Tengo 27 años y me encuentro desempleada. Tenía hasta hace una semana, un empleo totalmente irregular. Básicamente, me moría de frío en la calle vendiendo viandas que cocinaba una señora durante 5 horas por 200 pesos diarios y un almuerzo. Por un evento desafortunado -a la cocinera le robaron el auto con el que repartíamos- nos quedamos sin trabajo ella, mi compañero repartidor y yo.
El negocio al que nos dedicábamos desde enero cayó en picada a partir de abril. La gente cada vez nos compraba menos y optaba por llevarse la comida desde su casa. Las viandas que vendíamos eran un lujo ya, sobre todo, para los empleados de las dependencias municipales en las que entrábamos a vender. De no existir el robo, de todos modos nos hubiéramos quedado sin trabajo.
Lo más angustiante de todo es que esto sucede en el marco del ajuste brutal que impulsa el gobierno, el terror que tenemos en casa porque aun no nos llegó la boleta del gas y el miedo generalizado que hay por los despidos. En ese contexto, me toca salir a golpear puertas otra vez para que alguien me tome.
Abro todos los días los clasificados del diario y una de las cosas que me sorprende, es que parece que ya estoy vieja para los estándares de los empleadores de la ciudad de La Plata. Algunos de los pocos puestos para los que podría postularme apuntan a chicas de entre 20 y 25 años. Sabemos por qué: cuanto más joven y más inexperta mejor, más fácil de precarizar.
No es la primera vez que quedo en la lona. Ya me ha pasado tener que salir como loca a buscar lo primero que surja. Para poder estudiar periodismo, carrera que me trajo desde Gualeguaychú a La Plata en 2008, siempre tuve que laburar. Mi vieja me la hizo corta, con todo el dolor de su alma: "Si querés estudiar hija, vas a tener que laburar. Yo te puedo ayudar pero no te puedo mantener". Y así hice. Laburé cada año metiendo las materias que pude de acuerdo a mis horarios, cansancio, exigencia.
Solo tuve un trabajo en blanco y la mayoría de mis experiencias están relacionadas con el servicio doméstico y el cuidado de chicos. Como yo, entiendo, miles de pibas y pibes se las rebuscan en esta ciudad, paraíso de los precarizadores, porque está repleta de jóvenes desesperados por conseguir laburo de lo que sea para poder estudiar.
En casa, luego de una nueva jornada de búsqueda de empleo, enciendo la tele para ver algo de noticias. Me encuentro con una entrevista a un pibe de 20 años, Joaquín Badoza, en TN. Es noticia porque se recibió de abogado en 28 meses, rindiendo libre en la facultad de Ciencias Jurídicas de la UNLP. Qué gran logro ¿no?. Nadie podría pensar que lo que hizo es poco admirable o desconocer que es algo fuera de lo común.
"En mi casa a veces rendía un martes y le decía a mi mamá que necesitaba el traje planchado para volver a rendir el miércoles", comentó Joaquín. Y sí, a Joaquín le hubiese resultado imposible hacer lo que hizo si no hubiese tenido a su mamá ayudándolo cotidianamente. Y más claro resulta todavía, que ese pibe no tuvo que laburar para pagar un alquiler ni llevar su propio pan a su propia boca.
"El intendente Julio Garro me acaba de ofrecer trabajo para trabajar en la municipalidad", contó contento Joaquín, por el reconocimiento a su esfuerzo.
No es resentimiento ni sentimiento parecido. Pero cuando escuché eso sentí ganas de vomitar. Las cosas son muy injustas. Joaquín, imagino que sin intención, se convirtió en un emblema de la meritocracia pedorra que pregona Cambiemos. El pibe joven, exitoso, que a fuerza de pura voluntad y esfuerzo individual logró un resultado extraordinario, es la muestra tangible de que el resto, los que no lo logramos, es porque no nos lo proponemos lo suficiente. No nos merecemos el reconocimiento del intendente, ni salir en la tele para contar nuestras historias. No nos merecemos salarios dignos, ni condiciones adecuadas para estudiar lo que queremos y poder ser profesionales. No nos merecemos nada porque no nacimos en el lugar indicado, con la familia indicada, con las posibilidades indicadas.
Meritocracia. La que pregona Cambiemos. La que difunde TN. La que ejemplifica Joaquín. La que nos escupe a millones en la cara que nuestros esfuerzos no valen nada. |