En una nota publicada en Página/12, como parte del libro Consecuencias subjetivas del Terrorismo de Estado de próxima edición, Ana María Careaga plantea el problema de los métodos utilizados por los genocidas hacia sus victimas, -con la desaparición como metodología por excelencia,- y los discursos que fueron moldeando la opinión publica durante la dictadura y en los posteriores gobiernos democráticos.
Si bien es válido pensar en los rasgos subjetivos de los torturadores o los efectos sobre la subjetividad de las masas que producen ciertos discursos emanados por los propios terroristas en el poder, hay una cuestión que escapa a la nota y que tiene que ver con el porqué de tal ensañamiento y su consecuente encubrimiento.
Desde mi lectura, entiendo el golpe militar del 76 en la argentina vino a cerrar un periodo de ascenso obrero y popular iniciado en el 69 con el Cordobazo. Fue un periodo de lucha de clases abierta y masiva en un momento crítico de la economía mundial y donde los trabajadores se planteaban, desde distintas estrategias, la revolución. Una tendencia que fue creciendo y que obligo al Estado mismo a ser el encargado de actuar a sangre y fuego. Y así fue, pero, a su vez hubo que justificar dichas prácticas.
Así es como surge la necesidad de un discurso o relato que moldee a la “opinión publica”.
En otra entrevista, la autora de la nota plantea: "La opinión pública tuvo tres épocas: el “por algo será” (que los organismos transformaron en la reivindicación de la lucha de sus hijos: “Por algo era, porque luchaban por una sociedad más justa”), luego el manejo sensacionalista de los medios donde fue “qué horror, yo no sabía nada” y durante el menemismo fue “hay que mirar al futuro”. El nuevo prólogo del Nunca Másdenuncia que hubo un solo demonio, ya que fueron delitos de lesa humanidad cometidos por el Estado.
El cambio en los discursos para moldear la opinión pública, responde a la necesidad de los gobiernos de turno de legitimar el genocidio y sostener a sus agentes en el poder.
Así es como cada uno de esos discursos mencionados por la autora, buscan el mismo efecto: legitimar el régimen de dichos momentos o “épocas”.
El “por algo será” buscaba condenar el levantamiento y organización obrera y popular que se venia dando desde el Cordobazo y buscaba imponer el relato de la guerra contra el terrorismo y la subversión, sancionando la rebelión social como disgregadora y criminal y por ende naturalizando el castigo de las desapariciones.
El “que horror, yo no sabia nada” como el “hay que mirar al futuro”, legitimaba el relato de la “vuelta de la democracia” y la “supuesta” inocencia de los funcionarios políticos que habían sido cómplices, cuando no colaboradores de la dictadura y su terrorismo de Estado. El Nunca Mas, con su intento de atacar a los “dos demonios” condenaba la violencia revolucionaria por no respetar las normas de la democracia burguesa intentando borrar del horizonte social toda idea emancipatoria vinculada a la destrucción de las instituciones vigentes. Mientras que el “hay que mirar al futuro” intentaba naturalizar la perversión de la impunidad para los crímenes de estado dentro del marco del privatismo social del neoliberalismo.
Y el nuevo relato, que parte de la apropiación por parte del gobierno de la lucha por “Memoria, Verdad y Justicia” de organizaciones sociales, políticas y de DDHH (como las mismas Madres de Plaza de Mayo), y que solo condena algunos genocidas, resulto funcional a poder rescatar a un régimen en bancarrota tras la crisis y rebelión popular de diciembre del 2001.De esta manera se creaban condiciones para “limpiar” al régimen y su aparato represivo.
Los discursos parten de un sujeto, de un actor social, y de sus prácticas e intereses. La clase dominante, buscó imponer en amplios sectores de las masas, mediante un genocidio, la idea de que el cambio no es posible, hasta ir agotando sus propios discursos de cada época. Si la intención era olvidar lo sucedido y reconciliar a la “opinión publica” con las fuerzas represivas del Estado (Policía, ejercito, gendarmería, etc.), esto no se consiguió ya que las mismas siguen siendo repudiadas por la mayor parte de la sociedad.
Porque los discursos se sostienen con las practicas… es por eso que hoy, el doble discurso de DDHH del gobierno se cae y muestra su verdadera cara y vemos que las mismas fuerzas represivas continúan sus practicas nefastas, como se vio en el video del joven torturado por la policía tucumana o las distintas represiones sufridas por los trabajadores de la Panamericana.
A 8 años de la desaparición de Julio López, queda demostrado que haber cambiado el prólogo del Nunca Mas o bajar el cuadro de Videla, no bastaron para tapar que en la Argentina la mayoría de los genocidas siguen actuando con total impunidad, para favorecer a la misma clase social que en los 70 persiguió, torturo, mato y desapareció a una generación de luchadores. Pero no lograron matar las ideas que siguen firmes y encarnadas en miles de personas que despiertan a la lucha y se multiplican ante cada crisis. Demostrando así, que al discurso establecido, se lo derriba atacando a sus agentes tanto en gobiernos de facto, como en gobiernos “democráticos”. |