Orgullo. Emoción. Esperanza. Futuro.
Esas son las sensaciones que me arrancan mis alumnos. Los estudiantes secundarios. Esos mismos que algunos piensan que son “robots”, esclavos de las redes sociales o los celulares; o “especies” organizadas en tribus con características particulares.
Yo veo otra cosa. A los secundarios. Los que son solidarios, los que son sensibles a la realidad. Que no tienen la limitación de conformarse con las cosas. Y se organizan para luchar.
Estudian, investigan... hacen. Impulsan centros de estudiantes, preguntan, critican, le meten para adelante. Se juntan con los amigos de los amigos de las otras escuelas. Saben que cuantos más sean mejor. Tardan... se esperan, salen. Marchan. Saltan, gritan y bailan (más cuando se juntan). Se movilizan por las mujeres, indignados e indignadas porque en Tucumán una chica igual está presa por las dudas. Se conmueven cuando leen la carta de agradecimiento de esa chica. Los secundarios.
Se emocionan en una charla sobre la Masacre de Cromañon, descubren que en la escuela conviven sobrevivientes, hijos de sobrevivientes, amigos... Y que los políticos y empresarios intentan reciclarse una y otra vez, y buscan chivos expiatorios que a través de los medios culpan a otros haciendo que “parezca justicia”. Total, los giles sobran…
Saben que en Francia luchan. Y en México luchan. Y en Chile, y en la Patagonia y en la UBA... “Su lucha es nuestra lucha!”, dicen, y quieren que sean más los que gritan lo mismo.
Nos cuestionan. Nos miran. Nos interpelan. Así nos enseñan.
Por ahora son un puñado de lápices rojos. De los buenos. Con trazo firme, grueso y convencido, intentan llenar las cartucheras de su escuela, de su barrio y –por qué no- de su país. Están convencidos de que es ése trazo fantasma el que recorre el mundo.
Yo, sentado en mi oficina-pecera, miro el cartel de mi pared: “La IV internacional presta una atención y un interés particularísimo a la joven generación del proletariado. Toda su política se esfuerza por inspirar a la juventud confianza en sus propias fuerzas y en su porvenir. Sólo el entusiasmo fresco y el espíritu beligerante de la juventud pueden asegurar los primeros triunfos de la lucha y solo éstos devolverán al camino revolucionario a los mejores elementos de la vieja generación. Siempre fue así y siempre será así”. -Suerte que el viejo Trotsky se paró cerca de mi ventana-, pienso. E intento aprender...
De Ellos. Los estudiantes secundarios. Esos Lápices Rojos que no dejan de escribir. Los que no le deben nada al capitalismo. |