Una vez más, como hace menos de un mes, el local de PTS en Monte Grande reunió a trabajadores de varias ramas y gremios en un festival solidario para recaudar fondos para los despedidos. La concurrencia de más de 150 personas dio cuenta de que la solidaridad que se había propuesto mutuamente era un hecho.
Mientras veíamos en la tele marchas militares y tuits de Macri diciendo que no asistía a determinados lugares por estar cansado, los trabajadores, después de 8, 10, y hasta 12 horas de trabajo, engranan la máquina y ponen en funcionamiento el “Festival de solidaridad con los despedidos”. Cerca de las 9 de la noche, la parrilla llena, las bebidas en su punto justo y las luces empezaban a enmarcar lo que sería un festival exitoso, no solo por la recaudación y asistencia, sino también por las nuevas conclusiones.
Trabajadores de Coca Cola de las plantas Pompeya y Monte Grande, Cresta Roja, Camioneros, Eitar, aeronáuticos del Aeropuerto de Ezeiza y Aeroparque, bancarios, ferroviarios y del Hospital Alende no quisieron perderse esta oportunidad. La juventud, que no se pierde ninguna fiesta solidaria, también se acercó a colaborar, estudiantes de la universidades de Lomas de Zamora, Quilmes, Lanús, Avellaneda, del CBC Avellaneda y de distintos secundarios de la zona.
Los trabajadores de Coca Cola nos regalaron un maravilloso show folclórico, demostrando que algunos nacen con el arte en la sangre. Nadie se movía ni hablaba para no interrumpir tan majestuoso acto, hasta que empezaron con los chamamés y ahí nomás el local exploto entre sapucais y baile.
Ya entrada la noche, estuvieron los que se le animaron al karaoke y a contrapartida de los músicos de la empresa Coca Cola, vimos que algunos directamente no nacen con el dote artístico. ¿Pero que importaba? Era una fiesta, nos queríamos sacar el cansancio de la semana laboral y además era en solidaridad con la gente como nosotros, los trabajadores que fueron despedidos, para que aguanten la lucha.
Por unos minutos se apagó el sonido, era el momento de que los trabajadores hablen, es así que Yanina de la empresa Eitar contó la experiencia de la lucha y por qué decide seguir peleándola para entrar, a pesar de que el sindicato (como hacen siempre) la dejo tirada. También hablo José, despedido de la Coca Cola contando la causa totalmente armada y “cómica” por el cual lo habían echado: romper 15 conos. Algunos despedidos más tomaron la voz contando sus experiencias. Todos estaban de acuerdo en que el festival es un paso más adelante en la solidaridad y en la unidad de la clase obrera, pero que eso no era suficiente, que hay que buscar más gente como nosotros y sumarlas a la lucha.
La cumbia, el sonido popular por excelencia, volvió a sonar y disfrutamos del baile. Entre fernets, los trabajadores de Cresta Roja hablaron de la situación de la fábrica, nos contaron que despidieron compañeros y los volvieron a reincorporar en el día, que a otros los están haciendo firmar contratos nuevamente por 180 días. También hablaron sobre los pibes de afuera, los que todavía no entraron, y ven que se viene una nueva pelea, porque la empresa Ovoprot ya aviso a la jueza que en caso de comprar no tomaría a todos los trabajadores, ni a los de afuera, ni a los de adentro.
El cansancio se les veía en la cara, pero las ganas de seguir peleándola se expresaron mucho más. Los intercambios, las risas y el baile no paraban. Veíamos que en la cara del otro somos hermanos de clase, sabemos que no nos vamos a dejar tirados en ningún momento. Ya casi llegando al final de la fiesta uno de los trabajadores pregunta: ¿Y ahora? ¿Ahora qué?, y otro le responde: “Quizá ahora es el momento de salir a la calle”.
Mientras veían corretear a los niños riéndose y jugando por el parque, la frase de Bobby Sands, luchador por la independencia de Irlanda muerto en una huelga de hambre, les cala en los huesos: “En nuestra venganza están las risas de nuestros niños”. Los trabajadores se miran, sonríen cómplices porque saben que tienen un mundo por ganar. ¿Cómo? Con los métodos de la clase obrera. ¡Allá vamos! |