Donald Trump, candidato republicano a las presidenciales de noviembre en Estados Unidos, había declarado recientemente que si llega a la presidencia se renegociarán los términos del Tratado de Libre Comercio (TLC) o directamente se romperán.
El polémico magnate se apoya en un sentimiento real antiglobalización para desplegar su discurso xenofóbico, atribuyendo todos los males que se desataron como tromba sobre la clase obrera estadounidense, a los migrantes y al traslado de empresas a países donde el costo de la mano de obra es menor.
A su vez, un informe del laboratorio de ideas Economic Policy Institute afirma que el TLC provocó alrededor de 700,000 despidos desde que se suscribió. Obama respondió que los despidos se deben a la automatización.
Sin embargo, la realidad es mucho más compleja que eso. En México, gracias a las gestiones de la administración de Peña Nieto, y de su antecesor panista, Felipe Calderón, las trasnacionales y el imperialismo estadounidense obtuvieron la aprobación de las reformas estructurales –entre ellas, la laboral, la energética y la educativa.
La aprobación fue en el Congreso de la Unión, mas no en las calles, donde aun se pelea la aplicación de la reforma educativa.
Estas reformas –que tenían allanado el camino por las cláusulas del TLC– implican la entrega de los recursos al capital privado, así como la degradación de las condiciones laborales de las trabajadoras y los trabajadores al sur del río Bravo.
Es cierto que numerosas trasnacionales han venido a instalarse en tierras aztecas debido a las ventajas fiscales y de contratación que les garantiza el gobierno mexicano. Entre ellos, los salarios más bajos de todos los países que pertenecen a la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Esta afluencia de inversiones extranjeras directas en México tuvo como consecuencia una reconfiguración de la clase trabajadora mexicana, y su fortalecimiento cuantitativo, como explica Jimena Vergara en “La clase obrera oculta”.
Los vasos comunicantes entre los países de América del Norte se han complejizado en las últimas décadas.
Los migrantes latinos realizan un aporte significativo al PBI estadounidense, y a su vez, al PBI de sus países de origen, en primer lugar México, –que espera recibir más de 25 mil millones de dólares durante 2016– pero también a países centroamericanos.
Quienes no poseen estancia legal en el vecino del norte están expuestos a un nivel aun mayor de explotación por parte de las empresas estadounidenses. Son empleados por contratistas, y constructoras, así como por hoteles, como los que posee Trump. Perciben los salarios más bajos en Estados Unidos.
Además, según un reciente informe publicado en El País, a su vez capitales mexicanos poseen importantes inversiones en suelo estadounidense. Es el caso de la popular Leche Borden’s, que pertenece al Grupo Lala, la mayor compañía del rubro en México.
A este complejo panorama se le suma la contratación de trabajadores agrícolas mexicanos en precarias condiciones laborales, tanto por parte de empresas de agrobusiness canadienses y estadounidenses, una práctica que tuvo gran auge con el Programa Braceros.
En definitiva, a lo que apunta el resultado de la cumbre es a fortalecer a las empresas de los tres países, a costa de incrementar la tasa de explotación del pueblo trabajador, del despojo de comunidades de pueblos originarios, de la devastación ambiental.
El día después de la cumbre
Lo cierto es los acuerdos establecidos durante la reunión de los “Tres Amigos” pueden no llevarse a cabo.
Así alertó Peña Nieto en un encuentro empresarial que tiene lugar en el marco de una reunión de la Alianza del Pacífico. Porque Obama deja la presidencia del gigante del norte en enero próximo. Y, aunque los sondeos no lo favorecen, no se puede descartar el triunfo de Trump, que está contra la llamada integración económica.
Tampoco se pueden dejar de lado los problemas domésticos que enfrenta Peña Nieto. Uno de ellos, la lucha magisterial contra la reforma educativa, que avanza en la unidad con otros sectores tras la brutal represión del 19 de junio. Si no conjura este conflicto, se le dificultará el avance de la entrega de los recursos estratégicos Oaxaca, de Chiapas y de Veracruz, entre otros estados, que codician los capitales internacionales.
Su plan para la apertura a las trasnacionales, el desarrollo de Zonas Económicas Especiales, está en la cuerda floja. Tanto por el descontento social, como por las turbulencias internacionales desatadas tras el Brexit.
Así es que de momento, los planes de mayor integración económica entre Canadá, México y Estados Unidos son más un posicionamiento político que una certeza.
Se puede consultar el video sobre inversiones de México en Estados Unidos aquí. |