El 18 de mayo de 1980 se apagó uno de los fuegos más inquietantes de la historia del rock. Ian Curtis ponía fin a su existencia, dejando un legado que aún hoy sigue inspirando sentimientos.
“¿Quién tiene razón? ¿Quién puede decir y qué importa ahora mismo? Hasta que el espíritu se mantenga habrá una nueva sensación, entonces sabes que tengo el espíritu, pero pierdo el sentimiento” (Fragmento de “Disorder”).
El inicio y la creación del Post-Punk como expresión, la salida a escena de una voz impactante, de una pluma impresionante y una obra que cautivó a propios y extraños. Un adolescente admirador de la obra de David Bowie, epiléptico y con un gran talento literario. Ian Curtis escribió su propia página dentro de la música y la poesía inglesa y cultivó una llamativa personalidad que dejó una no tan extensa pero fundamental obra. Y con ella, Joy Division. La puesta en marcha de una banda que vino a reafirmar, junto a otros grupos que recién surgían, que el Punk (y sus sub-géneros) era un argumento fuerte para los recién iniciados tiempos de políticas conservadoras en Inglaterra; un particular sonido logrado por el cuarteto mancuniano que situaba lo adverso, lo trágico y lo deplorable de ese contexto, a través de su lírica intimista, en un campo abierto hacia lo sensitivo y lo transitorio de una realidad que comenzaba a imponer una impronta de hierro.
Todo comenzó en la industrial Manchester (ciudad obrera si las hay), a mediados de los ‘70. Podría considerarse a los setenta como la década más fructífera del Rock o, al menos, la que generó mayores expresiones dentro del género, tanto artísticas como rebeldes; y a Manchester como una de esas ciudades que niegan, pero terminan dando. Cuna de importantes bandas dentro del rock británico, sobre todo en el sonido New Wave, que generó la escena conocida como “Madchester”.
En un concierto de los Sex Pistols en el Manchester Lesser Free Trade Hall, en 1976, Curtis coincidió con Peter Hook y Bernard Sumner, quienes serían los futuros bajista y guitarrista de Joy Division, respectivamente. El letrista llevaba tiempo planificando cómo expresar sus creaciones literarias y encontró la manera a través de la música, ya que también ambicionaba convertirse en estrella de Rock desde la temprana adolescencia, cuando se encerraba en su habitación a escuchar los discos de David Bowie y a idealizar la figura de Jim Morrison como el mejor ejemplo de un tipo al frente de una banda. La idea agradó a Hook y a Sumner, pero sobre todo, la particular voz que poseía Curtis: barítono bajo, lo que hacía suponer que al escucharlo parecía tener más años de los que realmente tenía. Comenzaron con el nombre Warsaw (Varsovia, en español, un homenaje a una canción que Brian Eno y David Bowie habían compuesto juntos, titulada “Warsawa”) y luego de un largo proceso de selección de bateristas, decidieron que Stephen Morris sería el adecuado.
Así, musicalmente como trío y con Curtis como frontman, el grupo comenzó a destacar en la escena de Manchester por su particular sonido y por las sombrías, íntimas y desesperanzadoras letras que componía su cantante, con lo que -junto a su destacada voz- lograba un combo artístico y musical que distaba de pasar desapercibido.
Durante todo 1977 continuaron con Warsaw como nombre. Ya en 1978 decidieron cambiarlo, para evitar ser confundidos con el grupo punk de Londres Warsaw Pakt. Decidieron rebautizar a la banda con el nombre que ya todos conocemos, contrastando así con su verdadero significado, ya que hace referencia a un grupo de mujeres judías utilizadas como esclavas sexuales en los campos de concentración nazi, representadas en la novela “La casa de las muñecas”, del escritor Ka-Tzetnik 135633, tal su seudónimo. Si bien la elección del nombre fue con la intención de lograr un modo reflexivo sobre el mismo (como forma de luchar contra los tabúes y la negación histórica), esta elección, junto con la adopción por parte de Sumner del apellido Albrecht y la obsesión de Curtis con la Segunda Guerra Mundial (la tapa del primer EP, An ideal for a living, es un joven de las juventudes hitlerianas golpeando un tambor), acumularon en la banda una serie de críticas de perceptible insensibilidad para con sus integrantes. Incluso fueron acusados constantemente de fomentar al neo nazismo, algo que la banda negó siempre con mucho énfasis.
Tony Wilson, un popular presentador de la BBC, fue quien llevó a conocer la fama a los integrantes de la banda. El papel de Wilson es fundamental en esta historia. En ese mismo 1978, fundó la discográfica Factory records (estos hechos están documentados en la película “24 Hour Party People” de Michael Winterbotton, del año 2002, en la que también es representado Curtis), con la que Joy Division firmó su primer contrato discográfico. Y como detalle, Wilson refrendó y rellenó el contrato con su propia sangre.
Luego de diversas presentaciones en clubes, teatros y pubs, como aquella donde tocaron en Londres, en el Hope and Anchor -siendo la primera vez que el grupo cobraba la entrada-, llegan 1979 y el primer disco: Unknown Pleasures (“Placeres desconocidos”, en castellano). Con muy buena recepción por parte del público y a su vez de la crítica, Joy Division comenzaba a escalar en la escena rockera de finales de los ’70. Su repercusión cruza el Atlántico y son tentados por Warner para que el disco sea distribuido en los Estados Unidos. Pese a la tentadora oferta -que consistía en un millón de dólares- el grupo desistió de la misma, manteniéndose fiel a su discográfica de origen y conservando un espíritu independiente, poniendo por encima la idea de controlar su música y no que sea manejada por manos ajenas a la banda.
Efímera pero fundamental
La temprana muerte de Curtis hizo que Joy Division tuviera poco tiempo de vida como banda. Su discografía está compuesta por un EP: An ideal for a living (1978) y dos discos de estudio: Unknown Pleasures (1979) y Closer (1980). Además de cantidad de registros del público de muchos de sus conciertos, como así también grabados en mejor calidad, como el que queda plasmado en el disco doble Still, en el cual aparece la mejor versión de “Ceremony”, luego grabada por sus ex compañeros en New Order.
Nuevos amaneceres desvanecidos
A medida que su fama incrementaba, el cantante y letrista se obsesionaba con nuevas temáticas, entre las cuales estaba la muerte. Su tormentoso matrimonio y las presiones de su esposa Deborah (con la que estaban casados desde los diecinueve años), hacían de Curtis un ermitaño a la hora de manifestar lo que sentía. Las razones de manifestación, las encontraba en la poesía. Poesías hechas canciones como “Love Will Tear Us Apart” (que expresa la turbulenta relación con su compañera Deborah), “Disorder”, “New Dawn Fades”, “Isolation”, expresadas desde un modo intimista, sombrío, desolador y sobre todo, personal, lograban efectos que hacían ver a Curtis como uno de esos “poetas malditos” en el rock, como sus admirados Kafka, Burroughs, Ballard y Baudelaire, sus más destacadas influencias literarias. Curtis había llegado a un punto en que su amor se manifestaba en otra mujer, la belga Annik Honoré, periodista que cubría a Joy Division en su primera gira europea, en diciembre de 1979. Atormentado con la idea del divorcio, viéndose a sí mismo como un padre fracasado, su refugio lo encontraba en Annik.
El 2 de mayo de 1980 se dio el último concierto de Joy Division, en Birmingham. La banda se preparaba en esos días para su gira norteamericana, dispuesta a conquistar al público estadounidense, fiel a la tradición de que toda banda británica en expansión debe cautivar a los que hablan su mismo idioma del otro lado del Atlántico. Dos semanas después sería la fecha de partida. Ian estaba en su casa, en la cocina. Miraba por la TV el film del director alemán Werner Herzog: “Stroszek”. Al finalizar el filme, puso a reproducir The Idiot, el disco de Iggy Pop. Escribió una nota a Deborah y a su hija recién nacida, Natalie. Sujetó bien fuerte el cordel y eso fue todo.
Aquel domingo fue el último. Los escasos registros fílmicos muestran a Curtis en el escenario bailando frenéticamente, imponiendo su voz, conquistando, cautivando, mientras sus compañeros ejecutan sus instrumentos. No hay mejor postal que ésa. Su espíritu, su sentimiento. Su gran legado.