El poder extinguir una especie puede parecer algo totalmente indeseable. A fin de cuentas, la crisis ecológica global provoca la extinción de cientos de especies por día. Pero, ¿cuál sería nuestra opinión si la especie que podemos extinguir es el mosquito Aedes aegypti, vector de enfermedades como el dengue, zika y chicungunya? ¿O a los mosquitos vectores de la malaria, responsables de la muerte de 300 mil niños anualmente, sólo en África? Además, muchas especies fueron introducidas por los seres humanos en ambientes donde no son nativas, y pueden provocar muchos problemas ambientales. ¿Qué opinión tenemos de extinguir a las ratas en Galápagos, antes de que destruyan este ecosistema único?
Por otra parte, los límites entre las especies no siempre están bien marcados, podríamos extinguir especies relacionadas en forma indeseada. Y nadie está seguro de cuál es el impacto en el ecosistema de borrar repentinamente una especie. Por ejemplo, ¿qué sucedería con los peces que se alimentan de larvas de mosquitos si estas dejan de existir?
No sólo es posible extinguir especies enteras de forma programada. También sería factible, por ejemplo, reintroducir la susceptibilidad al glifosato en las malezas que han adquirido naturalmente resistencia contra este herbicida. Esta forma de volver a hacer eficaz el glifosato, aseguraría las ganancias de las empresas que lo comercializan. Existen, además, potenciales aplicaciones militares, ya que sería posible extinguir una especie beneficiosa o un cultivo, o modificar las características de una especie para volverla perjudicial.
Estos escenarios antes impensados y estas disyuntivas éticas se relacionan los extraordinarios avances en tecnologías de manipulación genética que se han desarrollado en los últimos años. En particular, el conocimiento de un fenómeno conocido hace años, los genes egoístas, y una nueva técnica de manipulación, CRISPR-Cas9, son la base de estos nuevos desarrollos, llamados "gene drive" (conductores genéticos, aunque una mejor descripción de la técnica es "reacción genética en cadena").
Te puede interesar: Un editor de textos para el genoma: el futuro ya llegó con CRISPR-Cas9 [1]
Para explicarlo en más detalle, aquellos seres vivos que se reproducen sexualmente tienen dos copias de cada gen, llamadas alelos, heredadas una del padre y otra de la madre. Cada una de esas copias tiene 50 % de posibilidades de pasar a la descendencia. Pero hay alelos que tienen la capacidad de manipular este proceso y aumentan sus probabilidades de estar presentes en la siguiente generación. Dado el tiempo suficiente, se difunden hasta estar presentes en todos los individuos de una población.
Uno de los mecanismos posibles consiste en darle "instrucciones" a uno de esos alelos para destruir al alelo "hermano" y reemplazarlo con una copia de si mismo. En este caso, el alelo modificado tiene 100 % de posibilidades de ser heredado, en contra del 50% habitual. Una forma de extinguir una especie es colocar en este alelo manipulado la información sobre la determinación sexual del organismos. Eso conduciría a que todos los organismos descendientes sean de un solo sexo, produciendo la extinción.
La demostración experimental de esta técnica (en poblaciones de moscas de la fruta mantenidas en laboratorio) es extremadamente reciente, de abril de 2015. Pero la repercusión ha sido inmediata. A principios de este mes, la Academia Nacional de Ciencias de los EE.UU. publicó un informe de 200 páginas con recomendaciones. Si bien reconoce muchos peligros, concluye que se debe profundizar en su estudio por sus posibles beneficios. Uno de los ejemplos de estos peligros sería la extinción de Amaranthus palmeri, que es una maleza resistente al glifosato abundante en los campos de EE.UU, pero especies relacionadas se cultivan como alimento en México y América del Sur.
Curiosamente, el informe fue financiado por la Agencia para Proyectos Avanzados de Investigación en Defensa y la Fundación Bill y Melinda Gates, y no menciona las posibles aplicaciones militares ni los beneficios económicos que tendrían quienes aplicaran esta técnica, según denunció el grupo ETC y puede constatarse al leer el informe.
Un aspecto correcto del informe es explicar que, una vez liberado un organismo modificado en la naturaleza, la reacción en cadena no conocerá fronteras políticas. Por lo que la regulación de esta técnica no puede ser dejada a los gobiernos nacionales. Científicos independientes que han trabajado en la puesta a punto de esta técnica han ido mucho más allá, estableciendo recomendaciones para que quienes experimenten con la reacción en cadena genética la mantengan confinada en los laboratorios de forma efectiva.
En diciembre de este año, los 196 países signatarios de Convenio sobre la Diversidad Biológica deberán reunirse para discutir la regulación de varios aspectos de la biología sintética, entre los que se encuentran los desafíos que representa esta nueva técnica. |