguirla, no estamos solas, hay mucho por hacer”.
Por eso, hoy dejaron de ser “las locas”, para ser parte de la Agrupación Pan y Rosas en el Astillero Río Santiago.
En medio de la lluvia y el frío, ayer marcharon por salario y por mejores condiciones de trabajo.
En medio de la lluvia y el frío, repartieron un volante llamando a la conformación de una Comisión de Mujeres del Astillero para seguir peleando por sus derechos y contra toda discriminación de género.
En medio de la lluvia y el frío, cantaron y saltaron, contentas -sí, contentas- de estar juntas, de estar fuertes para seguir dando pelea, de ser parte de una agrupación que trasciende la fábrica, de saber que tienen hermanas de lucha en otras provincias y en países de Latinoamérica y Europa.
Ya se sabe que muchos van a seguir diciendo que están locas. A toda esa gente y a la que seguro sumarán en el camino les dirán: “Bueno, ¿y qué? ¡Viva esta locura de no agachar más la cabeza, de no callar, de organizarnos, de sabernos hermanas!”
“¡Si tocan a una nos tocan a todas y nos organizamos… ¡Y eso hicimos y acá estamos!” |