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La Izquierda Diario
31 de mayo de 2016 Twitter Faceboock

OPINIÓN
Pablo Iglesias, los empresarios y los límites de la seducción
Diego Lotito | @diegolotito
Carlos Muro | @muro_87

Un año más el Círculo de Economía se reunió en Sitges. Pero este año, su XXXII edición, la “novedad” fue la participación de Pablo Iglesias, que llevó su “mensaje” a lo más granado del empresariado español. Este podría resumirse más o menos así: “tranquilos, señores empresarios, hay una nueva socialdemocracia”.

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Foto: EFE

“Es un honor tomar la palabra en estas jornadas del Cercle d’Economia”. Con estas palabras iniciaba su discurso Pablo Iglesias frente a 400 directivos y empresarios.

La imagen podría confundir a algunos desprevenidos que recuerden al Pablo Iglesias de hace poco más de un año alzando la voz contra “la casta”. Pero a no llamarse a engaño, porque de lo que siempre se ha cuidado el líder de Podemos, ha sido de señalar quienes son los verdaderos jefes de “la casta” –de la cual ya no habla, por cierto-, con quienes se reunió en Sitges la semana pasada.

Por si no queda claro con quienes se reunió el líder de Podemos, hagamos un breve repaso. El “Cercle d’Economia” es un lobby empresarial y político creado en Madrid en 1977, en el que están representadas las principales empresas del Estado español. Su objetivo no es otro que ejercer presión sobre los distintos gobiernos para la aplicación de medidas pro patronales.

Su año de fundación es significativo. Fines de los ’70, años de lucha de la clase trabajadora y la juventud contra el régimen franquista en retirada y, ese mismo año, 1977, contra la traición histórica de los pactos de la Moncloa.

El actual presidente es Javier Vega de Seoane Azpilicueta (presidente de DKV seguros), pero en su plana mayor hay personajes como su presidente de honor, Claudio Boada Pallarés (Senior Advisor de Blackstone y HSBC), Mónica de Oriol e Icaza (presidenta de Seguriber-Umano), Josep Piqué i Camps (vicepresidente de Obrascón Huarte Laín) o Matías Rodríguez Inciarte (vicepresidente del grupo Santander).

Con el pedigrí de los integrantes del Círculo, obviamente la visita de Iglesias fue todo un hecho mediático. Su discurso en la reunión daría para, no uno, sino varios artículos de polémica. Pero aquí abordaremos sólo una cuestión: ¿cuál fue el objetivo político de Iglesias con su participación en las jornadas?

El discurso de Iglesias fue largo, pero hay una frase que resume su mensaje a los grandes empresarios: “Para que España funcione le tiene que ir bien a todo el mundo, a los empresarios también”. Y lo resume porque revela su objetivo político, que no era otro que “tranquilizar” al mundo empresarial frente a la posibilidad de su llegada a la Moncloa.

Frente a la crisis por la que atraviesa la “vieja” socialdemocracia, hoy devenida en social liberal, Podemos insiste en presentarse como la “nueva” socialdemocracia. La idea no es nueva ni mucho menos, Iglesias la viene repitiendo hace ya tiempo. Pero que tiene una carga simbólica mayor que la haya dicho justamente frente al Círculo de Economía. Porque para la patronal, ser un buen socialdemócrata significa tener la capacidad de encausar la lucha de clases, evitar los desbordes y actuar como una suerte de médico de cabecera del capital. Un puesto para el que Iglesias se ofrece gustoso.

Y para demostrar que lo suyo no es puro discurso, Iglesias no escatimó en poner de ejemplo sus pruebitas en el poder el último año: “ya gobernamos en las principales ciudades del país”, dijo con orgullo, para agregar que “hemos reducido la deuda y aumentado el gasto público. Donde gobernamos hemos conseguido mejorar en el ranking de ciudades atractivas para la inversión”.

Hay que reconocer que la capacidad de síntesis de Iglesias, algo más que necesario frente a empresarios acostumbrados a ir al grano sin muchas vueltas. En una frase resumió su política económica: pagar religiosamente la deuda y garantizar condiciones para la inversión capitalista.

Pero los capitalistas, al menos los exitosos (y en la reunión estaba lleno de ellos), suelen ser incrédulos y conservadores ante las novedades. Así que Iglesias debió esforzarse un poco más para vender su discurso.

“¿Es posible desarrollar políticas como las que nosotros proponemos en el marco de la Eurozona?”, se preguntó con una retórica obvia, “Por supuesto que sí. Nosotros somos enormemente pragmáticos y conocemos los límites y tenemos plena conciencia de las presiones a las que puede ser sometido un gobierno, precisamente porque hemos visto cómo se presionaba a los gobiernos de nuestro país. Y hemos aprendido algo: gobernar es elegir opciones diferentes incluso a la hora de recortar.”

Así Pablo iglesias explicó que sus lecciones de la crisis griega no difieren mucho de las de sus interlocutores: nada de enfrentarse con la Troika y a pagar la deuda se ha dicho, aunque se intente “renegociar con Bruselas el ritmo de reducción del déficit para trasladar al final de la legislatura el cumplimiento del objetivo del 3%”. Algo que cualquier burgués sensato también intentaría negociar.

Exudando una buena dosis de “realpolitik” frente a los dueños del país, Iglesias desplegó toda su capacidad seductora. El problema es que con pragmatismo, seducción y no poca pleitesía, no alcanza para engatusar a unos señores que han explotado a millones de trabajadores y dirigido los destinos del Estado (su Estado) con puño de hierro durante décadas.

Sin duda la idea de una socialdemocracia renovada, que pueda controlar el patio proletario y evitar cualquier desborde, puede ser atractiva si la cosa se pone fea en los próximos años. Una perspectiva que, viendo lo movidita que está Francia, no se puede descartar de ningún modo.

Pero para eso hace falta algo que Iglesias no tiene: el anclaje social (su peso orgánico en los sindicatos y la clase trabajadora) que si tenían los buenos viejos socialdemócratas (y no lo olvidemos, también los viejos buenos comunistas –o eurocomunistas para el caso-), que les permitió mostrar músculo cuando fue necesario para establecer relaciones de fuerza, y sobre todo, capacidad para encorsetar al movimiento obrero para llevarlo detrás de la burguesía… cuando también fue necesario (y otra vez nos viene a la mente el año 1977).

Como decíamos en otro artículo, la cúpula de Podemos ha sobrestimado al infinito las capacidades performativas de su discurso -cada vez más moderado-, negando de plano la movilización y la lucha de clases como terreno de disputa política. Esto, que puede ser útil para atraer votos del espacio de representación socialista, no lo es para ejercer el poder (ni mucho menos para convencer a la alta burguesía de que puede manejar sus negocios con eficacia).

Esta “debilidad de origen” del nuevo reformismo, es lo que lo hace inofensivo para la clase capitalista, pero enormemente nocivo para la clase trabajadora y los sectores populares, contribuyendo a su “pasivización” y alimentando la “ilusión gradualista” de que se puede transformar la sociedad sin atacar los intereses y enfrentar la resistencia de quienes la dominan: señores como los del Círculo de Economía.

 
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