Derechistas, golpistas, millonarios, evasores: las historias detrás de los dueños del negocio de las cubiertas. Primera de una serie de notas sobre los obreros del neumático.
Hace algunos años, en el frío invierno de 2008, en Argentina estalló una rebelión de los obreros del neumático. Pararon las máquinas y marcharon, primero cerca de las plantas y luego al centro porteño. Allí cantaron sus reclamos. La columna azul y bordó, por los colores de la ropa de trabajo, iba encabezada por una bandera que decía “Empresas ricas, trabajadores pobres”. La acompañaba otra, más parca y sin rodeos: “Pirelli chupasangre explotador”.
Rebelados por sus hernias y salarios, algo sabían aquellos muchachos de sus patrones.
Un humanismo a lo Mussolini
“Soy un humanista. Me interesa el hombre, con su dignidad y sus derechos”. Así se define Franco Livini, el capo de Pirelli en Argentina. Este año cumple 60 años en la empresa. El elogioso autoretrato lo pronunció en medio de su campaña para las elecciones italianas. El “humanista” Livini fue entonces candidato a senador por la lista de Mirko Tremaglia, un polémico dirigente del fascismo italiano en vida de Benito Mussolini. Tremaglia luego conformó el partido Alianza Nacionalista, junto a la nieta de “Il Duce”.
No parece, de todos modos, una inclinación ideológica sólo de Livini. El fundador de la marca, Alberto Pirelli, llegó a ser ministro de Mussolini. Semejante línea de conducta le trajo beneficios también en Argentina, donde la dictadura estatizó su deuda privada de 127 millones de dólares. Todavía la pagamos.
Fundada a fines de 1800, la marca levantó su primer planta en Argentina en 1919. Imposible saber si fue su espíritu emprendedor o los consejos obreros que se levantaron en Turín por aquellos años lo que empujó a Don Alberto a abrir fábricas fuera de Italia. Lo cierto es que hoy la empresa tiene más de un centenar de plantas en todo el mundo, que ocupan a 38 mil trabajadores y facturan seis mil millones de euros por año.
Semejante negocio tentó en los últimos años a ChemChina, un poderoso ente estatal del país asiático que compró buena parte de las acciones de la empresa. Ren Jiankin, un ex líder de la Juventud Comunista, comparte ahora la dirección de Pirelli con el millonario Marco Tronchetti Provera. Hace un tiempo fue noticia, además de los casos de corrupción, porque en medio de la crisis económica cobraba 8,1 millones de euros. Era parte de la élite de diez italianos más ricos, que poseían una riqueza igual a la de los 3 millones de italianos más pobres.
Esos son los “humanistas” de Pirelli.
Golpe a golpe
“El 22 de abril de 1931, el entonces Presidente provisional de la República Argentina, Teniente General José F. Uriburu, decretó la autorización para que la empresa funcionara como sociedad anónima”. Así recuerda Firestone el inicio de sus negocios en Argentina. En realidad el “presidente provisional Uriburu” había dado el primer golpe militar de la historia argentina en junio de 1930. Harvey S. Firestone no dudó en apoyar ese gobierno que se había impuesto desde los cuarteles pero se había parido desde las oficinas de la Sociedad Rural, la Unión Industrial y la Embajada de EEUU. Como símbolo de compromiso, la empresa aportaría dos de sus gerentes - Horacio Beccar Varela y Pablo Calatayud – para ministros de Uriburu.
Con el paso de los años, el apoyo a regímenes militares se convirtió en toda una costumbre para Firestone. Según documentos desclasificados del Departamento de Estado norteamericano, la empresa fue parte del “centro de coordinación” que armaron multinacionales y militares tras el golpe en Brasil en 1964. Más tarde sería denunciada como “una de las multinacionales del Plan Cóndor”, un sistema organizado por los militares, con colaboración de Estados Unidos, para perseguir y asesinar a militantes políticos y sindicales en la década del 70.
Pero quizá la mancha más conocida de la marca es su plantación de caucho en Liberia (África). Según alega la denuncia de los trabajadores y organizaciones de derechos humanos, allí se realiza “trabajo forzado, el equivalente moderno de la esclavitud”. Allí trabajan familias enteras, ya que los obreros no pueden cumplir solos la cuota de caucho que demandan los capataces. Según la demanda, “Firestone maneja de manera idéntica a como era operada cuando la abriera en 1926”.
Una realidad que dista mucho de la imagen de “responsabilidad social empresaria” que difunde la empresa desde su página corporativa.
Desde 1988 Firestone se asoció a la japonesa Bridgestone. La alianza le permitió aumentar los ingresos de la compañía, que en último balance superaron los 34,7 mil millones de dólares. Buena parte se la reparten entre los CEO de la empresa, que forman parte de la élite de ejecutivos que cobra un promedio de 12 millones de dólares anuales. 300 veces el salario de un trabajador, según el Instituto de Política Económica de los Estados Unidos.
Queda claro lo que es capaz de hacer la empresa para sostener sus ganancias.
Aluminio, caucho y paraísos fiscales
En los últimos meses, la revelación de los Panama Papers causó revuelo. Entre los políticos y capitalistas sospechados de lavar dinero y evadir impuestos, figuraban varios integrantes de la familia Madanes. Pero la pasión de los dueños de Fate y Aluar por los paraísos fiscales ya era conocida. En 2013, el diario La Nación reconocía que varios de ellos habían tenido “fideicomisos y sociedades offshore en Islas Cook, Bahamas, Islas Vírgenes y Panamá con conexiones a cuentas en Suiza”.
Pero el Caribe no era más que un lugar para multiplicar esas fortunas, que tenían otro origen. La familia Madanes Quintanilla había levantado su imperio gracias al pacto con el dictador Lanusse, que en 1971 le adjudicó el monopolio del aluminio a través de Aluar. Desde esos años, el grupo se convirtió en uno de los más importantes ‘capitales nacionales’, de buena relación con los poderes de turno. Producto de esas amistades Fate fue favorecida igual que Pirelli con la estatización de parte de su deuda privada. Otros 223 millones de dólares que seguimos pagando todos.
Los dólares que giraba a sus paraísos fiscales salían de la sangre, sudor y lágrimas de los obreros del neumático y metalúrgicos de sus plantas de San Fernando y Puerto Madryn. Pero también de los cientos de trabajadores “de segunda” que levantaron las paredes de su imperio. Como los 10 tercerizados que murieron en junio de 2007 al derrumbarse el silo que construían. La mayoría eran bolivianos.
Según los últimos datos, sólo Aluar factura 6 mil millones de pesos anuales, con una utilidad superior a los 500 millones. Semejantes ganancias permitieron a Javier Madanes Quintanilla ingresar a la lista de los 15 argentinos más ricos de la revista Forbes. Y eso que seguro no tuvieron en cuenta los billetes que reposan cerca de las paradisíacas playas caribeñas.
Como detrás de cualquier capitalista, los reyes del neumático tienen sus pasado de sangre, explotación y negocios turbios. En la próxima nota, empezaremos a hablar de los que ponen el lomo.
En esta serie:
2 - Sangre y sudor de la industria del neumático Trabajadores de segunda, cuerpos rotos y destrozados, pasar la vida en la fábrica y premios que no son. La realidad del milagro de la industria de las cubiertas.
3 - La década ganada en el Neumático Un recorrido por las transformaciones en la industria del neumático, de los 90 a la actualidad.
4 - “Hay que dejar que ese odio se exprese” Francia, Brasil, México, Venezuela. Otras historias, de otros países pero de los mismos hombres que hacen las cubiertas que hacen “girar al mundo”.
5 - Del conflicto de 2008 a la conquista del sindicato La sed insaciable de los “chupasangre” de la industria del neumático tendría sus malos tragos. De la rebelión en las paritarias del 2008 al triunfo del Frente de Unidad en las últimas elecciones.