A 14 años del asesinato de Darío Santillán y Maximiliano Kosteki en la Estación Avellaneda entrevistamos a uno de los fotógrafos cuyos registros fueron clave para descartar la versión oficial de que “los piqueteros se mataron entre ellos”.
Imagen: Retrato de Pepe Mateos, por Romina Vermelha
Encontrarse en el lugar y conseguir captar el instante decisivo, eso es mérito de Pepe Mateos. Fueron sus fotos las que permitieron reconstruir los hechos, y al ser aportadas a la causa junto a las de otros colegas, se volvieron determinantes en el juicio que condenó a cadena perpetua al comisario Alfredo Fanchiotti y al cabo Alejandro Acosta por las responsabilidades materiales y a seis policías por encubrimiento.
¿Cuáles fueron los criterios al momento de sacar las fotos?
Ese día la mayoría de las cámaras y los fotógrafos se pararon arriba del puente peatonal que cruza Mitre [avenida en Avellaneda, NdR]. En un momento me subí ahí, tenía una muy buena vista, pero era solo una buena vista; entonces decidí bajar. El criterio que tengo y que tuve ese día fue el de la movilidad, de la capacidad de cambiar de lugares de acuerdo a cómo se va desarrollando, porque pasan muchas cosas en una marcha y esta era una muy anunciada, muy tensa, con varias cosas anticipadas. La preocupación es quedar fuera de lugar, quedar mal parado. También es relativo porque pasan tantas cosas en una marcha que a veces estar mal parado para una cosa es bueno para la otra.
Al observar el registro de ese día y ver que reconstruía los hechos ¿cómo fue el momento de entregar el material? ¿Eras consciente que podía ser determinante para una condena?
En la primera mirada de material más que nada era tratar de ordenar qué era lo importante. Era muy confuso la forma en que se había desarrollado, no podía entender qué hacía el cuerpo de Maximiliano en la estación, cómo había llegado ahí, porque no era un herido, era un muerto. De hecho, como que lo miré [el material] en un estado muy alterado. Siempre el “reproche” que me hago y hago a los editores fue que no hubo como una sensación de bajar la tensión y analizarlo más fríamente, pero además estuvieron sucediendo cosas toda la tarde. Lo más fuerte es que lo escucho a Fanchiotti en la conferencia de prensa diciendo que no habían entrado a la estación y todas las fotos lo tenían adentro de la estación, entonces estaba hasta las manos. Acá se intentó generar una idea, una sensación de que había sido entre los piqueteros mismos, un enfrentamiento interno. Una cosa era muy clara: todos sabíamos que las armas las tenía la policía; en el caso de compañeros míos, fotógrafos, todos coincidíamos en que los disparos venían de un solo lado. Al día siguiente pedí ir al entierro de Darío al barrio La Fe, pensando que iba a ser una situación de mucha tensión violenta. Cuando llegué me encontré con una tristeza que aplanaba todo. A uno de los compañeros de la Verón lo encaran de TN, le preguntan lo que había pasado. Él agarra el diario y entonces cuenta la foto de tapa, quiénes eran los que estaban: Darío, Fanchiotti, Acosta. El diario tenía 12 páginas de cobertura ese día, había fotos de Telam, de DYN, mías, de otros compañeros, y con todas esas que estaban publicadas dice: “Esto empezó así, fue así…”. Ahí empecé a dimensionar cómo había sucedido todo; si bien físicamente ya lo había dimensionado -no podía dormir, todo eso-, armarlo en la cabeza era más difícil. Ya ese mismo día antes de salir para La Fe habíamos estado revisando el material con los compañeros que estábamos en el diario y diciendo que era grave, que se veía todo claramente cómo sucede, que no lo habíamos terminado de entender el día anterior; incluso alguno dijo que tenía valor legal, judicial y dije: “sí, en tres meses iremos a declarar”. Esa era la idea que tenía: abrirán una causa, llamarán algún testigo, llamarán al otro, el boludeo típico judicial. Y no; esa noche, el jueves, volví del barrio, fui a casa y me llaman del diario que estaban los dos secretarios del Juzgado que querían que fuera a ver las fotos con ellos. Y miramos las 300 fotos del crudo. Ellos conocían a varios de los que estaban ahí, de los policías, y en un momento pidieron una copia del material y un teléfono para hablar en privado. Les dieron una oficina y ahí pidieron la detención de Fanchiotti y los policías. Y después todo se fue dando, fue una catarata. Vos no te imaginabas que Duhalde iba a sentirse tan acorralado por eso.
¿Qué opinás de los medios, de cómo tomaron o reflejaron la noticia ese día? ¿Se obvió o se ocultó información?
El día jueves Clarín le entrega las pruebas a la Justicia, todas las fotos que había. Pero, de hecho, se las habían pedido antes del Ministerio del Interior y no se las quiso dar: primero se publicaban y después se entregaban. Con todas las suspicacias que pueda haber de los acuerdos políticos de Clarín con Duhalde, que se pueden interpretar de muchas maneras. Clarín en ningún momento define claramente cómo es la represión. El único punto: “La Policía Bonaerense está en el centro de la sospechas, que aumentarán en la medida en que no se avance sobre una versión oficial de los hechos. La falta de información sólo crió fantasmas”. Esto es del día 27, pero es el único párrafo que concretamente pone a la Bonaerense en cuestión. La tapa fue durísima, está la foto, es muy contradictorio. La de Página 12: “Salvaje represión policial” en ningún momento pone dudas. La de Clarín, pretendía enlazar eso con la crisis del 2001, como que los muertos sumaban 31 desde diciembre. Y la idea de Página 12 era un poco la misma: “Con Duhalde se reprime de la misma manera”. Aunque no era de la misma manera, eran dos situaciones políticas muy diferentes. Los medios escritos son los que más han quedado en el eje de la cuestión, pero si ves “La crisis causó dos nuevas muertes” [documental, NdR] ves lo que hace Crónica, lo que hace la radio, lo que hace TN. La Nación publica que “destrozaron negocios, quemaron autos, que fueron infiltrados, la sospecha de los grupos piqueteros”, estaba más todavía en la línea de criminalizar que buscaba el gobierno, el tema era que “había que manejar la calle, quién manda la calle”, que era el tema de Duhalde.
Contame sobre el libro que está armando ARGRA sobre el 26 de junio, del cual sos partícipe
ARGRA está haciendo un libro colectivo sobre los hechos del 26 en la estación. Estuvimos mirando mucho el material que teníamos, con las fotos de todos los que pudimos conseguir, que estuvimos ahí. Hay fotos de Sergio Kovalevsky, que trabajaba con Madres, de Mariano Espinosa, que trabajaba en una agencia que se llamaba Infosic en ese momento, Martín Lucesole, que trabajaba en La Nación, y mías. Hay una especie de narración de los hechos a través de la fotografía de los cuatro. Es un homenaje también, a Darío y Maxi.
¿Qué opinás sobre el Protocolo “antipiquetes”, respecto a la "zona determinada" para la prensa?
Es una aberración total. Es un intento más, de todos lo que hay, por manipular la imagen. El gobierno restringe el acceso de fotógrafos a los actos del gobierno, en Casa de Gobierno, a cualquier lado. No quieren imágenes que no puedan controlar, en cualquier situación y más en situación de represión. Es un absurdo, no va a ser aplicable. No hay reglamentación posible para hacerlo. Es un protocolo inventado en función de manifestaciones chicas, de poder reprimir manifestaciones de 200, 300, 1000 manifestantes porque cuando tienen más ya es imposible manejarlo, porque lo convertís en una masacre. Y el tema es poner a la prensa en un plano de debilidad legal: si vos no respetás el lugar que te dan, dejás en libertad a la policía para que te golpee. Ya algo intentaron hacer, ya algo estaban craneado cuando hicieron lo del Borda. Había algunas cuestiones en las represiones, en la de Lear era la Gendarmería y venía por el lado del Ministerio, y en la del Borda la Metropolitana, que venía por parte del Gobierno de la Ciudad. Ya había algo de cómo manejarse o cómo manejar a la prensa, son conscientes que la información que no manejan les puede ser muy dañina.
Opinás que la fotografía debe ser una herramienta ¿para qué? ¿Y sobre el rol del fotógrafo?
Para mí es poderosísima como elemento de comunicación, de transmisión, de creación, de pertenencia a cosas. Es un lenguaje muy poderoso. Es una herramienta muy poderosa. En lo personal es una manera de mostrar cosas que me gusta mostrar o que me parece interesante mostrar, comunicar, transmitir, de un personaje o de una situación. Y también es una forma de conectar con la gente, de conectar con cosas. En otra época era un proceso alquímico, es decir: yo veo algo, lo meto en un lugar, se convierte en otra cosa, y ahí lo mezclo. Saco la foto del árbol y ya mezclo el árbol conmigo, con mi visión del árbol. Ya el árbol es el árbol pero soy yo también. Y entonces, empieza un proceso ahí. Como herramienta social es poderosísima. Todas las fotos que me parecieron interesantes, que me parecen como guías en el deseo de fotografiar son fotos sociales, que tienen que ver con movimientos sociales, con gente, o con momentos críticos. El rol de los fotógrafos es estar en los lugares, en la búsqueda de algo, no sé si hay un rol fijo. Creo que primero es estar comprometido con lo que se hace. El fotógrafo termina teniendo una especie de escepticismo -sobre todo los que trabajamos en medios- por rutina, por varias razones, de relativizar muchas cosas que suceden. Y el rol del fotógrafo es intentar comprender que en toda pequeña situación o gran situación hay algo que es valioso en sí y que a veces no hace falta que tengas una movilización de 30.000 personas, que tal vez en algo que es muy chico también se está contando algo, se está poniendo en evidencia algo. Y también es un poco respetar lo que ve, respetar el sentido, no subvertir su misión a lo que suceda al poder del que lo está mostrando, pero sí respetarlo, como decir: acá lo que sucede es importante. Tener como una especie de valorización del propio trabajo, el orgullo de decir es mi trabajo, más allá de dónde trabajes, para quién trabajes. Y el rol es ser lo más fiel consigo mismo, ser real.