La selección de Martino logró el pase a semifinales con una enorme muestra de juego y convicción. Enfrentará el martes a EE.UU. para volver a la final.
Siempre se dice que los torneos grandes empiezan cuando se terminan las fases de grupos. Considerando esto, Argentina eligió el mejor momento para cohesionar y dar su mejor producción. Si bien venía de tres triunfos y una holgada diferencia de gol en ellos, ninguna de las entregas anteriores había puesto en vidriera una superioridad semejante. Sustentada en el conjunto y no en dependencia de las apariciones fulgurantes.
El partido se destrabó temprano, con uno de esos pases de Messi que son una orden, porque obligan al asistido a picar para aprovecharlos. Higuaín lo hizo y empezó a reencontrarse con su versión napolitana. La pelota y las llegadas eran argentinas. El 10 del Barcelona estaba siempre rodeado pero desequilibraba a voluntad. Gaitán, Banega y Augusto Fernández mostraban un gran nivel para secundarlo.
El delantero del Nápoli mostraría cuanto lo había liberado el primer gol marcando el segundo. Tras un error en la salida venezolana la robó, gambeteó al arquero y tocó suavemente de zurda. Cuando se presagiaba lo mejor, Argentina se puso en pausa. La vinotinto se animó y no tuvo oposición durante un período de quince minutos, donde hizo revolcar espectacularmente a Romero dos veces. Hasta logró que el arquero hiciera un penal evitable que él mismo se encargo de enmendar: Seijas la picó y el ex Racing contuvo quedándose en el medio. Así se cerraron los cuarenta y cinco.
El complemento tuvo a una Argentina nuevamente preponderante, tras unos retoques posicionales del trío que había acompañado bien al capitán. Banega se acercó a Mascherano, Augusto se soltó y Gaitán dió una mano. A partir de un robo y posterior asistencia del este último, Messi metió el tercero y alcanzó a Batistuta en la tabla histórica de la selección. A los diez minutos Rondón aprovechó un relajo y descontó de cabeza. Eso sirvió para ver a Argentina marcando a voluntad, ya que al minuto Messi otorgó otra asistencia (a Lamela, reemplazo del dolorido Gaitán) y el juego se cerró del todo. Entró Agüero para merodear su gol, pero los esfuerzos se regularon. Ya estaba todo hecho.
El martes, en la semifinal ante el local, habrá enfrente un equipo más potente y tal vez agrandado por su condición de anfitrión. Será el escenario ideal para reafirmar que hay más que otro rejunte de grandes individualidades y que se viene, por fin, la era de la madurez.