La Izquierda Diario recibió un texto enviado por una obrera de la fábrica de electrodomésticos Atma. Se trata de la misma empresa que desde 1930, con el cinismo propio del empresariado, dice estar “vinculada y comprometida con el hogar y la mujer”.
Atma contrata, precariza y despide
Todo sucedió a fines de noviembre, cuando llegó el día de la supuesta renovación de contratos de nuestros compañeros y nuestras compañeras y estábamos todos atentos a ver si esas familias volverían a tener el pan sobre sus mesas. Porque detrás de cada persona hay una familia.
Trabajar se hacía imposible, porque sabíamos que había una lista con nuestros nombres rondando entre líderes y supervisores. Igualmente lo hicimos, pero con más presión en nuestras espaldas. No salía un ventilador de la línea, sino cinco. Lo que generaba dolor en nuestras manos de obreros. No teníamos tiempo para salir de la línea a tomar un poco de agua, menos de poder ir al baño.
Cuando estábamos cerca de finalizar el turno, se acercaron nuestros jefes y nos separaron en dos grupos.
Los compañeros y las compañeras, con sus familias a cuestas, hicieron una fila india. Y se prepararon con lágrimas en los ojos, con esperanzas, con sudor, con cansancio, con miedo, con emociones que jamás sintieron: su “juicio final”.
Ese día no renovaron contrato a casi cien familias que cumplieron con su trabajo diario. Compañeros que nunca se animaron a abrir sus bocas para decir que sus manos, sus brazos, sus espaldas y su cuerpo entero ardían de dolor. Y que se la aguantaron para no faltar.
Familias que hicieron extenuantes horas extras ya que el bajo sueldo que tenemos no nos permite llegar a fin de mes. Horas extras que muchas veces tuvimos que reclamar y más de una vez para que nos pagaran debidamente.
Familias que se tuvieron que bancar la presión de la ambición de nuestros jefes diciéndoles “apurate, tenemos que llegar a producción, son cien por hora, apurate”.
Compañeras que manchábamos nuestros pantalones porque no teníamos quien nos cubriera para poder cambiarnos una toalla femenina.
Compañeras que llegamos a enfrentarnos con otras compañeras como si fuéramos animales en una jungla, por presiones que nos generaban los burócratas para que competiéramos con quien está a lado.
Compañeros y compañeras con fiebre, con dolores que, aunque dolieran, los teníamos que aguantar.
Con historias de vida tan fuertes que tenían para contar y que nunca fueron escuchadas.
Aguantamos tanto…
Esas familias se quedaron sin trabajo. Y ahora nos toca afrontarlo nuevamente este 31 de mayo.
Es momento de alzar nuestra voz para frenar los despidos y cambiar las condiciones de trabajo.
¡Familias en la calle nunca más!
¡No a los despidos en Atma!
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