Iván Moya
| Secretario de Turismo y Promoción Social - SUTEBA Bahía Blanca
En el Museo del Louvre se encuentra un cono de arcilla con escritura cuneiforme, atribuido a Urukagina de Lagash. En él aparece por primera vez la palabra libertad: Ama-gi (manumisión de esclavos).
El primer registro escrito se remonta a la antigua Sumeria, en el medio oriente, durante el siglo XXIV antes de nuestra era. Por aquellos días, cazadores-recolectores comenzaron a asentarse progresivamente sobre la "fértil media luna", región que comprende los ríos Tigris y Éufrates y se extiende hasta el Cercano Oriente, sobre Palestina y el Nilo, en Egipto. Así descubren la agricultura por regadíos que generan un excedente que permite alimentar a una creciente población. Surgen los primeros poblados y ciudades y los esbozos de un proto estado, donde una clase sacerdotal posee todos los privilegios, apoyándose en una burocracia de funcionarios y soldados del palacio. La mayoría de la población eran campesinos y aparceros que trabajaban la tierra y pagaban impuestos al templo.
A partir del siglo XIX, se incrementaron las expediciones arqueológicas a Medio Oriente impulsadas por el imperialismo francés e inglés, que depredó, no solo recursos de aquellos países sino que se apropió de los nuevos descubrimientos y los expuso en sus museos, como el Louvre y el Británico. En el primero, hoy, se encuentra un cono de arcilla recubierto por escritura cuneiforme (escritura en cuña) que se le atribuye a Urukagina, Ensi de Lagash (gobernante de la ciudad-estado de Lagash) y en el que están escritas las reformas de este mandatario. Allí aparece por primera vez la palabra libertad. Ama-gi o literalmente "retorno a la madre", que quería significar manumisión de esclavos. Urukagina mandó a escribir, en ese cono de arcilla, el primer código de justicia de la historia. Por esos tiempos, 2380 a.C., la ciudad de Lagash, en constantes guerras con su vecina Umma por los recursos del lugar, estaba muy convulsionada debido al abuso de poder de una dinastía de sacerdotes y funcionarios que esquilmaban a los campesinos con excesivos impuestos. No sabemos que pudo haber pasado, porque no tenemos registros sobre los hechos, pero es de suponer que la convulsión social llegó a tales extremos que un grupo de funcionarios o militares realizaron un golpe de estado, montándose sobre la bronca popular, deponiendo a las autoridades y dando concesiones a las masas para calmar esa bronca. En el cono puede leerse: "Cuando Ningirsu (dios y señor de arado), guerrero de Enlil (Dios del viento), dio la realeza a Lagash eligiendo entre infinidad de personas, éste reformó las costumbres de los tiempos anteriores, aplicando las instrucciones que Ningirsu, su señor, le había dado... Él [Urukagina] amnistió a los habitantes de Lagash presos por deudas, o por cantidades reclamadas, o por el grano (que faltaba) en los almacenes, o por robo, o asesinato, y los puso en libertad (ama-gi)...".
También concedió la exención de impuestos a los huérfanos y viudas, obligaba a la ciudad a pagar los gastos de los funerales, decretó que los ricos debían pagar con plata sus compras a los pobres y prohibía obligarlos a vender.
Pero estas cesiones vinieron de la mano de medidas conservadoras y restrictivas para con las mujeres. En 1964 Samuel Kramer, tradujo y publicó dos decretos de Urukagina que generaron diversas controversias en las últimas décadas. El primero de estos decretos establecía la abolición de la antigua costumbre de la poliandria en Lagash, bajo pena de que la mujer que tome varios maridos sea lapidada. El segundo decreto, es una ley que declara que "si una mujer dice [texto ilegible...] a un hombre, su boca se aplastará con ladrillos cocidos." No hay leyes comparables de Urukagina que sancionen el adulterio masculino. Este descubrimiento ha llevado a algunos críticos a afirmar que es "la primera evidencia escrita de la degradación de la mujer".
Debemos recordar que cuando por primera vez aparece escrita la palabra libertad, lo hace en monumentos de la clase gobernante y como una merced graciosa de la misma, aunque probablemente esto no signifique que las mayorías silenciosas de campesinos pensaran lo mismo, simplemente los que tenían el poder podían dejarlo plasmado para la posteridad.