La obtención de energía eléctrica en base a la energía nuclear en Argentina se desarrolla principalmente en tres reactores que son denominados “de potencia” Atucha I, Embalse y Atucha II. Para la producción de energía eléctrica se busca realizar reacciones en cadena controladas de fisión o división nuclear de átomos pesados, que son por naturaleza más inestables. No Homero, no se dice “A-T-Ó-M-I-C-O”, se dice nuclear, porque la fisión ocurre en el núcleo del átomo, y en ese proceso desprende 2 o 3 neutrones en promedio que fisionan otros núcleos cercanos.
El metal pesado más utilizado para tal fin es el uranio y los reactores lo utilizan en su forma natural o enriquecida. El enriquecimiento de uranio es un proceso mediante el cual el mineral que es extraído de la tierra pasa por un proceso físico y/o químico para cambiar la proporción de átomos de núcleos fisionables (o sea, los que son capaces de desarrollar la reacción en cadena de la fisión nuclear) sea mayor a la que se encuentra en su estado natural. Como contraparte de este proceso se obtiene como residuo uranio empobrecido y se calcula que sólo en EEUU se almacenan más de 700.000 toneladas. Hay muchas otras formas, aún experimentales, de obtener energía nuclear, pero las investigaciones y desarrollos se encuentran sub-financiados, a causa del lobby de la industria petrolera.
En Argentina todos los reactores de potencia usan uranio natural, parte de esta decisión en su momento estuvo relacionada a poder desarrollar todo el ciclo de combustible, desde la extracción en la mina, pasando por la conversión, hasta el reprocesamiento de los combustibles gastados. El reproceso sólo lo pueden realizar Inglaterra, Japón y Francia y permite aprovechar al máximo el mineral y los “productos de fisión” (átomos más pequeños que se forman por la fisión del uranio). El imperialismo estadounidense impuso acuerdos internacionales para impedir que otros países lo realicen con la excusa de que permite separar el plutonio que es utilizado para bombas nucleares. El no poder utilizar esta técnica lleva a tener más “residuos” radiactivos que podrían ser reutilizados.
Luego de la extracción el mineral pasa por una serie de procesos de concentración y dilución con productos químicos se obtiene un material amarillo, conocido como Yellowcake (torta amarilla), que luego se evapora a 57 °C para convertirlo en dióxido de uranio (UO2) un polvo color gris oscuro el cual se prensará en forma de pastillas en la fábrica de combustibles nucleares ubicada en Ezeiza. Estas son colocadas adentro de unas vainas de una aleación especial del metal Circonio, que son la forma final del combustible que ingresará al reactor. Cada una de estas pastillas produce el equivalente de energía de 3,5 barriles de petróleo o 500.000 litros de gas natural.
Cómo afecta el combustible al medio ambiente
El uranio es un material tóxico por ingestión como todo metal pesado, pero que en su estado natural no posee una gran radiactividad: su alcance no es mayor al metro y la radiación emitida puede ser detenida con una hoja de papel. Por eso, mediante un correcto almacenamiento y su blindaje el transporte, puede ser asegurado para que no tenga ningún tipo de interferencia en la naturaleza y en la vida de los operarios. La seguridad debe ser maximizada y no puede ser controlada por una empresa que, como todos sabemos, priorizan las ganancias antes que el cuidado de los trabajadores y el medio ambiente.
Dioxitek SA es la empresa estatal que gestiona la producción de dióxido de uranio y está mudando su planta cordobesa a la provincia de Formosa. La planta ubicada en Córdoba Capital se encuentra clausurada por las autoridades locales desde hace algunos meses, tras reiteradas denuncias de contaminación. El jefe de gabinete, Marcos Peña anunció que continuarían las obras para la apertura de la planta a fines de este 2016.
El efectivo control de la operación de este tipo de plantas, que son potencialmente peligrosas, solo pude ser realizado por los mismos trabajadores en conjunto con las organizaciones vecinales y ambientalistas, los realmente interesados en que no se afecte el medioambiente. La gran responsabilidad con la que operarios, técnicos y científicos llevan adelante sus tareas a pesar de los atrasos salariales choca de frente con el interés de las empresas que solo buscan ganancias.
Con motivo del cierre se encontraron recientemente los trabajadores de esta planta realizando una protesta en la puerta de la sede central de CNEA, que es la institución portadora de la mayoría de las acciones de Dioxitek. De no llegar a un acuerdo con la provincia de Córdoba, o no realizarse la apertura de la planta de Formosa, Argentina se vería obligada a importar el dióxido de uranio de otros países.
En próximos artículos seguiremos tocando temas relacionados con la tecnología nuclear que consideramos de interés. |