El aula improvisada. Reuters
El maestro Mohammed, junto a sus esposa, abrieron su hogar subterráneo para dar clases a unos 100 niños cuyas familias han sido desplazadas por estos años de intervención militar extranjera y el avance y crecimiento del Estado Islámico. El acceso a la educación es realmente dificultoso, ya que las escuelas y establecimientos son a cotidiano, blanco de los ataques aéreos.
"Estudio en una cueva. Las condiciones no son muy buenas, pero el profesor y su mujer nos tratan muy bien", explica Ali Khaled Stouf de 14 años, originario de la provincia vecina de Hama [1]. "Nos sentamos en el suelo y a veces no vemos bien porque está oscuro", así relata este estudiante las condiciones en las que los niños sirios estudian cada mañana, asignaturas como árabe, inglés, matemáticas y religión, sentados en una alfombra.
Fotografia: Reuters
Según Mohamed, las anteriores escuelas, que llevan seis meses en pie, se inundan cuando llueve, lo que les obliga a dar clase en el exterior, en tiendas de campaña. Él prefiere la seguridad del aula subterránea: "Creemos que la cueva es el lugar más seguro de los bombardeos y los ataques aéreos, y todos los alumnos caben en el mismo sitio". En la escuela Souriya al-Ammal (Siria la esperanza), ubicada en la ciudad de Maarat al-Numan, los pasillos y las aulas fueron acribillados por las balas y, en algunos casos, se están derrumbando.
Fotografía: Reuters
Abdullatif al-Rahoum, supervisor escolar sirio, se refirió a la grave situación: "La guerra ha afectado a la educación de forma masiva; la mayoría de las escuelas han sufrido muchos daños, si es que no han quedado completamente destruidas. La mayor dificultad a la que nos enfrentamos son los aviones de guerra, que nunca dejan de surcar el cielo. Es algo que siempre preocupa a los alumnos".
Estas fotografías, que empiezan a dar la vuelta al mundo son la expresión de la cruda realidad de una niñez en medio de la guerra: casi 7 millones de niños están sumidos en la absoluta pobreza, unos 2,8 millones han dejado de ir a la escuela y muchos han empezado a trabajar con tan sólo 3 años. El 70 % de los niños no tienen acceso a una fuente de agua potable o a una mínima atención sanitaria, como es el caso de Alepo, donde hay 10 pediatras para asistir a 140.000 niños [2]. Mientras tanto, los campos de refugiados fuera de Siria, tampoco ofrecen un futuro mejor: un informe de la ONG Business & Human Rights Resource Centre (BHRRC) estima que entre 250.000 y 400.000 refugiados sirios trabajaban ilegalmente en Turquía a fines del 2015, muchos de ellos, niños que trabajan bajo durísimas condiciones que les impone el trabajo infantil de la industria textil.
Así, mientras funcionarios de alto rango y diplomáticos se rasgan las vestiduras hablando sobre el drama de los refugiados, mantienen las vallas fronterizas y firman pactos, como de la UE con Turquía, que cierra las puertas de Europa a los refugiados sirios que huyen de la guerra. Esos mismos gobiernos, avalan una vida de total precariedad, trabajo ilegal, explotación de menores y discriminación social. Esa precariedad y explotación laboral es aprovechada por las grandes empresas textiles imperialistas para aumentar sus ganancias a costa del sudor de miles de niños que huyen de las bombas.
En Siria, cinco años de guerra, dejaron el saldo de 6000 escuelas que ya no pueden utilizarse, obligando a maestros y niños a intentar recrear las condiciones mínimas e indispensables de aprendizaje. Pero, aún en las condiciones más impensadas, la resistencia se desarrolla: un maestro o una maestra, una alfombra, y los colores de una pizarra que apenas se ven en la oscuridad, son el valioso refugio de 100 niños de Idlib que se resisten a que se les siga negando con bombas, el derecho a jugar y a aprender.
Notas
[1] http://www.huffingtonpost.es/2016/07/02/colegios-subterraneos-siria_n_10773214.html
[2] http://www.20minutos.es/noticia/2697089/0/unicef/siria-guerra/ninos/#xtor=AD-15&xts=467263 |