Europa recibe a miles de refugiados y los expulsa. Establece acuerdos de cooperación internacional con otros países a fin de que “contengan” a los refugiados. En este contexto, los países europeos y Estados Unidos instan a países de otras regiones a ser solidarios “con la crisis de los refugiados”. Crisis que ellos mismos produjeron con sus políticas.
Desde el vamos parece no haber interés en abordar temas de fondo como la paz en el mundo y la distribución justa de la riqueza a nivel global. Entonces se busca reducir el impacto de las consecuencias de la pobreza estructural agravadas por la guerra con la crisis económica de fondo.
Estos intentos paliativos con discurso "humanitario" se dan tras el descontento, no tanto por el dolor ante la terrible situación, sino más bien por la "incomodidad" que genera la inmigración en el seno de la UE, en la que se desarrollan fuertes manifestaciones de xenofobia.
Argentina anunció que recibirá 3000 sirios y el gobierno lo presenta como un gran acto humanitario, pero es el sub-producto de acatar los mandatos de EEUU y la UE, situación que menoscaba los instrumentos de derecho internacional que ellos mismos impulsaron.
Pero lo realmente preocupante es si el país va a poder garantizar derechos de protección internacional e integración local de todas las personas que lleguen a la región, fijando estándares iguales para toda la población refugiada que hoy día vive en Argentina.
Se vuelve indispensable que exista una política clara de integración local que garantice el ejercicio de derechos de esta población: el acceso a la formación en el idioma, procedimientos claros para la revalidación de títulos, capacitación para el trabajo, vivienda digna y permanente, inclusión laboral, el ejercicio de su religión y manifestación de su cultura, el acceso a la educación en todos sus niveles y a la salud desde una perspectiva intercultural, favorecer los lazos con el resto de la sociedad argentina también compuesta por sirios, ghaneses, ucranianos, haitianos, marfileños, nigerianos.
Si bien nuestro país no posee leyes antiinmigración como las hay en EEUU o en la UE, condena inclusive a nuestros hermanos de los países vecinos a vivir en pésimas condiciones de vida, como por ejemplo a la comunidad boliviana en los talleres textiles clandestinos, muchos de ellos asociados a la primera dama Juliana Awada.
Otro ejemplo es la comunidad paraguaya, empleada mayormente en la construcción. Es sabido que en ambas ramas las condiciones laborales son de semi-esclavitud.
Por último, se puede destacar el caso de los manteros de CABA quienes son integrantes de la comunidad peruana, boliviana, ghaneses, inclusive argentinos, y están precarizados por la economía popular del kirchnerismo y que en la actualidad intentan resistir los desalojos represivos de Cambiemos.
Podríamos decir que, desde la vuelta de la democracia, hasta hoy en día, Argentina ha avanzado en términos normativos y ha aumentado los estándares de protección en materia de refugio, otorgando a múltiples tratados internacionales jerarquía constitucional. Ahora bien, poco o nada se ha avanzado en términos de acceso a derechos sociales y en una política de integración local que permita impulsar la inclusión de las familias solicitantes y refugiadas en el país.
Es decir, mucho ruido y pocas nueces. Incluso en el interior del país podemos ver comunidades segregadas y expulsadas de sus tierras por los terratenientes envueltos en el agronegocio de la soja. Mientras el ajuste golpea en las condiciones de vida, el gobierno utiliza la crisis de los refugiados para lavarse la cara, pero la verdadera solidaridad será la que tomemos en nuestras manos los trabajadores defendiendo nuestro derecho a una vida digna, y por ese mismo derecho, para nuestros hermanos inmigrantes. |