La empresa estatal israelí de aguas, Mekorot, respaldada por el poder de fuego del ejército de Israel, realiza un robo sistemático del agua palestina a la par que monopoliza el suministro, obligando a los propios palestinos robados de su vital recurso a comprarla, a tarifas excesivamente superiores a las pagadas por los ciudadanos israelíes, llegando al extremo de regular el suministro según los criterios que el estado ocupante tenga de establecer la cantidad comercializada.
No solo los territorios palestinos ocupados por el estado israelí sufren un sistemático robo del agua para ser consumida por la población, sino que producto de la injerencia sionista al no permitirles ningún grado de autodeterminación, los condenan a vivir en las peores condiciones materiales imaginadas.
Entendiendo el agua potable como un recurso básico necesario para la vida humana, esa que produce bajo el sistema capitalista toda la riqueza social por medio del trabajo asalariado, y que al desenvolverse el proceso productivo de una sociedad toda, requiere en abundancia los recursos (fuerzas productivas) para desarrollar la vida social y las relaciones de producción entre las personas (el cómo y para quién producimos), al presentarse trabas o la escasez de uno o varios de dichos recursos, necesariamente se producirán frenos y retrocesos en los modos de producir, relacionarse los productores sociales así como en la infraestructura necesaria para sostener a mediano y largo plazo, las condiciones básicas para la supervivencia humana.
El desarrollo social depende del desenvolvimiento de las relaciones sociales de producción, el desarrollo de las fuerzas productivas, y la ausencia o robo sistemático de un recurso natural esencial como es el agua potable, altera negativamente la situación demográfica, social, y productiva de una región como lo son los territorios palestinos por fuera del control directo de Israel.
El bloqueo israelí al acceso del agua potable por la población palestina, genera dificultades sanitarias y productivas a la sociedad ocupada, privándola de recursos para desarrollarse aún bajos las condiciones capitalistas de producción.
Al controlar los acuíferos que abastecen a las zonas urbanas y rurales palestinas, Israel determina así el destino de la población que depende de ese recurso esencial.
Desde la década del 50, a pocos años de declararse el estado de Israel, bajo el auspicio y protección de las grandes potencias capitalistas, el estado ocupante comenzó a construir una obra de ingeniería colosal que se proponía abastecer al territorio israelí en su totalidad, incluso a las zonas desérticas, transformándolas en verdaderos valles regados y abastecidos, necesarios para un desarrollo económico acelerado al disponer de las fuerzas productivas necesarias.
Apropiándose y desviando el curso del río Jordán desde el mar de Galilea, el estado ocupante cortó el suministro natural de agua a las zonas palestinas en beneficio de las poblaciones asentadas judías y las colonias desplegadas.
Numerosas resoluciones de Naciones Unidas, vienen instando al estado sionista a regularizar el suministro e incluso a revisar las cantidades que arbitrariamente decide vender a precios superiores en las poblaciones palestinas respecto a las judías. A modo de ejemplo, en la Franja de Gaza, los habitantes palestinos deben pagar obligatoriamente para consumir la escasa ración de agua que Mekorot les da, entre 1,3 y 1,4 dólares por metro cúbico, mientras que en las colonias judías de la misma región, los israelíes pagan solo 0,10 centavos de dólar.
Un negocio escabroso y que juega con las vidas de hombres y mujeres palestinas que dependen de la voluntad del ocupante para refrescarse, asearse y cocinar sus comidas ya que las napas en Gaza están completamente contaminadas y salinizadas debido a la cercanía al mar y el control total del ejército israelí de los pozos y perforaciones. Por si no bastasen sufrimientos y vejaciones diarias sufridas por la población local, el suministro es desigual. Los mínimos estándares sanitarios recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), son de 100 litros de agua por persona por día. En Palestina, Israel a través de su empresa de aguas Mekorot, solo vende a sus habitantes un promedio de 70 litros diarios mientras que en el territorio israelí el suministro es de aproximadamente 280 litros diarios.
Cuando hablamos de un desarrollo sistemático de una práctica social genocida por parte de Israel sobre la población en los territorios ocupados, basta recorrer estadísticas oficiales de la ONU, que muestran la progresiva merma en la ración recibida por los palestinos a lo largo de los años. En el año 1999, recibían aproximadamente unos 190 millones de metros cúbicos anuales, para en 2007 unos 113 millones y llegando a la escandalosa cantidad de 84 millones en 2008.
No solo las grandes y sangrientas operaciones militares a gran escala llevadas a cabo por el ejército sionista causan miles de muertos, sobre todo niños y mujeres civiles, sino un genocidio silencioso, diario, injusto y oculto, es desplegado, al privar a la población palestina de un recurso vital como lo es el agua potable.
Allá lejos, hace más de 200 años, al expulsar a millones de campesinos de sus tierras comunales, privarlos de sus medios de producción, de sus rebaños, quedaron disponibles para ser convertidos en fuerza de trabajo para el capital y su clase. Les robaron sistemáticamente sus medios para reproducirse materialmente, los condenaron a una vida de miseria y necesidades, y a tener que sufrir en los cuerpos la explotación capitalista más descarnada. La misma que sufrimos día a día los muchos que producimos todo en este mundo y una minoría se queda con el producto de nuestro trabajo.
En la Palestina robada, invadida, expoliada, sometida, vejada, desde la ocupación sionista, hasta los recursos naturales esenciales para la vida son robados por el ocupante, que descaradamente luego lo vende a cuentagotas a sus verdaderos propietarios, la población palestina, fijando arbitrariamente el precio, discriminando entre israelíes y palestinos, las cantidades y así generando una apartheid basado en concepciones raciales que opera condenando a un genocidio silencioso a las masas palestinas encerrados en esa verdadera prisión a cielo abierto, como denominan los que allí viven, a las tierras ocupadas.
Pero quienes vivimos históricamente la opresión, el despojo, la humillación y la desigualdad, sabemos de resistencias. El pueblo palestino y su inquebrantable resistencia y dignidad sabe de luchas y momentos heroicos frente al estado sionista ocupante, aún incontables veces a pesar de sus direcciones que a espaldas suyas negocian y negociaron con Israel. Pero su lucha es nuestra lucha. Un espejo para los millones que sufrimos y resistimos la opresión. Sabemos de vivir en la noche. En ella caminamos y nos movemos, para que el día llegue para todos.
Para que el pueblo palestino pueda autodeterminarse en su territorio histórico, sin la ocupación ni los negocios sucios de las empresas sionistas como Mekorot custodiada por el ejército israelí. Para que los capitalistas y sus estados que nos reprimen rindan cuentas no frente a su propia justicia que legitima nuestra opresión sino frente a la nuestra, la de los explotados, los condenados, los que no tenemos voz. Pero que nuestro grito organizado estremecerá las cadenas que nos oprimen, hasta que la luz sea para todos. |