El pasado lunes 11 de julio, en un vuelo de Miami-Buenos Aires, siete pasajeros decidieron bajar del avión al “descubrir” que las comandantes de la aeronave eran mujeres. El vuelo fue demorado una hora y media por el machismo de los pasajeros que se negaron a ser transportados por mujeres.
Amelia Earhart rompió todo mito de que las mujeres no podemos volar solas por nuestra cuenta, llevando a cabo cientos de hazañas alrededor del mundo y fundando la organización de Las noventa y nueve, conformada por pilotas.
Su carrera como aviadora comenzó contra todo el prejuicio de ser mujer y pilota. En 1922 batió el record de pasar los 4.200 m de altura y en 1923 obtuvo la licencia para volar.
En 1928 se le propone pilotear un transatlántico desde Nueva Escocia hasta Irlanda y acepta, junto a los pilotos Wilmer Stultz y Louis Gordon. Durante el viaje sufren un desvío y aterrizan en Gales con muy poco combustible. Con esta gran aventura se consagra la primera mujer en atravesar el Atlántico en avión. Allí comenzó su fama mundial y escribe un libro: Veinte horas, cuarenta minutos.
Amelia siguió rompiendo records y en 1932 se lanzó a una nueva aventura, que la consagró en ser la primera mujer en atravesar el Atlántico en vuelo solitario. El 20 de mayo partió desde Terranova y Labrador rumbo a Gran Bretaña, aterrizando en Irlanda y rompiendo el record de mejor tiempo.
Earhart fue galardonada por el Congreso de Estados Unidos con la Cruz Distinguida de Vuelo, la primera otorgada a una mujer. En los meses siguientes realizó diversos vuelos de costa a costa de Estados Unidos, como el que la llevó de Los Ángeles (California) a Newark (Nueva Jersey).
Su celebridad le permitió promover el uso comercial de la aviación y defender, desde una postura feminista, la incorporación de las mujeres a este nuevo campo profesional.
En enero de 1935 llevó a cabo en solitario la travesía entre Honolulú (Hawai) y Oakland (California), recorriendo una distancia superior a la existente entre Estados Unidos y Europa. Fue la primera en completar con éxito este difícil viaje sobre aguas del Pacífico. Once pilotos ya lo habían intentado y habían culminado en desastre. A fines de ese mismo año estableció un nuevo récord de velocidad, volando sin escalas entre Ciudad de México y Nueva York en algo más de catorce horas.
La última travesía
En 1937 encaró la última travesía junto a Fred Noonan. A bordo de Electra 10-E, pretendía darle la vuelta al globo. Partieron el 1 de junio hacia el este, saliendo de Miami, Florida. El plan era cruzar el Caribe y luego virar al Atlántico, sobrevolando África, Asia y Oceanía. Después de ocho días de viaje aterrizaron en Lae, Papua Nueva Guinea habiendo hecho 35.400 kilómetros y restando 11.200 kilómetros. Earhart, aún enferma de disentería, decidió seguir viaje. Con combustible para 21 horas de vuelo y con mal clima, partieron con rumbo a Isla Howland.
Desde dicha isla, el guardacostas Itasca se comunicaría con ellos para guiarlos, dado el pequeño tamaño de la misma.
A las 08:00 h se le comunicó al guardacostas que el avión había despegado y horas más tarde reportan estar cerca de las Islas Nukumanu. Después de eso, las transmisiones fueron confusas y no se pudo deducir la ubicación del Electra.
A las 19:30 h llegó un último reporte: “KHAQQ llamando al Itasca. Debemos estar encima de ustedes, pero no los vemos. El combustible se está agotando”. A las 21:30 h determinaron que el avión nunca llegaría a destino. Amelia Earhart y Fred Noonan aún se encuentran desaparecidos.
Amelia fue impulsora del debate sobre los derechos de las mujeres y la igualdad entre géneros en la década de los años treinta del siglo XX. Fue una gran referente y muy admirada en los EEUU. Continuamente la reclamaban para pronunciar conferencias desde todos los rincones del país. No se negaba nunca a participar y en sus intervenciones defendía la igualdad de la mujer y el hombre. Aunque la fama la agobiaba y la alejaba de su gran pasión, volar, abrazó el estatus de celebridad porque entendía que era una “abanderada de la lucha de las mujeres”.
El camino a ser pilota
Amalia Celia Figueredo de Pietra fue la primera mujer argentina en pilotear un avión. El 1 de octubre de 1914 rindió ante los examinadores del Aeroclub Argentino, obteniendo el brevet de Piloto Aviador Nº 58 de la Federación Aeronáutica Internacional, expedido por el Aeroclub Argentino.
De acuerdo con la Sociedad Internacional de Mujeres Pilotos de Líneas Aéreas (ISA+21), de las 130.000 personas que pilotean aviones comerciales en todo el mundo, alrededor de 4.000 son mujeres. “Este número está cambiando constantemente, y afortunadamente crece”, estima la entidad, que señala que la mayoría de las mujeres que llegan a comandar aviones lo hacen en aerolíneas norteamericanas. De las 4.000 pilotas, y considerando “las líneas aéreas que crecen, las que se achican, las nuevas apuestas y las quiebras, sólo podemos especular que hay alrededor de 450 mujeres capitanas en aerolíneas en todo el mundo”, indica ISA+21 en su sitio web.
La entidad que nuclea a pilotas de todo el mundo señala, también, que “cuando recién se comenzaba a contratar a mujeres para pilotear, había muchas pruebas a las que someterse, lo que incluía estudios de fuerza. También había una altura mínima que debían tener los pilotos de casi todas las aerolíneas. Estos requisitos han quedado casi mayoritariamente por el camino. El único requisito es que una aspirante a pilota pueda volar el simulador durante el proceso de entrevista, sin problemas derivados de su altura o su fuerza (por ejemplo, debe poder alcanzar los pedales y ver sobre el tablero, y debe poder controlar el avión que haya perdido los sistemas hidráulicos usados para facilitar el vuelo)”.
Las mujeres no somos un objeto de servicio y tampoco tenemos límites cuando se trata de romper records. Las pilotas discriminadas en el vuelo de Miami-Buenos Aires estaban 100% calificadas para volar sin la supervisión de un hombre, porque somos totalmente independientes de ellos, porque no existe una profesión masculina, porque podemos volar aviones.
La sociedad machista en la que vivimos se tendrá que acostumbrar a que las mujeres podemos experimentar otros rubros, que van más allá de la cocina y el cuidado de los niños. |