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En la cómoda, amigable y amable entrevista que le realizaron desde el diario La Nación y que se publicó el domingo 24 de julio, el presidente Mauricio Macri indicó que para el incremento de las inversiones era necesaria “una justicia laboral más equitativa, no tan volcada a encontrarle siempre la razón a una parte”.
Esta peligrosa frase no se encuentra aislada, no es un desliz, sino que se inscribe perfecta y meditadamente en el programa y en la gramática neoliberal articulada por el gobierno de Cambiemos.
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En Camino de servidumbre, Friedrich August von Hayek -uno de los exponentes más lúcidos y solventes del neoliberalismo- proponía desarrollar una intervención del Estado en vistas de crear y garantizar los mecanismos de competencia del mercado. De acuerdo con sus conceptualizaciones, el neoliberalismo no supone una ausencia de intervención del mercado, sino un tipo de injerencia del Estado en vistas de garantizar la competencia. La competencia no es algo natural, sino que hay que crearla a través de mecanismos estatales.
¿La competencia de quiénes? La competencia de los emprendedores, de los empresarios de sí mismos. El neoliberalismo no asume una sociedad estratificada por razones de clase, géneros, status, educación y consumo. En lo que aquí nos interesa, no observa a la sociedad a la luz de una desigualdad entre empresarios/as y trabajadores/as sino que supone que los individuos son igualmente emprendedores y también igualmente responsables por sus empresas.
De acuerdo con esta racionalidad, quien se queda sin trabajo rara vez está injustamente despedido sino que en principio es responsable por haber fracasado en su emprendimiento.
En su campaña electoral, Macri no aludía a trabajadores/as, estudiantes/as, ni desocupados/as. Mucho menos su referencia era a construcciones colectivas como los sindicatos, los movimientos sociales, los centros de estudiantes. Su referencia sistemática era hacia los cuarenta millones de emprendedores. De esta manera, a poco de asumir, el gobierno de Cambiemos renombró la “Secretaría de Pymes” del Ministerio de Producción y la tituló “Secretaría de Pymes y Emprendedores”.
Finalmente, al momento de vetar la denominada “ley antidespidos”, en una carta aparecida en el mes de mayo el presidente decía: “tenemos fe en nosotros mismos porque sabemos que vivimos en una tierra privilegiada, con gente capaz y emprendedora”.
El sujeto al que interpela Cambiemos es un individuo aislado, separado de los demás. Es por ello que durante su campaña electoral el entonces candidato a presidente no visitaba espacios públicos ni organizaciones, sino espacios privados y privativos como los hogares de los vecinos.
La interpelación como emprendedores o como empresarios de nosotros mismos implica una peligrosa y mentirosa igualdad: ya no existe un antagonismo y una desigualdad entre empresarios/as y trabajadores/as, sino que ahora todos/as somos igualmente emprendedores/as. De acuerdo con esta gramática neoliberal, que se lee sin distinción en Hayek y en los discursos presidenciales, todos y todas estamos en igual capacidad de emprender y de invertir.
En este contexto, y siempre de acuerdo con esta perversa lógica, ya no tiene sentido un sistema judicial destinado a proteger siempre limitadamente- a los trabajadores y trabajadores.
* El autor es Doctor en Derecho (UBA), becario postoctoral del Conicet y docente UBA/UNPaz |