Este domingo se terminaron los 100 años que cumplía la Copa América, después de semanas de grandes partidos que abarcaron tanto a las selecciones de los países sudamericanos, centro americanos y el dueño de casa, Estados Unidos.
El último partido disputado fue uno de los más interesantes, más tensos y con mayor dinamismo de la Copa Centenario. La final nuevamente veía a dos de las mejores selecciones de América: Chile y Argentina.
Fue un partido infartante, donde dos viejos conocidos volvían a enfrentarse por bajar la siguiente estrella y mostrar en cancha cual es actualmente la mejor selección de los países del continente americano. El dinamismo del partido estuvo marcado por expulsiones, disputas del balón con llegadas de ambos equipos e incluso las lesiones no fueron un elemento aparte de la gran final.
Es más, la tensión que se vivía en el Metlife Stadium de New Jersey, pasó de la galería a la cancha y de la cancha hasta la banca de ambas selecciones, la cual tuvo expresión en algunos encontrones entre Pizzi y Martino, directores técnicos de ambas selecciones, que a ratos parecían traer al presente los momentos candentes que vivieron ambos como jugadores en Rosario Central y Newells.
Argentina y Chile salieron con todo a mostrar la presión de ambas escuadras durante el partido, esperando el momento en que el rival cometiera un error para asestar el primer gol. La dinámica del juego fue así durante gran parte, pero ni una de las selecciones lograba hacerse daño, y así terminaba el primer tiempo.
Durante los segundos 45 minutos el partido no bajaba su nivel, ambas escuadras se encontraban con diez jugadores-por los dos expulsados durante el primer tiempo-, el balón se disputaba para ver quién podía mantener el control del balón, logrando un encuentro totalmente parejo con algunos matices de ambas escuadras que no lograban abrir el marcador. Chile lograba durante este segundo tiempo imponer su juego, mientras Argentina buscaba conectar el contra ataque. Así terminaban los 90 minutos reglamentarios de la final más esperada de la Copa.
Durante el alargue, los seleccionados de ambos países no se daban tregua, en la atmósfera se notaba que nadie quería llegar nuevamente a los penales como lo fue durante la final del pasado 2015, pero al mismo tiempo los técnicos debían mover piezas en caso de penales.
La jugada más clara de gol durante el alargue la tuvo la selección argentina, cuando Agüero mediante golpe de cabeza nos hacía creer que Argentina sería la primera en abrir el marcador y que peor para Chile que entremedio de un alargue. Pero, ahí estuvieron presente las talentosas manos del arquero Claudio Bravo, quien logró sacar el balón mostrando porqué es uno de los mejores del mundo. En esta tónica se abría paso a los penales; la historia se volvía a repetir.
Y en la ruleta de penaltis, también se repitió la historia, Chile logró imponerse superando a Argentina en una nueva final mediante un 4-2 desde los doce pasos, con Claudio Bravo nuevamente como protagonista tapando uno de los penales, y Messi errando, algo que ni los hinchas chilenos pensaban. Un triunfo histórico para el fútbol chileno, el país del final del mundo por primera vez se convirtió en el Bi-Campeón de América, después de años de sequías futbolísticas a nivel internacional, esta nueva generación dorada logró dos campeonatos en un año haciéndole honor a su apodo.
Del Bicampeonato al triunfo en las calles
Sin dudas, el triunfo de la selección chilena es una alegría para muchos trabajadores, la juventud y muchas de las mujeres que incluso en el deporte han sido invisibilizadas. Es grato para muchos de los explotados y oprimidos poder sentir una alegría tan grande aunque sea por un día como la que no puede traer el fútbol, dentro de un sistema tan bárbaro como lo es el capitalismo.
Pero, también debemos ser conscientes y no olvidar que hay un partido más importante fuera del campo de juego y de las galerías. Y ese es el que se juega en las calles contra el gobierno corrupto de la Nueva Mayoría y el régimen heredado de la dictadura pinochetista defendido con uñas y dientes por la derecha y los empresarios.
El partido que viene disputando desde hace años el movimiento estudiantil, tratando de conquistar la educación gratuita; y el partido que deben empezar los trabajadores para no dejarse pisotear por una reforma laboral que está fortaleciendo a los empresarios; el mismo que hay que ganar contra el sueldo mínimo que es una miseria, mientras parlamentarios ganan millonarios viáticos.
Ese mismo ímpetu, esa misma garra que vimos en la cancha no es superior a la que cientos de miles de estudiantes nos vienen mostrando con tomas, paros y marchas. Y con esa misma pasión que muestra el movimiento estudiantil -como lo expresan once jugadores en la cancha y toda una hinchada- es la que debe dar de frente a la criminalización y represión que el gobierno de Bachelet está desatando contra los hijos de la clase trabajadora.
Una Copa contra las mejores selecciones del mundo en el fútbol no se gana todos los días y queda en el recuerdo de la mitad más uno de la población mundial, pero triunfar en las calles por abrir la universidad a los sectores más explotados y oprimidos de la población, lograr la organización de la clase trabajadora contra los negreros empresarios, puede hacernos ganar una vida entera y transforma el mundo por completo. |