Las mujeres de Chiloé son un pilar fundamental de la cultura del archipiélago. Durante las movilizaciones demostraron junto a sus familias estar del lado de los pescadores, recolectores de orillas, despedidos del salmón y afines.
Durante los 18 días la isla de Chiloé se "privó", se enojó y se envalentonó en defensa del mar y los trabajos que han ejercido durante generaciones, esto tras la catástrofe medioambiental desatada en el mar de la X región de Los Lagos por el indiscriminado vertimiento de 40 mil toneladas de salmón muerto mezclado con ácidos tóxicos a 75 millas de la costa.
Estos son los rostros de miles de mujeres que dieron la cara por todo un país ante una aguda crisis de régimen y una catástrofe que ha tomado ribetes difíciles de dimensionar en cuanto al daño, tanto medioambiental como social, marcando el paso a una secuela abierta por Aysén, Freirina, Caimanes, Quellón. Y que aún, a pesar de los acuerdos llegados por sus actuales direcciones, no se logra cerrar por un descontento generalizado de su gente dejando en vilo a miles de solidarizantes a lo largo de todo el país.
Camino a Chiloé
En el primer gran corte de la ruta que dirige a Pargua, la ribera norte del canal de Chacao hacia Chiloé, era el enlace Maullín. En este lugar familias completas vivieron más de dos semanas en un improvisado campamento que, iluminado con barricadas, fue espacio de unión para pescadores y sus familias de distintas comunas, pero en especial de Maullín y Carelmapu.
Aquí las mujeres realizaban turnos de guardia en cada acceso bloqueado de la ancha carretera, como también organizaban el comedor que entregó café, pan y fruta a cada persona del lugar, como también a quienes solidarizaron con su movilización.
Ancud, bastión de resistencia
En la isla, Ancud es la segunda parada luego de Chacao tras cruzar en transbordador desde Pargua (continente), a la entrada del pueblo. Desde el puente Pudeto se divisala primera gran barricada que se yergue sobre la organización de pescadores, trabajadores artesanales del mar y despedidos de las salmoneras.
Durante la movilización, sus calles vieron marchar a miles de "pincoyas", quienes vestidas de negro presionaron desde la isla al Gobierno para determinar soluciones concretas. También, junto a los buzos mariscadores, la única mujer buzo recalcó el poder de las mujeres trabajando directamente en el mar junto a sus compañeros varones, y las cocinas abiertas y comunitarias fueron mantenidas con una fraternidad de las que cada chilota defendió a todo momento entregando algo para mantener la energía en las frías madrugadas del sur de Chile.
De día y noche no sólo marchando sino también en los cortes de ruta levantando comedores y cuidando a sus hijos al calor de la barricada, exigieron codo a codo una solución al incierto panorama que están viviendo, aún tras haber perdido su lugar de trabajo: el mar. "Privadas", las pincoyas tomaron su pueblo por completo, esta vez, para resistir.
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