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La Izquierda Diario
28 de junio de 2016 Twitter Faceboock

OPINIÓN
Carta abierta a los desencantados
Kobe Nikoláyev | Estudiante de la Facultad de Filosofías y Letras (UBA)

Viendo la situación en la que se encuentra el kirchnerismo a nivel nacional y la reacción que generó tanto en militantes como en dirigentes, me gustaría contar mi experiencia como ex militante de esa fuerza política.

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No puedo dejar de pensar en aquel 9 de diciembre del 2012 cuando asistí a mi primera “fiesta popular” organizada por el kirchnerismo para celebrar el día de la democracia y los derechos humanos. Me había acercado ideológicamente al kirchnerismo desde antes, porque a los 15 años logré tomar conciencia de que vivía en una sociedad de clases donde unos/as estaban por encima de otros y otras. Me hacía mucho ruido la latente desigualdad que se hacía a mis ojos cada día más obvia. Encontré en el kirchnerismo un refugio momentáneo a todo lo que fui formando como posición política. No tenían una visión de género, le daban la espalda al debate del aborto, no eran anticapitalistas.

Pero en ese momento que pisé la Plaza el kirchnerismo venía de apoyar una ley de matrimonio igualitario y otra, más reciente, de identidad de género además de tener un discurso a favor de los y las trabajadores y trabajadoras lo cual parecía acercarse bastante a mi pensamiento. Si hay algo que rescatar de esos años, fue el impulso que tomó la participación política de muchos sectores de la misma sociedad que no hace mucho gritaba “que se vayan todos”. Todo condensado con el fervor popular de esa Plaza. Los derechos conquistados (que algunos/as dirán “dados”), las historias de luchadoras y luchadores populares que la represión intentó desaparecer y una sociedad que perdía el miedo a salir a la calle después de años de dictaduras y represiones. Me contagié de ese fervor militante de pibas y pibes de mi edad cantando, saltando, gritando. Muy alegres.

Milité en el kirchnerismo durante un año después de eso. Fue mi primer contacto con la militancia política. Yo estaba convencido, más allá de las figuras políticas, como lo estoy ahora de mis posturas políticas más profundas: acompañar la lucha de las y los trabajadores, las mujeres, el colectivo LGBT+ (del cual formo parte), y todos los sectores explotados y oprimidos por el sistema capitalista. Pero fundamentalmente estaba convencido que ninguno de nuestros reclamos iban a estar completos mientras exista una desigualdad real que golpeaba constantemente a la igualdad formal del Estado burgués.

Vi en el peronismo/kirchnerismo un medio a través del cual podríamos derrotar al capitalismo y a la derecha rancia (la que hoy nos gobierna). Trataba de leer los libros del famoso general y de Evita, pero había algo que no me cerraba. Había algo que faltaba. Los comentarios de Eva sobre el rol de las mujeres en la sociedad me parecía muy alejado de lo que yo creía, y por más que lo intentaba tapar con alguna explicación cronológica, seguía haciéndome ruido el comentario de Perón sobre las feministas (“algunas ni siquiera se pintan”) que Eva tildaba de “tan claro y tan luminoso”. O la ya famosa “cada día es mayor el número de mujeres jóvenes convencidas de que el peor negocio para ellas es formar un hogar; y sin embargo para eso nacimos”. Esas cosas, se iban sumando a las desapariciones de personas en manos de la policía, la muerte de Mariano Ferreyra y empezaba a enterarme lentamente de algo sobre los trabajadores de Las Heras que no comprendía bien del todo.

Con todo esto, me fui del kirchnerismo pero seguía sentimentalmente vinculado a las figuras de Néstor, Cristina y Eva de las cuales no me deshice tan fácil. Mi ideología política se iba radicalizando, y esas figuras “sagradas” se iban despegando pero muy lentamente. Cada vez que Cristina hablaba se me solía poner la piel de gallina. Las fotos de Evita en mi cuarto se habían imantado a la mesa de luz, casi como una alegoría a lo que me pasaba en la cabeza.

Lo que pasó con los compañeros y compañeras de Lear llegó exactamente un año después de mi salida del kirchnerismo. Yo me enteraría de eso un mes después, en noviembre. En ese momento me sentí derrotado. Y casi sin darme cuenta despegué a Cristina de todo. Era una represión, sí. Y yo lo entendía. Pero el peronismo había cavado hondo en mí y yo insistía “eso no es el kirchnerismo; esa no es Cristina”. También hay que admitir que el peronismo (y sobre todo Cristina) tiene un talento muy especial es despegarse de absolutamente todo lo que pueda manchar la imagen política. Pero no pasó mucho tiempo para que uniera un par de líneas. Era el kirchnerismo y era Cristina.

El 2015 me encontré derrotado y hundido en un profundo existencialismo clasemediero que me encerró por un tiempo largo. Veía vídeos de la represión a trabajadores de Lear, veía a las compañeras de Pan y Rosas resistiendo los golpes, a los compañeros y compañeras del CEFyL bancando a los trabajadores. Yo no podía “mirarlos/as a los ojos” y decirles que habían pasado 12 años donde no hubo desaparecidos ni represión. Recordé las veces que defendí al kirchnerismo con esa premisa y me sentí muy avergonzado. Alguna que otra lágrima representaba en mi mejilla la bronca y la impotencia de haber defendido a esta misma gente.

De no haber podido ver a tiempo lo que hicieron con los trabajadores de Las Heras a quienes, después de reprimirlos, torturarlos en comisarías, alejarlos de sus familias, les inventaron una causa sin pruebas; de no haberme enterado sobre el Proyecto X, la ley antiterrorista, el método Insfrán y la represión a pueblos originarios; de no haber hablado cuando estaban haciendo que los y las trabajadores paguen una deuda que les correspondía pagar a los capitalistas; Berni, Milani, Galeano y quién sabe cuántos más. Tantas cosas que no pude ver a tiempo, otras que aún sigo descubriendo y siguen horrorizándome. Fue ahí donde me di cuenta: la grieta no existe hace diez años. La grieta existe desde que hay unos que se benefician del trabajo de otros. Entre muchos otros, este diario (La Izquierda Diario) cumplió un rol informativo crucial en todo el proceso de radicalización de mis posiciones al cual estoy muy agradecido e invito a todos a frecuentarlo y tomarlo en sus manos como lo hago yo ahora para tener la voz que en otros espacios serían negadas.

¿Por qué cuento todo esto? Porque hoy el kirchnerismo se está dividiendo y sus líderes se indignan al ver a uno de los suyos esconder plata en un monasterio. Pero no reaccionaron antes, ni con los muertos de Once, ni con las represiones, ni con Mariano, ni con Luciano, ni con el hecho de que las comisarías son centros de torturas, ni con la cara pintada de Berni (que por más agua que le tiren, no hay forma de sacársela), ni con Milani. Y aún peor, no reaccionan ahora con las represiones en Santa Cruz ni en Tierra del Fuego donde los gobiernos kirchneristas han llegado a límites impensables para defender el ajuste y el endeudamiento que están haciendo junto al Gobierno Nacional, ni con el hecho de que haya una piba presa en Tucumán por haber sufrido un aborto espontáneo, ni que sea un peronista el responsable de una provincia como Salta donde violaron a una niña wichi de 12 años y se le niega el aborto no punible, ni que sea un peronista el responsable de una provincia como Córdoba donde hasta hace poco funcionaba un Código de Faltas impuesto por la dictadura, ni ante muchas otras situaciones en las que esperábamos su rechazo. Reaccionan por esto. ¡Y porque salió a la luz! Me pregunto si hubiesen actuado igual si esta noticia no hubiese sido tan viral.

Pero de tanto pensar en las personas que se bancaron los palos (trabajadores, estudiantes, compañeras y compañeros reprimidos, pibes de barrio desaparecidos, militantes asesinados) me di cuenta que mi lugar no estaba en mi habitación, lamentándome por lo que no hice. Mi lugar era al lado de todos ellos. Mi lugar estaba en la calle, al lado de los trabajadores y las trabajadoras, de las mujeres, de los putos, las tortas, travas, trans, pueblos originarios. Mi lugar estaba ahí, en las calles, en el mismo punto de encuentro donde nuestras luchas buscan el calor de un abrazo solidario y gritan juntas. Donde somos fuertes porque estamos unidos.

Compañera, compañero: si está leyendo esto y se siente defraudado o defraudada y engañada o engañado, quiero que sepa que yo entiendo. Sé lo que se siente que te mientan mirándote a los ojos. Pero a su vez le digo, hay una lucha que nos espera y tenemos una alternativa, otra estrategia para vencer. Arriba la cabeza, camarada, que para derrotar a este sistema hay que hacerlo con la mirada alta, poniendo el cuerpo y tomando las manos de todos y todas los que estuvieron en las calles desde siempre resistiendo. A no aflojar, que se vienen tiempos difíciles y necesitamos ser muchos y muchas para que el invierno neoliberal no nos agarre solitarios sin el calor de esta batalla que tenemos que dar.

Un abrazo fuerte. Y mucha fuerza.

 
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