“Los desocupados” Antonio Berni, 1934.
Mientras observaba la obra “los desocupados” de Berni, me preguntaba cómo, una pintura que tiene ya casi un siglo puede ser iconográficamente tan actual, tan representativa, tan inspiradora. Inmediatamente la realidad me golpea con esa mano dura que tiene guardada siempre para la clase obrera.
Este 29 de junio Macri afirmó que bajó la inflación, el mismo día que el INDEC tiene que confesar (porque ya era insostenible) que el país oficialmente entró en recesión. Era obvio que nos iban a vender el retroceso económico de la recesión como desacelere inflacionario. No es dato menor que ese día además entran en circulación los billetes de $500. Tres hitos de las miserias político económicas de la Argentina neoliberal que nos parásita desde la médula. Y al día siguiente me echan de mi trabajo, ya de por si precarizado, en un call-center de la ciudad de Rosario que se llama Easy Call. Me despiden con una débil e insostenible causa inventada para no pagarme ni un centavo de mis casi 3 años de servicios a la empresa. Aducen que usé más de 300 datos por día (hablar con esa cantidad de gente) alegando que eso representa un daño para la empresa por el gasto excesivo de datos de la base. La realidad es que todos los empleados usan en promedio entre 300 y 400 datos por día, a veces más. La propia empresa incentiva esto para que podamos obtener comisiones, que se pagan en negro.
Volviendo al cuadro, mi mirada atónita sigue perdida en esa mulata de rojo, que representa una de las “maternidades melancólicas” de la que Berni hacia uso con tanta gracia, esa mujer que es una de las pocas despiertas en el cuadro: en medio de la somnolencia imperante da de comer a su hijo. Inmediatamente no puedo dejar de pensar en el acontecimiento del 1 de abril de 2015, cuando el Sindicato de Empleados de Comercio tiene que irrumpir en la puerta de Easy Call para pedir la reincorporación de Vanesa Murua, despedida por persecución sindical, entre otros casos de despidos de compañeras embarazadas. A esto se suma el maltrato por parte del personal jerárquico. En ese entonces el Sindicato denunció mediante folletos a la jefa de personal Angeles Fiore y los gerentes de la empresa, Juliana Manino y Florencia Giavarini.
Foto: Reclamo sindical en la puerta de Easycall, 1 abril de 2015
Ese cansancio casi inducido, puesto a punto por algún manipulador de las energías elementales de los cuerpos, el desahucio, el abatimiento; son algunos de los sentimientos con los que se topa el espectador en la obra de Berni. Esto justamente coincide con lo que tiene que enfrentar todo telemarketer: un trabajo insalubre que absorbe la energía vital, que debilita por repetición y automatización generando falta de atención. En mi caso en particular trabajaba por la tarde y al llegar a la noche a mi casa me resultaba muy difícil concentrarme en algún texto de la facultad, porque después de haber estado hablado durante 6 horas con casi o más de 400 personas todavía seguían resonando insultos y gritos en mi cabeza. Mi sesión de tortura de la gota, diaria, a cambio de las monedas justas para poder pagar un techo y comida para vivir.
En la pintura los espacios ilusorios y las infraestructuras de la metafísica están en conflicto con personajes reales, con un tratamiento casi hiperrealista en las arrugas y en los poros que recuerdan tanto a nueva objetividad alemana. Ese conflicto entre las condiciones, el uso del close-up y los personajes realistas dan idea de una sociedad en problemas. Son personas de carne y hueso, con defectos e imperfecciones como todos; pero que ya no forman parte del sistema espacio temporal que los incluye de manera forzada.
Me recuerda al espacio de trabajo que plantea la empresa. Sin ventanas para no tener idea siquiera de la posición del sol ni pensar en el afuera. Sin una ventilación adecuada, con graves problemas de limpieza en los box que al estar forrados en tela acumulan cantidades estrepitosas de polvo y ácaros. Con bichos que se ven llamados por las migas y restos de comida en las hendijas entre las cajas que delimitan nuestras humanidades, como si fuésemos celdas estructurales que alimentan y sostienen un sistema de ventas basados en la mentira y en las formas rebuscadas de decir las cláusulas contractuales para que suenen como sacadas de un cuento de hadas.
Y así me encuentro analizando un cuadro de 1934, que como estudiante de arte es lo que más placer me da y relacionándolo con la realidad de la Argentina actual sin temor de sonar anacrónico. Con un gobierno de derecha que abastece y refuerza esta injusticia de despedir empleados con antigüedad para poder tomar gente descartable en periodo de prueba y así aumentar las ganancias de la patronal a costa del sudor del pueblo trabajador. Un gobierno que celebra la precarización laboral y en este caso en especial de quienes recién ingresan al mundo del trabajo.
"El artista está obligado a vivir con los ojos abiertos y en ese momento (década del 30) la dictadura, la desocupación, la miseria, las huelgas, las luchas obreras, el hambre, las ollas populares crean una tremenda realidad que rompían los ojos".
Antonio Berni |