Este gigante que centraliza gran parte de los alimentos que se consumen en los comercios fue inaugurado durante el gobierno de Raúl Alfonsín a través de la Subsecretaría de Comercio Interior a cargo de Marta Mas.
En los últimos años el número de trabajadores y trabajadoras aumentó considerablemente, las edades son diversas, y no son pocos los menores de edad.
Las largas jornadas laborales abarcan todos los días de la semana, y el día comienza en algunos casos a las 3 de la madrugada, extendiéndose a veces hasta las 19.30 horas.
La gran mayoría de trabajadores intentan conseguir puestos como vendedores. Lo cierto es que ante la necesidad, estos jóvenes se ven obligados a vender su fuerza de trabajo aceptando realizar la carga y descarga de pesados cajones de mercadería por solo 300 pesos por día.
Las mujeres que trabajan en el mercado realizan, en general, las mismas tareas que sus compañeros varones, sin embargo les pagan menos dinero.
La Izquierda Diario pudo conversar con varios trabajadores que ofrecieron aportar información sobre sus condiciones laborales.
Una niña de 11 años relató que comenzó a trabajar hace 8 meses, ingresó a este trabajo través de su hermano que también trabaja allí. Su día comienza a las seis de la mañana y termina a las siete de la tarde. Cuando termina el día le dan 300 pesos. A su hermano, que tiene 18 años, le pagan 350 pesos, los dos trabajan en negro.
Otro hombre (changarín) se acercó y contó su experiencia. Comenzó a trabajar a los 13 años, actualmente tiene 24, su sueldo es de 250 pesos por día. Llega al mercado a las 4.30 de la mañana y se va alrededor de las 19.30 de la tarde. Sus condiciones de trabajo son absolutamente precarias: “olvídate acá es un laburo pesado. Acá si no venís abrigado te cagas de frio, a última hora ¿sabes cómo te duelen los huesos, la espalda?”.
La gran mayoría de las trabajadoras y trabajadores que llegan al mercado central lo hacen ante la falta de otra salida laboral. Debido a las condiciones de precariedad y clara explotación, tiene que abandonar sus estudios para poder abastecer a sus familias. Un joven aclaraba: “hoy en día, me estoy dando cuenta que esto no sirve de nada, que estoy en negro. Que hay gente que está hace veinte años y no le sirve de nada. Están hechos pelota, acá todos los que laburen van a estar en negro”.
Tanto los hombres como las mujeres que día a día venden su fuerza física en el mercado por una suma mínima de dinero, están sin dudas sometidos a una precariedad extrema. Pero la peor parte la llevan los niños y niñas que por ir al Mercado deben abandonar la escuela, lo que los condena en un futuro no tan lejano a seguir siendo explotados. |