Hace 32 años que trabajo en la Dirección de Música dependiente del Ministerio de Cultura de la Ciudad. En nuestro trabajo, y en el ámbito cultural, la nota de Clarín se comentó causando mucha indignación, por lo que me decidí a contestar desde mi lugar.
Hace muchos años, los trabajadores del anfiteatro del parque centenario peleamos por mantener la gratuidad de todas las funciones que se realizan de cualquier género artístico, con la misma pasión con la que luchamos por nuestros oficios y nuestra actividad, para que la misma no fuera mero programa “cultural” utilizado como propaganda del gobierno de turno, sino política cultural de estado.
Con esa misma tenacidad, logramos que se construyera un auditorio en condiciones dignas para los artistas y para el público en general, en contraposición a la precariedad de las instalaciones que mantenían los sucesivos gobiernos.
El hecho de haber garantizado la continuidad de un espacio escénico abierto a muy diferentes géneros musicales y artísticos nos puso en contacto con un público masivo, muchas veces atraído por la difusión mediática, o por la difundida cultura de los “shows” o por la oportunidad de acceder a conciertos de calidad musical “al alcance de la mano”. Hemos corroborado la persistencia de un público exigente, en el que el pago o no de una entrada no tiene relación alguna con la calidad de lo que busca o de lo que espera de los artistas.
Con una nada sutil crítica a la "pesada herencia" que habría dejado el gobierno anterior, Federico Monjeau, periodista del diario Clarín, embiste contra la supuesta “ ideología de la gratuidad". Es así que este crítico musical pasa a desgranar todo tipo de argumentos sobre la necesidad de cobrar entradas para valorizar y lograr un público exigente artísticamente, como precondición para la autoexigencia y evolución musical de calidad de la Orquesta Sinfónica Nacional. Lamentablemente, su prédica no sólo es totalmente inocua en relación a la calidad artística de esta orquesta o cualquier otra formación musical de danzas o del arte escénico que fuere, sino que sirve a abonar el criterio mercantil con el que se viene manejando el gobierno en relación a todas las actividades del Ministerio de Cultura. En la Ciudad o en Nación, sólo guiado por el criterio de la efectividad mediática, las actividades artísticas son “usadas” con un criterio propagandístico (en esto no se diferencia de los gobiernos anteriores).
Es así que nos encontramos con funcionarios que dicen, desde hace años, que "no hay dinero para cultura”, que "no hay presupuesto”. Profundizan la desvalorización del trabajador de cultura y de los artistas, expresado en la precarización de las condiciones laborales, no sólo en los numerosos casos de contratos basura con los que no se llega a fin de mes, sino en las pésimas condiciones para su desarrollo de todos los trabajadores estables. Esto se manifiesta en la nula inversión para adquirir salas de ensayo para orquestas , en no cubrir las vacantes de los organismos artísticos, obligando a deformar sus repertorios, en las deudas eternas , muchas veces impagas, con las contrataciones de artistas, en ese permanente manoseo al que son (somos) sometidos, cerrando un circuito de inestabilidad y precariedad en todo el proceso.
Con esta lógica, se tercerizan todas las actividades con empresas de producción de espectáculos de carácter privado, constituidas para obtener ganancias en el mercado de la industria del espectáculo y no para asumir un rol desde el Estado, no sólo de difusión social, sino orientado al esparcimiento, al desarrollo de la sensibilidad, al cultivo del pensamiento crítico. El artículo va en línea con la ideología mercantil del gobierno de Macri en la cultura, vaciar de subjetividad, liquidar el pensamiento crítico, desarmar la pasión en los trabajadores de cultura y en los artistas.
Tanta vehemencia en atacar la supuesta “ideología de la gratuidad” y tanto silencio en relación al maltrato continuo, sistemático, a las escuelas artísticas de música, de danza, de artes plásticas. Tanta aparente preocupación por la excelencia, y tanto encubrimiento a la situación de los artistas concretos, de los organismos artísticos realmente existentes. Para este crítico de lo abstracto, al contrario de lo que siempre han manifestado los maestros de todas las artes, las condiciones de trabajo aberrantes de los que con nuestros oficios contribuimos a la realización del acto creativo, no existen. La burocracia política está muy lejos de comprender la problemática actual de los trabajadores de la cultura y de los artistas, y queda en evidencia su afán de encubrir su incompetencia, y su ideología mercantil.
Somos los trabajadores con nuestros oficios y profesiones, y en primer término los artistas, los que podemos garantizar la calidad, la masividad, la difusión y la excelencia. ¿Por qué no pueden ser gratuitas las funciones del Colón? Para mantener el abono para una elite privilegiada. ¿Por qué no llevar al Colón a todo el país, a todos sus rincones?
Los límites que este crítico ve, los supuestos perjuicios de la “gratuidad” en el arte, son límites de una clase parasitaria y egoísta, y de sus representantes políticos, incapaces de garantizar la difusión de la producción artística.
Los hacedores de la misma, podemos ofrecer una perspectiva que amplíe sin límites la producción de arte, su difusión, y su disfrute masivo. |