Recién hoy vi la publicidad de la meritocracia que hace Chevrolet, con toda la neutralidad que les otorga el haberle puesto una ex gerenta como funcionaria del gobierno de la garcocracia.
Estuve pensando en los distintos tipos de asco que me generó. Me agarraron ascos de coyuntura: oportunistas que aprovechan la llegada de un (de su) reinado para usar la "filosofía estatal oficial" para vender coches.
Me agarraron ascos sociales y de pertenencia política: farsantes que hablan de méritos que, como el resto de las cosas, padecen de la enfermedad llamada "propiedad privada". Si el que llegó es porque quiso, el que no llegó es porque no se lo propuso. Se abstraen las condiciones. ¡Nada menos! Se disuelve el hecho de que "algunos llegaron antes de partir", mientras que otros nunca salen de la plataforma de la Terminal donde esperan un ómnibus que, para peor, nunca existió. Se deja de lado, ¡solamente! la existencia del régimen social al que defienden pero del que sienten, se ve, vergüenza. Por eso lo ocultan.
Por eso odio las noticias esas del "nene que vendía tal cosa en la calle y llegó a campeón de golf". Obvio que me emociona y me conmueven esos logros! ¡Bien por el pibe y ojalá que faje a sus competidores en nombre del barrio de emergencia del que fue escupido! Pero: ¿qué significan o, sobre todo, qué soslayan esas noticias? Siempre, siempre que cuentan esos hallazgos, busca evitarse hablar de su contracara, del negativo de esa foto encontrada adrede. ¿Cuántos golfistas, cuántos Miles Davis, cuántos Saer o Pizarnik dejan la tierra sin conocer sus potenciales virtudes extraordinarias, por no tener el "mérito" de ser parte de la clase social correcta, la que tiene tiempo libre para conocer esos, parafraseándolos a ellos, “méritos”?
Pero el asco que más asco me da es esa cobertura, ese barniz con el que cubren los "logros" de su gente. “La peleamos”. “Contra la corriente”. “Contra los obstáculos”. Los que construyen barreras sociales para los de abajo desde hace siglos, encima, se regocijan con el propio mito de su historia, contratando a directores de cine para que hagan spots y así darle mística a una cena que cocinan otros cocineros y que llega a su mesa servida en bandeja que traen mucamas que, claramente, no son ellos, los meritócratas. Unos genios.
Gente que se enriqueció en dictaduras, habla de pelear con viento en contra. Gente que "desapareció", manu militari, los obstáculos sindicales y políticos que tenía en sus empresas, nos habla de esfuerzos. Gente que licúa sus deudas y se las hereda al pueblo trabajador, nos habla de superar las adversidades. Capitalistas que se salvan a sí mismos exprimiendo a su Estado, luego nos hablan de achicar los gastos de un “Estado elefante” al que montan y castigan con su látigo, mientras impide que se escape.
Una clase social que estatiza sus desastres y socializa las miserias ajenas, nos habla de vagos y de parásitos. Los ñoquis de la Historia con mayúscula trasladan su garrapatismo a la clase de la que viven.
El único mérito que tienen es saber vivir de la clase a la que le absorben atributos, convirtiéndolos en aciertos propios, ideologizando su inutilidad social hasta convertirla, zas, en méritos. El fetichismo de (los dueños de) la mercancía.
Les decimos con amor que despreciamos su democracia estamental y su meritocracia social. Tienen el poder y lo van a perder. |