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La Izquierda Diario
12 de junio de 2016 Twitter Faceboock

Tucumán
“El teatro somos nosotros y no la institución”
Selva Rojas

A raíz de la Fiesta Nacional del Teatro entrevistamos a Pablo Gigena, integrante del grupo teatral La Vorágine y gestor de la sala La Gloriosa.

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Fotografía de la obra "De carne y trapo"

Pablo Gigena es teatrista, director y dramaturgo que forma parte del Grupo Teatral La Vorágine, y gestor de la sala teatral La Gloriosa, donde a puro pulmón y en constante lucha con las instituciones que deberían garantizar el desarrollo del arte y la cultura con el presupuesto necesario, se ponen en escena obras de la cultura independiente tucumana desde hace casi 14 años.

Conversamos con él a raíz de lo que fue la última edición de la Fiesta Nacional del Teatro, que se realizó en Tucumán, y que dejó varios sinsabores en la comunidad teatral.

La Fiesta Nacional del Teatro organizada por el INT no adoleció de situaciones nuevas, sino de los mismos vicios de siempre, la falta de participación de los locales principalmente, pero también de todos los teatristas del país. Hay cosas simples y sanas que no se hicieron: decidir colectivamente entre grupos, organizadores, técnicos y directores de salas el espacio más conveniente en donde se realizarán las obras. O que todo trabajo que puedan realizar las personas del lugar sea otorgado a los locales con el pago consecuente, y no incurrir en la subestimación de las capacidades locales ni en gastos innecesarios de traslado, alojamiento y comida de personal de otro lugar. Si hay trabajadores que cobran un cachet (técnicos, organizadores o grupos) lo justo es que todo el que realice un trabajo igual perciba también un cachet igual. Si se le paga la comida a uno se le paga a todos los que trabajan, etc. De todos modos considero que muchos de la organización trabajaron desde la buena voluntad.

¿En qué consiste el Instituto Nacional del Teatro?

Surge a partir de la Ley Nacional de Teatro. La razón de su existencia son los teatristas, fue creado para ellos y por ellos se sustenta. Como todas las instituciones tienen un supuesto fin u objetivo, y representan una política: la de los gobernantes de turno. Esas políticas contemplan siempre alguna o ninguna participación de sus “beneficiarios” o mejor dicho “benefactores”. Durante la era kirchnerista, por su dinámica política, sirvieron de premio y castigo para los afiliados y no como una línea intermediaria para apoyar las políticas de los artistas por y para quienes fue creada la ley.

El organismo se ha transformado en una bolsa de trabajo de funcionarios y empleados, y secundariamente en un organismo de apoyo a los creadores, ya que los trabajadores de la institución cuentan con sueldo, obra social, etc; cobrados en tiempo y forma, en cambio los subsidiados no. No es que diga que esos funcionarios y empleados no apoyen a la ley de teatro con su labor, pero cabe señalar que en la última década el presupuesto para gasto administrativo que era del 10% según la ley creció al 50%, lo que reduce sensiblemente los montos de apoyo a los que podrían acceder los subsidiarios.

¿Cuál es la situación de las salas independientes, como La Gloriosa, en cuanto a la financiación que el Estado debería brindar?

Actualmente la ley provincial de teatro acaparada por el Ente de Cultura otorga montos correspondientes al presupuesto 2006, iguales que en ese año, un desastre la gestión de esa institución nefasta. El INT en cambio por lo menos este año hizo un incremento del 50% en los aportes a funcionamientos de sala respecto a años anteriores y aún más en otros rubros como Producción de obras. De todas formas esos montos siguen llegando con atraso.

La burocracia se ha convertido en un escollo tal que los subsidios llegan a cobrarse entre uno a 3 años de atraso, con lo cual los montos, ya de por si algunas veces insuficientes, llegan devaluados por la inflación sufrida durante todo ese tiempo. A esto se suma que en una instancia del kirchnerismo, los representantes provinciales de la institución, que en su comienzo eran entendidos como servidores y representantes de los teatristas, fueron reorganizados por los directores de turno como representantes de la institución ante los teatristas, colocando entonces a los teatristas en la posición de recibidores de subsidios sin posibilidad de participación alguna en decisiones políticas que hagan a la mejora de la actividad y de la misma institución. Es decir, el kirchnerismo terminó con la mínima democracia incipiente y participativa que se vislumbraba en los primeros años, en los que hubo asambleas y foros, si no decisivos por lo menos deliberativos.

¿Es necesaria entonces una democratización hacia dentro del Instituto?

Claro, para empezar la ley prevé que los representantes provinciales sean avalados en asamblea cosa que no viene sucediendo desde hace años, entonces a los representantes los eligieron autoridades que asimismo seleccionaron a los jurados, cercenando, o por lo menos poniendo sospechas, sobre la libre y justa elección.

Esta situación llegó a la cúspide en el intento del mandatario camporista Parodi, quien intentó impedir la participación del consejo del INT (conformado representantes regionales elegidos por y entre los provinciales, el director y algunas personalidades elegidas también por concurso) mediante una maniobra legal que dejaba abierta la reglamentación de la ley. Esta situación causó una confrontación entre el director novato y los representantes y autoridades enquistados en la institución a través de extensiones decretadas por ellos mismos. Es decir una situación donde los teatristas quedamos afuera de una disputa de poder entre viejos y nuevos funcionarios. Esta crisis coincidió con el cambio de gobierno, y el macrismo eligió a un nuevo director, en gestor de sala y director de cultura de Santa Fe Marcelo Allasino; quien en sucesivas reuniones provinciales se comprometió a activar foros y la participación de los teatristas, cosa que aún no sucedió, se comprometió además a agilizar el plano administrativo, para lo cual se abocaron a ordenar los expedientes anteriores en trato, cosa que para nosotros los teatristas implicó más burocracia.

Ahora está en veremos si Allasino cumplirá con su promesa de participación a través de foros y ordenamiento y aceleración administrativa. Estamos a la espera, para ver si se cumplen los objetivos o volvemos a lo mismo de siempre. En breve veremos si nuestras voces fueron escuchadas y tenidas en cuenta o si cayeron en saco roto.

A fines del año pasado, con la suspensión de la Fiesta Provincial, se realizó La Insuspendible gracias a la organización del Movimiento de Teatro Independiente. ¿Cómo valoran esta experiencia?

La Fiesta La Insuspendible nació como idea entre Noé Andrade, Cesar Romero y yo, como respuesta a la suspensión de la fiesta provincial de parte del Instituto. Con ella demostramos que el teatro somos nosotros y no la institución, y que esta nos tiene en tal descuido al punto que precisamos recordarles que prescindimos de ella, pero aún con ello no renunciamos a nuestro derecho al apoyo estatal adquirido por ley.

Estuvo muy buena la movida, pero nos falta mucho para lograr organizar a pleno toda la fuerza potencial que tenemos como creadores, falta madurez política y decisión, sentimientos y convencimiento de que somos un colectivo, diverso, pero con las mismas necesidades e intereses.

La cultura, como la educación y la salud, merece de un importante inversión económica y una planificación política seria y profunda y extensa para que este país pueda lograr todo su potencial cultural. Solo el compromiso y la lucha sostenida de los trabajadores de la cultura podrán lograrlo.

 
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