Un nombre apareció a la par de la detención del exfuncionario José López, el del exarzobispo Rubén Di Monte, fallecido en abril de este año.
Rápidamente el relato mediático privilegió un aspecto de su biografía: su relación con el gobierno kirchnerista, fundamentalmente con el exministro de Planificación Federal Julio De Vido.
Sin embargo, en la sombra quedó su derrotero durante las décadas previas. Di Monte fue un ejemplo de la Iglesia cómplice de los regímenes militares, que supo mutar en democracia y mantenerse intocada.
Amigo de Suárez Mason y Nicolaides
Tras la última dictadura, uno de los que rápidamente lo identificó fue Emilio Mignone en su clásico e imprescindible libro Iglesia y Dictadura, publicado en 1986.
Mignone, quien había formado parte de Acción Católica, era padre de Mónica, desaparecida en 1976. En ese libro Mignone apuntó contra Jorge Bergoglio, quien se desempeñaba como superior provincial jesuita, por los secuestros de los sacerdotes Francisco Jalics y Orlando Yorio, miembros de la Compañía de Jesús.
Según Mignone, Di Monte era amigo, entre otros, de los generales represores Guillermo Suárez Mason y Cristino Nicolaides, ambos condenados por delitos de lesa humanidad.
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Discípulo de Tortolo y Quarracino
Nacido en Luján en 1932, Di Monte había sido ordenado obispo de la Basílica Nuestra Señora de Luján el 16 de agosto de 1980 por monseñor Antonio Quarracino, alineado durante el último gobierno de facto con Adolfo Servando Tortolo, jefe hasta 1980 de los curas castrenses y arzobispo de Paraná.
Como para que no queden dudas de dónde estaba parado durante el proceso de terror estatal, en el número 10 de Mikael, la revista del Arzobispado de Paraná, Tortolo afirmó que “la ley del dolor es una ley universal. Todo hombre debe ser sometido a prueba. Debe ser purificado. Debe pasar por la acción transformante de las horas de crisis”.
Di Monte fue secretario ejecutivo del Ministerio Jerárquico del Consejo Episcopal Latinoamericano en Bogotá, presidente de Caritas Argentina, presidente de la Comisión de Asuntos Económicos y, a su vez, fundó el Instituto Secular Familia Misionera “Nuestra Señora de Fátima”.
En la dictadura fue obispo auxiliar de Avellaneda, luego obispo de la misma diócesis y en el año 2000 fue promovido a arzobispo de Mercedes-Luján, donde renunció por edad el 27 de diciembre de 2007.
Mantenía un vínculo aceitado con su antecesor, Emilio Ogñenovich, quien dos meses después del Golpe, en 1976, declaró que había llegado “la hora de devolver a los argentinos su fe, para que la Argentina retorne a Dios”.
Socios del Estado
En 1987, como obispo de Mercedes, Ogñenovich siguió una idea de Di Monte, quien le sugirió que porte la imagen de la Virgen de Luján durante una procesión a Plaza de Mayo en contra de la Ley de Divorcio.
Justamente en esa diócesis Ogñenovich alojó al sacerdote francés Georges Grasset, exclaustrado a fines de la década del sesenta cuando intentó profundizar la penetración de la Ciudad Católica en las Fuerzas Armadas.
En los noventa a Ogñenovich se lo consideró cercano al gobierno de Carlos Menem, al igual que Quarracino. En ese período habría recibido $ 4 millones en forma de Aportes del Tesoro Nacional (ATN). Con Eduardo Duhalde, lo beneficios económicos siguieron.
En 1999, cuando Carlos Ruckauf acusó a Graciela Fernández Meijide de “atea, anticristiana y abortista”, Ogñenovic apareció en un aviso de campaña del candidato a gobernador bonaerense de Partido Justicialista.
En el 2000 logró que el ya gobernador Ruckauf destituyera al subsecretario del Consejo del Menor por haber iniciado una investigación en un hogar terapéutico dependiente de la arquidiócesis en donde se investigaban presuntos malos tratos.
Cuando murió Ogñenovich, en enero de 2011, monseñor Agustín Radrizzani, reemplazante de Di Monte en el arzobispado de Mercedes-Luján, aseguró que el fallecido “regresó a la Casa del Padre”.
Con María y José (López)
En 2003, Di Monte consiguió que el primer decreto que firmara Néstor Kirchner como presidente de la Nación fuera el de renovar la Basílica Nacional de Luján.
Durante ese mismo año ordenó como obispo auxiliar de Mercedes-Luján a Oscar Sarlinga, a quien, emocionado, le dijo que “ejercer el episcopado constituye, en cierto modo, someterse a un determinado aprendizaje de la soledad humana”.
Parece que las palabras de Di Monte afectaron tanto a su discípulo que el año pasado Sarlinga renunció a la diócesis Zárate-Campana a raíz de las denuncias por malversación de fondos, lavado de dinero, abuso de poder y comportamientos inapropiados.
Di Monte en 2013 le había confesado a Radrizzani que andaba “buscando fondos” y que “vendió alguna casa que le habían donado a la familia misionera, para poder hacer una casa de retiros”.
Cuando falleció, nuevamente monseñor Radrizzani fue quien estuvo a cargo de la despedida: “Que la Virgen de Luján, su amiga y compañera de tantos años, lo reciba y le abra las puertas de la casa del Padre del Cielo”.
El lema episcopal de monseñor Di Monte era “con María, su Madre”. |