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La Izquierda Diario
17 de octubre de 2015 Twitter Faceboock

Historia
¿Quién hizo el 17 de octubre de 1945?
Omar Acha

La movilización del 17 de octubre no fue un acontecimiento peronista, pues por entonces el peronismo no existía. Su actual recuerdo como “Día de la Lealtad” fue el resultado de una construcción retrospectiva*.

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El hecho real desplegó una resistencia obrera y popular que a través de la demanda de liberación de Perón enfrentó un declarado revanchismo patronal. Evento de la lucha de clases, constituyó un parteaguas histórico luego apropiado por la memoria peronista. Pero selectivamente, como en nuestros días en que el kirchnerismo no hace del carácter plebeyo de ese acontecimiento un símbolo principal de su identidad política.

Es sabido que el 17 de octubre constituye un símbolo de la memoria peronista. Como mito de la relación entre Perón y la clase obrera representa la ocasión en que ésta habría consagrado su “lealtad” al “líder”. Es cierto que la liberación de Perón fue la consigna de una movilización popular. No obstante, el sentido de una presencia obrera y popular en las calles que sorprendió a muchos, incluido Perón y los militares que lo depusieron, no estaba decidido de antemano.
¿Por qué no fue un hecho peronista? Porque sencillamente en ese momento no había algo así como el peronismo. Si bien el difuso proyecto político del coronel J. D. Perón contaba con el apoyo de algunos grupúsculos e individuos, el peronismo estaba lejos de existir. Por el contrario, fue gracias al 17 de octubre que el peronismo fue posible, y solo luego de una difícil historia que aquí no puede ser narrada.
Lo que más preocupaba a un angustiado Perón durante la noche del 16 de octubre era que no atentaran contra su vida y le permitieran retirarse al sur del país, casado con Eva Duarte. La clase obrera revirtió ese destino. Perón, Eva Duarte y los escasos “peronistas”, fueron irrelevantes en la génesis del acontecimiento. Para comprenderlo es imprescindible observar la lucha de clases que fue el nervio vital de esos días febriles.
Reunidos de urgencia, los dirigentes sindicales enrolados en la CGT decidieron, en una ajustada votación, convocar a una huelga general para el día jueves 18. No lo hicieron en nombre de Perón, sino para reivindicar la política social de la Secretaría de Trabajo y Previsión. Según se lee en las actas conservadas de la reunión sindical, los dirigentes se vieron forzados a adoptar la decisión ante el inocultable descontento de las bases obreras. El revanchismo burgués había declarado sin sutilezas que con la caída de Perón los trabajadores volverían al lugar que “les correspondía”. Exigir su libertad, aun sin mencionarlo, equivalía a enfrentar la evidente ofensiva patronal.
Durante los años siguientes varios candidatos a hacedores del 17 de octubre se disputaron el crédito: Perón, Eva Perón, dirigentes de segundo orden como Ángel Borlenghi, activistas obreros como Cipriano Reyes, entre muchos otros. También estuvo en entredicho el significado del evento: si fue una pueblada, si fue una protesta económica, si fue por Perón, si fue manipulada por la policía, si fue una farsa, si fue “el subsuelo de la patria sublevado”, etcétera.
Cuando el peronismo se consolidó, desde el Estado y como movimiento político, el 17 de octubre fue redescripto como una efemérides peronista. Lo que había irrumpido como una ruptura del acontecer histórico fue sometido como “Día de la Lealtad”; su pujanza de clase fue vertida en mito de la conciliación de clases atenidas al mandato de Perón. Éste fue transformado en el héroe de la jornada al que se rendía la “masa peronista”. Así y todo la dimensión obrera de la fecha nunca fue completamente suprimida.
Las vetas obreras y plebeyas del evento sufrieron nuevas refundiciones y usos en el peronismo, que supo olvidarlas durante su fase menemista, y relegarlas durante el momento kirchnerista como un antecedente del más importante año “2003”.
Más allá del mito, el 17 de octubre perdura como un testimonio de que la clase trabajadora decidida y movilizada –en la mezcla de cosas que compone la experiencia histórica– puede alterar lo que es aparentemente incuestionable. Algún día quizás pueda reapropiarse del acontecimiento como coyuntura de la lucha de clases, y ya no como sometimiento voluntario a la soberanía de un dominador benévolo. La investigación histórica explica que fue un acaecimiento de la lucha de clases más tarde reinventado en el relato de la “lealtad”.

* Reproducimos este artículo, publicado originalmente el 17 de octubre del 2014


Omar Acha es historiador y ensayista, Investigador del CONICET, autor de Los muchachos peronistas (2011) y Crónica sentimental de la argentina peronista (2014).

 
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